Viñetas y celuloide 

The Star Wars

El mundo de las guerras de las galaxias nace como idea de George Lucas por haber él crecido con aquellas imágenes típicas de Flash Gordon y el formato en serie. Se supone, entonces, que este mundo había ido desarrollándose durante mucho tiempo y que, por esta razón, tiene que haber ido cambiando hasta encontrar su estructura final. Se podría además decir que, una vez que se había dado cuenta del éxito del cuarto episodio, Lucas tuvo que seguir imaginando el movimiento hacia un final satisfactorio (el quinto y el sexto episodio) para finalmente volver a los orígenes de este cuento fantástico (en el sentido de “fantasía”) muchos años después con las precuelas (antes despreciadas, hoy en día un poco más amadas). El Star Wars que hemos aprendido a amar (o hasta odiar, ya que cada persona tiene sus gustos) no es, por esta razón, algo que nació para nuca variar, sino que su arquitectura tuvo que adaptarse continuamente hasta llegar a un resultado final más bien preciso. La adaptación de J. W. Rinzler, The Star Wars, se pone así en una relación de juego arqueológico, permitiéndonos acceder a lo que sería la reconstrucción del primer borrador de George Lucas.

Una versión interesante, esta, pero no tanto de lo que hubiera podido ser, sino de un acto de transformación, fotografía de un movimiento en desarrollo, concreción de una posibilidad que aún no había terminado su camino. Acercarse a la novela con el objetivo de descubrir nuevos detalles tiene sentido, mientras que presuponer estar ante algo completo, unitario en su perfección, sería decepcionante; no se entiende aquí decir que The Star Wars no funciona, como si de algo tambaleante se tratara, sino que, exactamente como en el cuarto episodio, aquí estamos ante una historia que empieza in media res y que termina dejando abierto todo un sinfín de horizontes posibles. El lector, dicho de otro modo, tiene que darse cuenta de estar ante una parte (adaptada con mucha inteligencia) de una estructura textual más amplia y que, por esta razón, es posible acabar la lectura con un alto grado de curiosidad en lo que se refiere a los ex ante y a los ex post, o sea lo precedente y lo posterior, demostración esta de que la estructura en serie siempre había sido parte de la idea general de Lucas en relación a esta galaxia lejana.

Encontramos así la división entre los buenos (en una situación de inferioridad) y los malos (los que tienen casi todo el poder), así como a nuestros personajes principales en sus arquetipos, como el viejo sabio (Skywalker), el joven lleno de coraje pero con poca experiencia (Annikin), el ayudante en la forma del piloto alienígena (Solo), o el enemigo por excelencia, símbolo de la corrupción del poder y de la lucha contra la libertad (el emperador). Lo que resulta de la lectura de esta novela gráfica, entonces, es una visión bastante precisa de una idea general pero que, una vez comparada con lo que ha llegado a las salas de cine, demuestra también ciertas diferencias. La presencia de la muerte y del concepto de sacrificio, por ejemplo, tienen un peso a veces mayor en The Star Wars que en Episodio IV, lo cual lleva a notar ciertos detalles más violentos (en un sentido neutro y por nada negativo) en la novela gráfica.

Sería un error leer y analizar la novela solo en tanto producto en sí, como si nada tuviera que ver con el contexto que la rodea, pero el mismo problema se presentaría si quisiéramos acercarnos a ella sin darnos cuenta de que es un elemento de una estructura más grande. Esta dicotomía un poco absurda se resuelve como juego de relaciones entre lo que ahora tenemos (punto final de un trabajo de perfección, algo típico de cualquier producto fílmico) y la situación histórica de su producción (el hecho de haber sido pensado el borrador como punto de partida); en otras palabras, la lectura de The Star Wars, de Rinzler, tiene dos niveles, el de fruición simple (leo la novela gráfica porque quiero disfrutar de mi tiempo libre) y el de comparación (leo la novela gráfica porque quiero analizar las semejanzas y las diferencias con lo que se estrenó en 1977), los cuales se entremezclan abriendo un diálogo con la esfera cultural fílmica y no solo.

Estructuralmente, entonces, la adaptación de Rinzler funciona, y los pocos problemas que podemos encontrar (como la falta de un malo definitivo, imponente) se deben al hecho de ser un momento en el desarrollo de una arquitectura más compleja (y profunda). La relación no es la que se instaura en el ámbito de lo que hubiera podido ser, sino, como acabamos de decir, en el desarrollo de una idea, y por esta razón el análisis arquelógico nos permite adentrarnos en una serie de niveles que se mueven alrededor de un resultado que ya conocemos. Novela gráfica inteligente, The Star Wars es por esta razón una clave de lectura del camino hacia la concreción de unas ideas, el fotograma congelado de una acción in fieri.

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