Críticas
Dos actuaciones no salvan una película
La madre del blues
Ma Rainey's Black Bottom. George C. Wolfe. EUA, 2020.
Desde que la película empieza, hay un desorden narrativo: apenas conocemos a Ma Rainey (Viola Davis, que con seguridad va por su segundo premio Oscar) en pleno concierto para los afroamericanos, esclavos y trabajadores, durante los años 20. Luego hay un salto a una presentación en Chicago, donde Levee, el trompetista de la banda (Chadwick Boseman) le quiere robar el estrellato, para luego encerrarnos en un estudio donde la esperan para grabar unas canciones, lugar en que se desarrolla la mayoría de la historia. Estos son los primeros diez minutos de La madre del blues (Ma Rainey’s Black Bottom, 2020), la más reciente película del director George C. Wolfe con la que va a pasos agigantados en la carrera del Oscar, pero que podría quedarse por el camino por sus fallas narrativas.
La película habla de una sesión de grabación con Gertrude “Ma” Rainey, una de las primeras mujeres afroamericanas en dedicarse a cantar blues y grabar sus canciones, de ahí el nombre que recibió, “la madre del blues”. Era también conocida por su difícil carácter, su forma de vestir, sus innovadores aportes a la música y su particular voz. Mientras esperan la llegada de este gran personaje, el grupo de músicos que va a tocar en la sesión hablan sobre sus vidas y la realidad de los años 20.
Todas las escenas introductoras de Rainey en concierto se sienten como una necesidad de lucir el vestuario, que refleja a la inspiración real y las locaciones que eligieron para recrear la época, en una búsqueda de alejar la historia de su fuente original, una obra de teatro del legendario August Wilson, ganador del premio Pulitzer por La lección de piano y Fences (2016), la película dirigida por Denzel Washington que le dio el primer premio Oscar a Davis. Esas escenas realmente no logran su propósito, se vuelven simplemente un relleno, y los textos de los músicos que esperan a que llegue la voz principal continúa siendo muy teatral, con una tendencia a tener diálogos innecesariamente largos que tienden a la explicación de la historia y no ayudan a avanzar.
Cuando finalmente llega la «protagonista», veinte minutos después de haber iniciado la película, la historia se estanca en ese estudio, donde se mantiene encerrada por gran parte de los 94 minutos del total de duración. Más allá de eso no sucede mucho, hasta ese punto todo ha sido una colección de anécdotas e historias, que tampoco son muy trascendentes, son situaciones del día a día de los personajes, desde los zapatos hasta los sombreros. Las historias se mueven por acciones y reacciones, algo sucede que produce una reacción, tanto en los personajes como en el espectador. Lo único que me produjo a mí fue mirar el reloj para ver cuánto faltaba para que se terminara, y eso nunca es una buena señal. Hacia la mitad del filme, la historia aumenta en tensión y entra a profundizar en los conflictos sociales de la comunidad afroamericana de la época, sus tristezas y penas, pero para estas alturas tal vez ya es muy tarde para el espectador promedio, que ha perdido la atención gracias a la inmediatez de las redes sociales y las estructuras narrativas que ahora predominan en las películas actuales.
El texto en general no es lo suficientemente fuerte para hacernos olvidar el encierro en el que están los personajes, lo que la hace aburrida. Me hizo acordar la adaptación de Agosto (August: Osage County, 2013), obra de teatro de Tracy Letts, donde a punta de gran música y grandes interpretaciones, el espectador trasciende el encierro de una acalorada casa del sur de Estados Unidos. En La madre del blues, al contrario, el encierro se vuelve sofocante y aburrido. Ni los movimientos de cámara usados le dan un mayor ritmo, de hecho, juegan en su contra y se siente como si el largometraje tuviera una mala edición, llena de saltos.
El fuerte de la película es, sin duda, las actuaciones. Boseman deja en esta, su última película, toda su versatilidad y su encanto: su personaje es un fantoche burlón pero adorable, que tiene un sueño como cualquiera, un buen sentido del humor y una sonrisa que ilumina la habitación. Su rol es muy significativo, un hombre que le pregunta a Dios si es que que le dio la espalda, mientras en la vida real un cáncer le quitaba días para vivir al actor. Davis, por su parte, es sorprendente como la leyenda del blues, su transformación física es casi una fórmula en Hollywood para recibir la atención por su trabajo, pero no se queda solo en eso. Las voces de los protagonistas tienen un gran trabajo: los acentos están muy bien manejados, la velocidad de los diálogos está de acuerdo con la forma en que hablaban los afroamericanos en la época, y hasta la tonalidad les cambia; mientras Boseman tiene un tono más agudo y chillón, de acuerdo con la personalidad de Levee, Davis tiene un tono mucho más bajo que su voz normal, controlado, le pone más años de lo que realmente tiene y hace crecer a su Ma Rainey. Son dos actores derrochando talento, construyendo personajes desde su interior hasta meterse en la piel, dejando atrás los roles por los que se han hecho famosos.
Cuando se pueden quitar escenas de una película y se entiende igual, hay problemas serios en el guion, y acá hay varios ejemplos. El final es algo decepcionante y medio desconectado de la línea principal, lo que refuerza la idea de que la historia no tiene el orden adecuado. Con esas dos grandes actuaciones y una estructura dramática diferente, la película podría haber sido una «biopic» del nivel de Ray (2004) o Rocketman (2019), pero fracasa tristemente en su intento, no trasciende más allá de ser una obra de teatro proyectada en la pantalla grande, o en este caso, en la comodidad de nuestros televisores.
Trailer:
Ficha técnica:
La madre del blues (Ma Rainey's Black Bottom), EUA, 2020.Dirección: George C. Wolfe
Duración: 94 minutos
Guion: Ruben Santiago-Hudson, August Wilson
Producción: Todd Black, Constanza Romero, Denzel Washington, Dany Wolf
Fotografía: Tobias Schliessler
Música: Branford Marsalis
Reparto: Viola Davis, Chadwick Boseman, Colman Domingo, Glynn Turman, Michael Potts, Jeremy Shamos, Jonny Coyne, Taylour Paige, Dusan Brown
Me parece una gran película con actuaciones muy sobresalientes y para nada aburrida.
Coincido plenamente con la sinopsis. El análisis es lúcido y certero. La película no tiene problema de contenido, sino de forma. Y ese descuido, en el cine, suele ser un suicidio argumental.
Me parece una excelente crítica. El sentido de la película es fenomenal y lo que se intenta trasmitir pudo haberse hecho de una manera brillante, sin embargo, es tal el desorden narrativo que no da tiempo a conectar sentimentalmente con lo que desean trasmitir. La historia que cuenta el trompetista, entre otras secciones, es lo suficientemente profunda como para haber recreado escenas proporcionales pero se cortan y saltan a otro diálogo que termina quitándole fuerza… Creo que falto material o sobró diálogo
Desde luego la critica realizada es un calco de la película.