Críticas

Un día de furia

Shorta. El peso de la ley

Shorta. Frederik Louis Hviid, Anders Ølholm. Dinamarca, 2020.

Los conflictos raciales son un tema objeto de atención por los informativos de muchas cadenas de televisión de casi todos los países europeos, por su crudeza e inspiración para el cine expresando argumentos de calado social y humano. Asunto siempre coyuntural que en la ficción, a veces, se reviste de thriller como marco genérico para expresar visualmente una tensión latente en las calles y barrios de muchas grandes ciudades de todo el mundo.

Shorta, el peso de la ley (Shorta, 2020, Dinamarca) es uno de los ejemplos que se asoma a la pantalla grande contando una problemática racial muy concreta y localizada. ¿Su relato se puede extender a otras sociedades? Está claro que sí. Se hace universal. Para reafirmarme traigo aquí otro título de calibre y tono más o menos parecido y de igual potencia que el filme que reseño. Se trata del largometraje francés, Los miserables (Les misérables, 2019), de Ladj Ly, que aborda una temática bastante parecida a la desarrollada en Shorta. Aunque no deja de ser el cine norteamericano el más prolijo en este cometido. Casi siempre desde planteamientos de denuncia. Un arma de mucho valor y aplomo más en tiempos convulsos donde la realidad supera la ficción. Más si cabe en los últimos tiempos al sentirnos conmocionados y consternados por episodios de violencia policial contra ciudadanos negros y el empleo de acciones muy coercitivas además de brutales y  cafres.

Un ejercicio de abuso de poder que está presente en esta película escrita y dirigida por el tándem creativo formado por Frederik Louis Hviid y Andres Olholm. El vocablo Shorta designa en árabe y en tono despectivo al agente de policía. Los migrantes tiene razones para justificar su repudio a las fuerzas del orden. El filme se hace eco del desprecio y muestra el conato como cine de acción sin omitir la reflexión y la crítica al racismo.

En su prólogo y durante la presentación de los personajes, se intercala un breve inserto muy significativo en la que vemos a un joven muchacho negro inmovilizado en el suelo por la rodilla de un policía sobre su cabeza. Una demoledora imagen que nos trae a la memoria más inmediata el caso de George Floyd. Un inserto que sirve de pretexto para el crispado relato que viene a continuación.

La acción se desarrolla en Copenhaguen, tiempo actual, y los personajes centrales son dos policías, dos patrulleros, Mike (Jacob Ulrik Lohmann) y Jens (Simon Seers) que por circunstancias del servicio han sido elegidos para formar pareja y compartir vehículo. Dos tipos diferentes, de temperamentos contrapuestos y personalidades enfrentadas. Los cineastas nórdicos se apuntan al subgénero de las buddy movies, un modelo para testar a los personajes y descubrir, desde un planteamiento dramático, un trasfondo exaltado y un contexto racial muy enrarecido. El ambiente, un polvorín subrayado por un creciente malestar social.

La repulsa de los emigrantes contra la impune violencia policial ha estallado. El detonador ha explosionado en una zona de la capital danesa con mayoría de población musulmana. El gueto se convierte en un campo de batalla. La furia y la rabia se ha instalado en el barrio periférico de Svalegarden. En este espacio, perfectamente acotado, con sus puntos fronterizos que delimitan su perímetro es el lugar en el que se van a adentrar los dos agentes de la policía urbana pese a las órdenes de los mandos superiores que aconsejan no entrar en el avispero, más si cabe al dar la noticia que el individuo castigado por la fuerza incontrolada de un policía ha fallecido en el hospital debido a sus graves lesiones.

La película tiene una estructura afín al género. Presentación de un conflicto de mucha tensión, somero detalle del perfil de los patrulleros que se van a convertir en gladiadores inmersos en un circo en el que tratarán de sobrevivir y descripción de un territorio comanche donde prácticamente cualquier vecino se convierte en un enemigo deseoso de ajustar cuentas.

Los primeros compases tienen un tono de colegas. Dos tipos diferentes, de temperamentos opuestos y una utilización de las normas antagónicas. Además, Mike tiene mala fama en el cuerpo por la utilización de métodos muy expeditivos. A pesar de su palmarés emborronado no duda en afirmar, con mucha ironía y mala baba, que saldrán a la calle a restituir la paz y el orden. Por otra parte, Jens es reacio a abrir su intimidad ante un compañero por el que no siente ningún aprecio y respeto. Se le ve ensimismado, a disgusto y esperando que la jornada acabe lo antes posible sin tener que reportar ningún caso que no sea multas por aparcamiento o intervenir en peleas por borracheras. Sin embargo el destino le va a deparar una experiencia que jamás olvidará.

El descenso a los infiernos y el camino hacia la angustia se inicia con un gesto de racismo de Mike que detiene a un joven de origen magrebí por considerar que se puede tratar de un traficante de drogas. Emplea malas prácticas policiales que enervan a Jens y, por culpa de este chispazo, se introducen, sin querer, en la ratonera, en la boca del lobo. Quedan atrapados en la zona más alejada del límite fronterizo del barrio, sin vehículo y sin posibilidad de ayuda. Esta áspera situación me recuerda a títulos pero por la fisicidad del emplazamiento, una escenografía urbana, me viene la memoria el electrizante título, The Warriors (1977), de Walter Hill. Una pandilla de jóvenes debe cruzar varios barrios de Nueva York perseguidos por las bandas líderes de cada territorio. Aquí son dos policías acechados por toda una comunidad que no mostrará ninguna compasión por su placa.

Esta parte articulada por un asedio brutal y pautada por escenas de sulfurosa violencia está filmada con densidad dramática y una estética visual crispada. Los interiores tienen una plástica excitada, fruto de una iluminación elaborada y colores impactantes, que refuerzan, junto al tono sombrío de algunos interiores y nocturnos que refuerzan su carácter negro, conforman una materia fílmica, un dispositivo visual que sobresale por encima de la trama.

La interacción de los personajes sacudidos por la incertidumbre de su suerte es otro aspecto destacado de la película y que dice mucho y bien del talento de los dos cineastas, el colofón final lo marca las consecuencias morales y de conciencia que Mike y Jens experimentan tras vivir apenas veinticuatro horas en el filo de la navaja y en medio de batalla por la supervivencia. Shorta, el peso de la ley es un thriller vigoroso, de testosterona, que actúa, en el fondo, como exorcismo y sentimiento de culpa del discutible pasado de los personajes.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Shorta. El peso de la ley (Shorta),  Dinamarca, 2020.

Dirección: Frederik Louis Hviid, Anders Ølholm
Duración: 108 minutos
Guion: Frederik Louis Hviid, Anders Ølholm
Producción: Toolbox Film
Fotografía: Jacob Møller
Música: Martin Dirkov
Reparto: Jakob Ulrik Lohmann, Simon Sears, Tarek Zayat, Issa Khattab, Özlem Saglanmak, Arian Kashef, Josephine Park, Dulfi Al-Jabouri, Michael Brostrup.

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