Libros:
Stanley Kubrick’s Napoleon
Título: Stanley Kubrick’s Napoleon
Autor/es: Alison Catle (ed.)
Editorial: Taschen.
Año: 2018
Entrar en la mente de una persona puede ser un evento que no está prohibido a los cuya profesión no es parte del campo de la psicología. A veces basta con tener acceso a un sinfín de material para acercarse a lo que sería el universo arquitectónico que se mueve alrededor de una idea. Esto es lo que pasa al abrir el libro de Taschen, dedicado en su totalidad a aquel Napoleón de Stanley Kubrick que no pudo llegar al campo de batalla de las grandes pantallas. Una gran pérdida para los espectadores, por supuesto, cuyo estatus de inacabado nos lleva a tener cierto obsequio a la hora de abrir las páginas de este tomo (ochocientas páginas la versión en tapa dura); efectivamente, su lectura significa abrirse paso ante lo que fue más que una simple manía, el esfuerzo por volver real lo que se había ido desarrollando en la mente. No se trata, entonces, de un libro de “palabras”, sino especialmente de figuras, de fotografías, de notas y de frases breves.
El trabajo arquelógico se une así al concepto ucrónico, la presencia de algo que no existe pero que sí pudo ser. Lo que se estructura ante nuestros ojos son las posibilidades de lo que hubiera podido ser el mejor filme de Kubrick, ciertamente el más ambicioso. Ya no estamos en una situación de lectura, sino que al movernos por las páginas, según la rígida técnica de izquierda a derecha, logramos profundizar más hasta convertirnos en los espectadores de una operación pormenorizada, demostración esta del carácter laberíntico del director americano. Un laberinto, obviamente, que puede parecernos a nosotros, pero que a él, por supuesto, le resultaría claro, perfecto. El número casi infinito de detalles, entonces, nos permite perdernos en la arquitectura de la creación de un producto fílmico, huella de una serie de acciones que llevan desde la concepción de una simple idea (hacer un filme sobre Napoleón) hasta el despliegue de una serie de movimientos que nos recuerdan la disposición estratégica de los soldados en las batallas de los siglos que fueron.
Se concluye, esta distribución de informaciones, con la presencia del guion original, un pequeña joya que nos pone en una relación más profundamente simbiótica con lo que acabamos de leer (y, sobre todo, ver). El esqueleto narrativo se ve así agrandado por la presencia de aquellos elementos de referencia que componen la armazón visual (no completa, obviamente) que Kubrick tenía para su cuento épico. El ruido mudo que nos rodea pertenece por esta razón a la voz del director, una voz que si bien no tiene sonido reverbera por todas las páginas hasta convertirse en una presencia más física que abstracta. Movimiento triple, entonces, o sea distribución en tres niveles: el de lo que pudo ser pero no fue, el del movimiento de recuperación arqueológica y, finalmente, el del divertimiento puro, satisfacción esta de una sed de curiosidad y amor por el arte fílmico.