Críticas

En el precipicio

Lemonade

Luna de miere. Ioana Uricaru. Rumanía, 2018.

LemonadeCartelNos encontramos ante el primer largometraje de la directora rumana Ioana Uricaru, tras la oportunidad de poder dirigir una parte de la película colectiva de Cristian Mungiu, concretamente Cuentos de la edad de oro (Amintiri din epoca de aur, 2009). La realizadora ha vivido bastante tiempo en Estados Unidos y conoce perfectamente el campo en el que se mueve en esta película. Precisamente, el título del filme, Lemonade, proviene de una expresión muy popular en aquel país. Traducida, vendría a expresar que “si la vida te da limones, haz limonada”. Desde luego, un buen ejemplo del intento de pensamiento positivo que se intenta introducir, no solo por aquellas tierras, cuando las cosas vienen torcidas y lo que a lo mejor se pretende es que uno se conforme, no vaya a ser que se mueva y salga en la foto a la que no se encontraba convocado. 

Lemonade está rodada y se desarrolla en los Estados Unidos. Y trata de racismo, de emigración legal e ilegal, de violencia machista y de cualquier otro tipo, además del sentimiento de pertenencia. Precisamente, nos situamos en esa nación en la que todos desean cobijarse, incluso aquellos que la odian. Un gran país que no debe, que no puede poner de saldo la oportunidad de ser acogido para los que tengan la desgracia de ser extranjeros. La excelencia tiene un precio, claro que sí. Y la persecución del sueño americano por intrusos de categorías inferiores puede convertirse en una pesadilla sin límites. Un verdadero espanto mientras se intenta huir de un pasado que ha cerrado todas sus puertas. Y al tiempo, se procura adentrarse en lo que llegará a convertirse en tierras movedizas que engullen entre la xenofobia y el sexismo. 

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Mara, nuestra protagonista, es una mujer rumana a la que el permiso de residencia en el país norteamericano se le ha terminado. Es enfermera y días antes a la expiración, contrae matrimonio con un hombre estadounidense que conoce en la clínica de rehabilitación en la que trabaja. Consecutivamente pretende, junto a su nuevo marido, conseguir la tarjeta verde que le otorgará el permiso de residencia por derecho propio. Tiene un hijo pequeño que se quedó en Rumanía con la abuela. Su intención es rehacer su vida y la del menor en el país americano. Pero el futuro para Mara no se va a presentar así de sencillo. Problemas inesperados van a ir surgiendo y obstaculizando planes. Los conflictos irán creciendo a cada paso como una bola de nieve sin que se detecte claridad alguna en la forma de solventarlos.

El largometraje sobresale por su austera puesta en escena. Estamos ante una obra de pequeño presupuesto y en ningún momento pretende introducirse en alardes técnicos o de cualquier otro tipo que no le corresponden. Su mérito es la sencillez que destila y es precisamente esa austeridad la que le dota de gran valía. A ello contribuye en gran medida la interpretación de la actriz protagonista, de Mălina Manovici. La cámara no necesita más que seguirla para dejar profunda huella en el espectador. Y la actuación destaca por su sobriedad, sin exceso alguno gestual, con la templanza en el rostro del sentimiento compungido que detecta cada vez más inminente la llegada de la derrota. 

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Nos gustaría centrarnos ahora en los hombres caracterizados en la película. Son dos, pero ambos prescindibles para la humanidad. Se pueden describir por sus instintos abusadores y posesivos, en creerse más valiosos por el poder que otorga tener la sartén por el mango, en estar convencidos que esa fuerza les abre todas las puertas para cualquier aberración o abuso, en especial si la víctima es una mujer sola, indefensa y además, carece de pura cepa. Una fémina que pertenece al grupo de los que pretenden arrebatar, con el mínimo esfuerzo, lo que ellos y otros como ellos han conseguido tras una lucha constante, no exenta de sufrimiento. Y eso no puede ser, claro que no.

Lemonade es una pequeña gran obra de factura notable. Y la obtiene, entre otros méritos, por no desviar su objetivo de la denuncia ante hechos execrables, por no entretener la atención del espectador con cualquier minucia que desvíe del horror que se nos está presentando ante nuestros ojos. Creemos que no sobra ni falta ningún minuto y tampoco ninguna escena, ya sea fuera o dentro de campo. Y todo se lleva a la pantalla sin sentimentalismo alguno, con sequedad, con la precisión que debe guiar al bisturí en una operación a corazón abierto. La realizadora Ioana Uricaru se muestra muy consciente en que su tarea no se detiene en explicar sino que debe alargarse hasta mostrar. 

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Resulta curioso que nos movamos en una nación en la que una madre no puede dejar solo en casa a su hijo, ya bastante crecido, durante cinco minutos por exigencias mayores sobrevenidas, pero el mismo niño sí puede tener acceso a las armas que libremente desee adquirir cualquiera. Paradoja inmensa. Y además, el filme nos llena con demasiados interrogantes que pueden tener fáciles, difíciles o imposibles respuestas. ¿Es lo mismo prostituirse sexualmente por dinero que hacerlo para la obtención de algún otro beneficio? ¿No importan los medios sino los fines? ¿El abusador sexual extiende su inmundicia a todos los ámbitos? ¿Se puede mantener la cabeza alta y el orgullo intacto si la ocasión lo merece? ¿La bondad se aprende y/o se abandona conscientemente?

Buceamos entre racismos y brutalidades, también policiales. Mara, nuestra indefensa protagonista, nos transmite el pavor que invade su cuerpo la mayor parte del filme. En contraste, suspiramos cuando madre e hijo están a solas, en su mundo, con su idioma, a sus anchas. Un chiquillo que además de educado y brillante en los estudios, tiene el buen gusto de aborrecer la crema de cacahuete. Aunque es posible que de todo se acostumbre uno. Hasta de las omnipresentes banderas, de los policías sin alma (sin alma para extranjeros), de los abusos laborales o de los dramas de convivencia. Porque, a fin de cuentas, ¿quién conviene más a quién? Nosotros lo tenemos claro, muy claro. 

Tráiler:

 

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Ficha técnica:

Lemonade (Luna de miere),  Rumanía, 2018.

Dirección: Ioana Uricaru
Duración: 85 minutos
Guion: Ioana Uricaru, Tatiana Ionascu
Producción: Co-production Rumanía-Canadá-Alemania-Suecia; Mobra Films Productions, Peripheria Productions, 42film, Filmgate, Film I Väst
Fotografía: Friede Clausz
Música: Olivier Alary
Reparto: Mălina Manovici, Steve Bacic, Dylan Smith, Milan Hurduc, Ruxandra Maniu, Victor Gomez, Meghan Allen, Lisa Bronwyn Moore

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