Críticas

Cómplices de la barbarie

Blanco en Blanco

Theo Court. Chile, 2019.

Blanco en blanco - cartelFinales del siglo XIX, Tierra del Fuego. Pedro es un minucioso fotógrafo contratado por Mr. Porter, un poderoso latifundista con sombríos negocios, para que retrate su matrimonio. En la primera sesión quedará enamorado de la esposa Sara, apenas una niña, y se obsesionará con capturar su inocente belleza. Como consecuencia, se verá atrapado en un mundo rudo y hostil que le llevará a una degradación moral, convirtiéndose en cómplice de las atrocidades que ocurren en aquellas tierras: el genocidio selkman. Esta es la historia que nos propone el cineasta chileno Theo Court en su segundo largometraje con el cual cosechó éxitos en varios festivales internacionales, entre ellos, mejor director en la sección Horizontes del Festival Internacional de Cine de Venecia 2019.

Uno de los principales temas sobre los que orbita el film es el abuso de poder.  Los personajes se definen por el nivel de autoridad que tienen respecto a otros, habiendo una jerarquía de poder bien definida: terratenientes, cazadores a sueldo, sirvientas y, en el útimo eslabón,  la inocente Sara y los indígenas hostigados. Pero ninguno de ellos se escapa del yugo de Mr. Porter, el cual nunca aparece, siendo una metáfora del poder absoluto omnipresente. De hecho, la decadencia en la que se ve envuelto el personaje principal Pedro es a causa de la pérdida de poder y privilegios que tenía como retratista de Mr. Porter. Por actuar sin su consentimiento, fotografiar a Sara para su propio placer, será castigado trabajando como fotógrafo de los cazadores, convirtiéndose en testigo del exterminio de los nativos y aceptando una moral que en principio rechazaba.

blanco en blanco theo court

Junto a estas reflexiones, el director, a través del personaje de Pedro, plantea cuestiones ontológicas de la fotografía (incluso del cine): la cámara como máquina de reproducción de la realidad. Desde sus inicios, la fotografía ha sido considerada como un testimonio de la verdad. Pero esto no es más que una apariencia bajo la cual se encubre la construcción de un artificio. La «realidad fotográfica» no es la misma que la «realidad real». Así, vemos como Pedro busca capturar la belleza en las fotografías de Sara y de los cazadores (representadas formalmente a través de la relación 1:1), sin embargo, estas no revelan los horribles hechos que realmente esconden.

Esta idea de la artificialidad (reforzada en todo momento por la rigidez formal) tiene su máxima expresión en el plano final. Pedro escenifica con un detallismo obsesivo la caza de los selkman y, apremiado por el poco tiempo de luz que le queda, sitúa minuciosamente a los cazadores y los cadáveres nativos en el encuadre. ¿Es posible encontrar belleza en el horror? Nuestro protagonista, cegado por sus inquietudes artísticas, pierde toda noción de crueldad e inmoralidad que le rodea para conseguir la fotografía perfecta.

blanco en blanco fotograma

Hay que señalar que tras está intrincada ficción descansa un trasfondo histórico. Theo Court nos recuerda un trágico episodio de nuestra historia que parece haber caído en el olvido. A lo largo del s. XIX y buena parte del s. XX los colonos perpetuaron una auténtica masacre sobre los selkman, el pueblo amerindio que habitaba aquellos confines del mundo. Los terratenientes pagaban una libra por cada nativo muerto y los cazadores les llevaban sus orejas o testículos como garantía. Uno de sus principales responsables fue Julius Popper, el cual documentó fotográficamente las aterradoras expediciones genocidas que llevaron a cabo. El director ha confesado que estas fotografías han sido la piedra angular de todo el proyecto fílmico, el cual empezó con una ardua labor de documentación. En este sentido, el trabajo de ambientación en la película es excelente, siendo un auténtico retrato de la época.

Blanco en blanco es una propuesta arriesgada y como tal tiene sus consecuencias. La lógica narrativa se pierde en determinados instantes. Es cierto que hay una búsqueda de ambigüedad y misterio en todo momento, de que sea el silencio el que hable, pero esa confusión intencionada acaba siendo excesiva. También, las dos partes de la película, la obsesión de Pedro con la niña y la caza de los selkman (muy bien definidas visualmente por cierto) no terminan de armonizar juntas, pudiendo haber sido dos historias perfectamente independientes.

blanco en blanco - plano general

Pero estas carencias narrativas quedan más que compensadas por el magnífico ejercicio audiovisual que se nos plantea. El film es un espléndido viaje sensorial gracias al tratamiento de las imágenes, mérito de Court y José Ángel Álayón, director de fotografía. El juego de la luz con los espacios, composiciones a modo de obras pictóricas, la frontalidad y el estatismo de la cámara; el constante uso del gran plano general, tomas muy alargadas y sutiles movimientos de cámara recorriendo el plano como al acecho de algo consiguen atraparnos en una atmósfera fría, angustiosa e inquietante que funciona perfectamente con la perturbadora historia que nos cuenta: el abuso de poder sobre la pequeña niña y sobre los indígenas.

De esta forma, el director nos traslada a los albores del s. XIX y, a través de Pedro y su cámara, nos convierte en testigos del genocidio selkman, haciéndonos, al mismo tiempo, cómplices de la barbarie.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Blanco en Blanco ,  Chile, 2019.

Dirección: Theo Court
Duración: 100 minutos
Guion: Theo Court, Samuel M. Delgado
Producción: El Viaje Films, Don Quijote Films, Kundschafter Films, Pomme Hurlante Films
Fotografía: José Ángel Alayón
Música: Jonay Armas
Reparto: Alfredo Castro, Lars Rudolph, Lola Rubio, David Pantaleón

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