Críticas

Regreso al cementerio

Cementerio de animales

Pet Sematary. Dennis Widmyer, Kevin Kolsch. EUA, 2019.

Otra ración de eterno retorno, en esta ocasión a los procelosos terrenos del cine de horror. El género que vive siempre bajo la sospecha de falta de inspiración, de constante repetición de clichés y variaciones sobre el mismo tema, pero que suele funcionar en taquilla gracias al cómodo simulacro que supone para el espectador la digestión de nuestros miedos en forma de divertimento ligero. No lo duden, hay grandes obras maestras dentro de los cánones del miedo, pero lo cierto es que esas eternas críticas a los planteamientos del cine de horror convencional están más que merecidas.

Y en estas que nos encontramos el regreso a la oscura Maine extirpada de los relatos de Stephen King, puesta al día de un clásico que ya fue llevado al cine en 1989 con Cementerio Viviente (Pet Sematary, Mary Lambert), auténtica película de culto guionizada por el mismísimo padre de la criatura, el señor King.

Reconozco que no soy precisamente un fan de las novelas de Stephen King. Nadie quita valor al gran mérito de este famosísimo escritor de sacar el terror de los cementerios y las mansiones mohosas para llevarlo a los centros comerciales y barrios residenciales. Algo hay en sus escritos que llama poderosamente al lector, y eso se traduce en que se trata del escritor que más veces ha sido adaptado a la pantalla. Con grandes películas y sonoros fracasos (la mayoría) a las espaldas, parece que incluso el inagotable universo de King se desgasta, y toca ejercicio de revisión de clásico.

Para este nuevo viaje por los tenebrosos dominios del mal, contamos con la presencia, tras la cámara, de dos prometedores cineastas, Dennis Widmyer, Kevin Kolsch, pareja artística que sorprendió a los seguidores del género con la interesante Starry Eyes (2014), fábula perversa en clave satánica sobre el precio del éxito y de lo que somos capaces por realizar un sueño. Era cuestión de tiempo que esta pareja artística recibiese encargos de mayor envergadura, y con esas nos llega Cementerio de animales. El resultado, me temo, no cambiará la idea comentada al principio sobre el enquistado modelo de cine de horror. 

En mi opinión, Cementerio de animales surge con un problema base, y es que prácticamente todo el mundo conoce la historia en la que se basa, que tampoco es que sea el colmo de las sorpresas. Es más, este relato ha envejecido bastante regular, entre otras cosas, por la cantidad de ficciones a las que sirve como modelo. Hay que venir armado de convicción y valentía para la vuelta de tuerca a la historia de siempre y, por desgracia, Cementerio de animales peca de comodidad, de exceso de fe en que la historia se mantiene por sí misma, lo que resulta en un espectáculo eficiente, pero falto de carisma, de alma, de un punto de riesgo que la diferencie del resto de películas de terror clónicas.

Dennis Widmyer y  Kevin Kolsch tienen estilo. De hecho, su trabajo es lo mejor de la propuesta, y manejan con mucha sensibilidad los silencios y tiempos de la película. Construyen el ambiente malsano que necesita la atmósfera macabra de la presencia mística del lugar maldito. No diré que resultan aterradores en toda la magnificencia de la palabra, pero sí incómodos, culpables del desasosiego del espectador en los momentos más brillantes del filme. Por desgracia, esos instantes son los menos, y a pesar del empaque visual y del talento de los directores, Cementerio de animales avanza a trompicones sobre una trama predecible y falta de sorpresas, lastrada por la falta de definición de los personajes, ajenos y distantes, incapaces de conectar con el público, a pesar de las desgracias que los empujan a decisiones terribles. 

Tanto es así que no son pocos los momentos en los que la falta de lógica rompe completamente ese pacto no escrito entre creadores y público en el relato fantástico, acerca de las reglas de lo verosímil. En Cementerio de animales nos vemos obligados a arquear la ceja más de lo que nos gustaría. La magia del cine se rompe, y la cinta roza lo paródico, desmontada por los pasos en falso que el aspecto literario de la película ofrece.

En el último tramo, toda la calma que servía de esencia a Cementerio de animales se volatiliza con el acelerón casi suicida que imprimen los directores. Las cosas suceden sin mucho sentido y la propuesta se ve despojada de identidad, acabada como un ejercicio simplón de ABC del horror para salir del paso.

A pesar de mis palabras, lo cierto es que Cementerio de animales es bastante competente como espectáculo de género en gran parte del metraje, pero siempre queda la sensación de que podría haber sido algo más, con un poco de mimo en los personajes y la resolución de algunos momentos que desdibujan y sepultan los aciertos de la propuesta. Queda esperanza para el dúo de directores, talentosos y con la intuición para crear mundos espeluznantes, aunque en esta ocasión sus virtudes se han visto mermadas al servicio de los convencionalismos. Con la cantidad de basura infecta que se perpetra en nombre del género de terror, Cementerio de animales queda como una más, que no el enésimo espanto filmado con la taquilla como único objetivo.

El cine de terror merece más, sin duda, pero mientras llega ese algo diferente, habrá que conformarse con cosas como Cementerio de animales.

 

Tráiler:

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Ficha técnica:

Cementerio de animales (Pet Sematary),  EUA, 2019.

Dirección: Dennis Widmyer, Kevin Kolsch
Duración: 101 minutos
Guion: Dave Kajganich, Jeff Buhler
Producción: Alphaville Films / Paramount Pictures
Fotografía: Laurie Rose
Música: Christopher Young
Reparto: Jason Clarke, John Lithgow, Amy Seimetz, Jeté Laurence, Hugo Lavoie, Lucas Lavoie, Naomi Frenette, Alyssa Brooke Levine, Maria Herrera, Obssa Ahmed, Bailey Thain, Sonia Maria Chirila, Jacob Lemieux, Najya Muipatayi, Ines Feghouli Bozon, Constance St-Denis-Veilleux, Maverick Fortin, Rosalie Drouin, Ambre Dioh-Dikongué, Julia Jenni Karagioules, Lou Ferrando

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