Críticas

Vuelo atemporal

Rocketman

Dexter Fletcher. Reino Unido, 2019.

Una vez más el cine nos transporta a otro tiempo a través de la música; en esta ocasión a la gestación de una estrella; a aquellos años de formación de una de las personalidades del mundo del espectáculo, que ha sido de gran relevancia en las últimas décadas del siglo pasado, e incluso hasta el día de hoy: Elton John. Y lo hace ahora, a través de flashbacks, de saltos en el tiempo y de la realización de cuadros con interesantes y bien puestos números musicales, para introducirnos de tal modo en su intimidad, en ese núcleo familiar que lo marcó de por vida y que propició la creación del personaje excéntrico que el público conoce.

Rocketman, biopic dirigida por Dexter Fletcher (Amanece en Edimburgo, 2013), inicia de una forma que atrapa de inmediato la atención del espectador: la glamorosa entrada de nuestro protagonista, ataviado con uno de sus acostumbrados atuendos tan estrafalarios y coloridos, a través de un largo y blanco pasillo, con una deslumbrante luz por detrás de él, que hace brillar el contorno de sus alas enormes, otorgando a la escena un aire de completa irrealidad.

El pasillo finalmente lo conduce a una reunión de rehabilitación, en la cual Elton John, interpretado por Taron Egerton (Robin Hood, 2018; Kingsman: el círculo dorado, 2017), comenzará a narrar sus memorias, los recuerdos de su infancia como Reggie Dwight –nombre real del artista–, sus primeros acercamientos a la música, su sorprendente y nato talento, pero sobre todo, la terrible relación con sus padres. A su vez, estas narraciones nos mostrarán, a lo largo del filme, la vulnerabilidad del artista británico, su timidez e inseguridad, y en especial esa imperiosa necesidad de afecto y reconocimiento, que por muchos años le fue negada.

A pesar de que Taron Egerton no fue la primera opción para el papel (antes se pensó en Justin Timberlake o en Tom Hardy), realmente hace una extraordinaria interpretación del músico inglés, incluso sin recurrir al uso de playback y vocalizar él mismo todas las canciones. Asimismo, la química entre Fletcher y Egerton, que habían ya trabajado juntos anteriormente en la cinta Volando alto (Eddie the Eagle, 2016), se nota en pantalla, haciendo gala de la buena mancuerna de trabajo que lograron de nueva cuenta.

Rocketman cuenta, además, con otras destacadas actuaciones, entre las que podemos mencionar a Jamie Bell (Las estrellas de cine nunca mueren, 2017), en el papel de Bernie Taupin, su incondicional amigo, compositor y letrista. A su vez, Richard Madden (Guardaespaldas, 2018), está perfecto en el papel de John Reid, su insensible representante.

Por su parte, Fletcher logra una solidez de estilo en la construcción estética del filme, en la ambientación y recreación de las épocas –por ejemplo al deslavar los colores para enmarcar su infancia– y además, en los permisos y libertades que se toma para crear los vistosos números musicales, que de pronto se vuelven tan fantasiosos, surrealistas y estrafalarios como el mismo personaje. Así como también consigue hacer una atinada definición de la personalidad de la estrella en cuestión, con sus altibajos anímicos, sus arranques, excesos, vicios y adicciones, y la dolorosa búsqueda de aceptación de su identidad sexual.

Resulta curioso que fuera él, Fletcher, quien terminara por encargo la película Bohemian Rhapsody, cuando su director original, Bryan Singer, fue despedido por “conductas no profesionales”. Y por lo mismo, es de esperarse que surjan las inevitables comparaciones entre ambas cintas, a tan corto tiempo de distancia entre una y la otra, debido en parte a las similitudes temáticas, y también por el hecho de recurrir de nueva cuenta a la probada fórmula del biopic musical. Sin embargo, Rocketman se percibe más redonda, con mayor sustento en su argumento, en la construcción del rol protagónico  y porque, además, logra penetrar a profundidad en la psicología del mismo, ahondando en sus miedos y traumas, en sus sueños y retos, en sus motivaciones como artista y en su necesidad de cariño ante el continuo rechazo paterno y la terrible indiferencia de su madre.

Por supuesto, es la música la pieza fundamental sobre la que se sustenta Rocketman, tanto el arte del filme como su diseño de producción están encaminados a lograr secuencias verdaderamente atractivas, y hasta explosivas, en las que las letras de las canciones no solo acompañan, sino refuerzan los mensajes narrativos del argumento. El resto de los personajes participan con sus voces en los cuadros musicales, que en ciertos casos son como diálogos que sustentan las situaciones por las que atraviesa el protagonista, así, permiten complementar una biografía que está enfocada sobre todo en el trabajo interior del protagonista; es en realidad una perspectiva desde un presente en la clínica de rehabilitación, en el que intenta resolver ese pasado que le duele y lo atormenta, por lo que asistimos como espectadores a un proceso de redención y perdón.

En definitiva, podemos estar seguros que los musicales son una fórmula infalible. Funcionan porque logran llegar al espectador y conmoverlo; son sin duda, la manera que han encontrado los estudios, últimamente, para que las nuevas generaciones se familiaricen con la música que vibró en los corazones de muchos en décadas anteriores, y para que los que ya conocen la música de estos ídolos conecten nuevamente con ella y conozcan a su vez al artista en su intimidad.

 

 

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Ficha técnica:

Rocketman ,  Reino Unido, 2019.

Dirección: Dexter Fletcher
Duración: 121 minutos  minutos
Guion: Lee Hall
Fotografía: George Richmond
Música: Elton John, Matthew Margeson
Reparto: Taron Egerton, Jamie Bell, Richard Madden, Bryce Dallas Howard, Steven Mackintosh, Gemma Jones, Tom Bennett

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