Biografía del cadáver de una mujer

Yamilde Giraldo era una mujer colombiana que fue asesinada en un pueblo de Navarra, en 2009. A través de los testimonios de su hijo, de la Guardia Civil y de juristas especializados, vamos recorriendo la historia de Yamilde desde su llegada a España, así como la ausencia irreparable y traumática que ha dejado en sus seres queridos.   No es la primera vez que Mabel Lozano, la directora del cortometraje  Biografía del cadáver de una mujer, enfoca su cámara hacia el tema sobre el que gira la obra: la trata de mujeres, la violencia desatada por proxenetas, por seres viles que fuerzan a féminas a dedicarse o continuar en la prostitución, que las someten en condiciones de esclavitud. Lozano, precisamente, fundó la productora Mafalda Entertainment para ocuparse de proyectos comprometidos con los Derechos Humanos, en especial con las desigualdades y brutalidades que están soportando mujeres en campos diversos. Así, ha realizado distintos documentales de denuncia como Voces contra la trata de mujeres (2008), Chicas nuevas 24 horas (2015) o El proxeneta, paso corto, mala leche (2018).  

Biografía del cadáver de una mujer se encuentra nominado entre los mejores cortos documentales para los Premios Goya de 2021. La obra, en sus escasos veinte minutos de duración,  abordará el proxenetismo,  la trata de mujeres desde diversos puntos de vista: su escasa regulación, la dificultad en su persecución, la situación de desamparo en la que se encuentran las víctimas… Siempre y en todo momento sin olvidar a estas últimas, a las perjudicadas. Una a una, con sus nombres, con sus historias. Unos dramas que si bien cada uno es distinto, todos se parecen. Tampoco se olvida de la opacidad en la que viven los asesinos, ya sea en libertad o ya sea entre rejas, pero en cualquier caso, maltratadores, abusadores o criminales de distinto calado pero siempre deleznables. 

Mabel Lozano se acerca a este espeluznante mundo con trozos coherentes, mezclando imágenes de protagonistas reales con otros traídos de la ficción, que encajan como un guante en los terrores que iremos recorriendo. Y por no faltar, tampoco se omiten declaraciones frente al edificio del Congreso de los Diputados, frente al lugar en el que se reúnen los que deben decidir, resolver, regular y aprobar normativas globales para evitar que la lacra proxeneta siga perpetuándose. Una explotación sexual que siempre se dirige contra las más pobres, las más débiles, las más indefensas, las más vulnerables. Porque las víctimas de esta compra y venta de seres humanos son precisamente ellas, mujeres y niñas atrapadas en un laberinto sin salida. 

En el siglo XXI más de 45 mujeres en situación de prostitución han sido asesinadas en España. Y lo han sido de distintas formas; pueden imaginarse las más crueles, que acertarán. Incluso algunas de ellas obtuvieron previamente la condición de testigos protegidos. Asesinadas tras una existencia de explotación continuada en vulgares tugurios, en bares de carretera, sometidas a la esclavitud por sus carceleros y con la complicidad de execrables clientes, aquellos que prefieren satisfacer sus miserables deseos  y mirar hacia otro lado. Una prostitución coactiva rodeada de submundos tan potentes y hediondos como el blanqueo de capitales, el tráfico de drogas, la compraventa de seres vivos o redes organizadas de delincuentes. 

En el documental, Lozano va dirigiendo al espectador a través de las declaraciones del Guardia Civil que se encargó de la investigación de Yamilde Giraldo. Y su testimonio no esconde vergüenzas. Él mismo se pregunta en voz alta cómo son capaces las autoridades y fuerzas del orden para instar a las víctimas a la denuncia, cuando luego son incapaces de protegerlas de sus explotadores, en general, seres que persiguen venganza frente a aquellas valientes que se atrevieron a intentar cambiar su destino. Otra de las voces narrativas de la que se sirve el corto para trasladar el drama de la mujer colombiana de triste protagonismo en cadáver, siempre con todas las demás víctimas en la memoria, es la de uno de sus hijos, la de Cristofer. Ya han pasado algunos años desde que su madre fue asesinada. Pero el inmenso dolor que la pérdida le produjo no se atenúa con el paso del tiempo. La ausencia sigue ahí, presente. Un desgarro que no tiene cura ni remedio. Una desolación ante lo que podría haber sido y ya jamás lo podrá ser. 

Resulta encomiable el trabajo que contra la trata de personas se está realizando por diversas asociaciones y organizaciones dedicadas a la defensa de los Derechos Humanos. Pero su labor, junto con la valentía y compromiso de profesionales como abogados, fiscales, jueces o policías no son suficientes. Es necesario ya, sin más demora, tal y como se lleva pidiendo desde las instancias más comprometidas, la aprobación en España de una normativa integral. Unas leyes que contemplen condenas y reinserciones, que regulen con coherencia las penosas condiciones en que se producen los testimonios de las afectadas; que no se limite el contenido a una cuestión de extranjería; que se recoja con especial intensidad la protección de las menores. Hablamos de una ley que funcione como debe hacerlo una norma legislativa: que sea de obligado cumplimiento y que deje de una vez por siempre de lado a planes orientativos y maleables que acaban en papel mojado. Basta ya de parches y de palabrería, señoras y señores legisladores. Protéjanse ya, derechos humanos básicos sin parches. Mientras no lo hagan, decenas de niñas, miles de mujeres seguirán sufriendo un calvario, la desolación y hasta la muerte. Y ustedes serán los responsables. De cada abuso, de cada explotación, de cada asesinato.  

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