Críticas

Olfateando la vida

Perfumes

Les parfums. Grégory Magne. Francia, 2019.

La ficción cinematográfica continúa proponiendo contenidos que tienen un sesgo encaminado a proporcionarnos dosis de autoestima para resolver nuestros problemas o desánimos más inmediatos. La sociedad es muy exigente y jerarquiza a las personas en roles estratificados, en función de la valía y reconocimiento del género humano. En el ámbito del cine, podría servir de paradigma el axioma de «vales tanto como tu última película». En otros gremios se aplican otras frases que etiquetan a los individuos en categorías, desde el pedestal más alto hasta el escalón más bajo. Un organigrama de castas que nos hace representativos de lo que somos, cómo vestimos, qué coche conducimos, qué tipo de mujer u hombre va a nuestro lado y cuánto dinero y bienes poseemos. Una parte de la población tiene abundancia de todo y otra parte, muy elevada, tiene poco o nada. A veces, el que dispone de miserias por las que lucha para conquistar metas hermosas y vitales conjuga su apesadumbrada humildad con alguien que lo ha tenido todo a su alcance y, por culpa de una puñetera percepción psicosomática, su estatus se ha desmoronado hasta perder la confianza y la fe en sí mismo. Cuando dos seres que proceden de entornos diferentes se cruzan y tienen que convivir con sus temperamentos y carencias puede estallar un conflicto combativo o el continuo roce de esas dos figuras provocar el intercambio de frustraciones y debilidades para crecer juntos en la adversidad.

De esto va la producción francesa Perfumes (Les Parfums, 2020), escrita y dirigida por el realizador Grégory Magne. Está interpretada por dos actores que están bastante bien en la película y gracias a ellos el relato, en su esquematismo conmovedor, resulta agradable. Aportan la suficiente pizca de química para que su labor funcione como incontestable garantía para avanzar hasta el final de la proyección. Ella es Emmanuelle Devos, en el papel de la impermeable y exigente, Anne Walberg, una mujer que después de trabajar como creadora de fragancias para la casa Dior se encuentra en el dique seco, debido a un trastorno olfativo/cerebral que la ha arrastrado a una crisis productiva. Él es Grégory Montel, que encarna a Guillaume Favre, un desgraciado, un desecho de la sociedad, un simple y modesto chófer, que tiene una hija de 10 años y problemas económicos para conseguir la custodia compartida. En un papel secundario, aparece Gustave Kervern, también realizador, y si los brotes de la pandemia no se interponen, está a punto de estrenar su última obra, Effacer l’historique (Francia, 2020), codirigida con su colega habitual, Benoit Delépine.

Perfumes es una historia planteada como un ejercicio de autoayuda sobre dos personajes en las antípodas que necesitan rearmarse para afrontar obstáculos completamente diferentes hasta encontrar las claves del quid quo pro. Una estructura de manual muy explotada por el cine, que consiste en oponer a dos seres de raíz social antagónica, cuya constante y difícil convivencia logra, en el desarrollo del relato, más acercamientos que rechazos. Un modelo de argumento rancio y apolillado, solo sustentado y mantenido, como suele ocurrir, por el magnetismo, simpatía, buen hacer y solvencia interpretativa de la pareja actuante.

El comienzo de una película, a veces, es fundamental y anticipa bastante de los términos cinematográficos en los que se va, a desenvolver las peripecias de la trama; si hubiera o hubiese trama, claro está. En este caso, en Perfumes, el personaje masculino, Guillaume, está con su hija de 10 años en una piscina pública tras el curso de natación de la niña. Esta quiere un pastelito de la máquina expendedora para merendar. El padre está canino, apenas tiene unas monedas. Para complacer a la muchacha, zarandea violentamente la máquina para llamar la atención del vigilante y protestar, con el argumento falso de haber echado dinero sin la expulsión de la mercancía solicitada. El controlador abre con su llave el expositor y extrae el bizcocho. Guillaume, que se viene arriba, exige además que le devuelvan el cambio. Que, por supuesto, se le niega, y acepta el botín conseguido. Así es Guillaume, un superviviente de la economía de mercado del proletariado, sin apenas calderilla y peleando, no sin argucias, para satisfacer a su hija. Toda esta maniobra es la de un sinvergüenza muy pillo que quiere ser resolutivo como padre y diseñar una estrategia para que su hija le favorezca en su testimonio ante la jueza que tramita la custodia compartida.

En la otra punta del ring tenemos a Anne Walberg, una señora encopetada, que vive en un apartamento de lujo, que lo ha sido todo en el diseño de perfumes para la firma Dior y que por un problema que lo explica muy bien el profesor Ballester (Sergi López) padece un trastorno que le impide olfatear las cosas. Baja de autoestima y con el pedigrí cuestionado, se mantiene gracias a los trabajos esporádicos que le busca su agente. Tareas tan poco reconfortantes como encontrar soluciones aromáticas en espacios naturales o laborales, donde la presencia de un fuerte olor fétido empobrece el entorno. Su labor consiste en crear un antídoto para hacer la estancia o la brisa más respirable. Para este cometido necesita un chófer, y aquí aparece, Guillaume, un individuo con la soga al cuello por sus tribulaciones y vida personal, dispuesto a hacer lo mejor posible su trabajo. Pero las circunstancias van a hacer que afine también el olfato y actúe de socorrista y psicólogo.

El plebeyo y la ejecutiva. Lo prosaico contra la retórica. Un ardid convencional que, con esmero, puede ofrecer una historia bonita y encantadora, como así es, pero que a mi juicio se queda en lo simple y plano. El público saldrá contento y satisfecho. Dos seres que parecen escombros, cada uno con sus pintas, con una relación tensa y peleona al comienzo, liman sus aristas y compaginan su poca y mucha sabiduría, y dan con la fórmula para escapar del atolladero. Lo hemos visto y observado en cantidad de ocasiones. Nos habremos emocionado con sus aventuras y desventuras. Nos pondremos en sus pieles y les desearemos lo mejor. Si la dirección aporta calidad, fe, entusiasmo y partiendo de la nada se consigue trepar a algún escalón, mejor que mejor. Pero la fábula está muy vista. Y no consigue pillarme desprevenido. Me he armado con la mejor coraza y no le he permitido que me avasalle más allá de la gran interpretación de Emmanuelle Devos y Grégory Montel. Eso sí, lo repito. La gente puede salir más que satisfecha de la sala donde se proyecte este filme. Y, por cierto, algunas explicaciones sobre los perfumes y su composición es algo que me meto en la mochila. Siempre se aprende.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Perfumes (Les parfums),  Francia, 2019.

Dirección: Grégory Magne
Duración: 100 minutos
Guion: Grégory Magne
Producción: France 3 Cinéma, Les Films Velvet, Ciné+, France Télévisions, Région Ile-de-France, Pyramide Distribution, CNC, Indéfilms 7, Région Grand Est, OCS
Fotografía: Thomas Rames
Música: Gaëtan Roussel
Reparto: Emmanuelle Devos, Grégory Montel, Gustave Kervern, Zelie Rixhon, Sergi López, William Sciortino

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