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Las mujeres de Jane Campion

Pienso que debo adquirir mayor conocimiento en la vida,
hay una luz que debe brillar, se que está ahí”.
Isabel Archer en Retrato de una Dama.

 

El año 1993 fue especialmente importante para la mujer en el cine, ya que por vez primera una directora era reconocida en Cannes con la Palma de Oro a mejor película. Remando contra corriente, la voz de Jane Campion se alzaba con su cinta El piano representando personajes no estereotipados, para exhibir su lado humano e imperfecto.

Las mujeres siempre presentes en el cuerpo cinematográfico de esta realizadora, a pesar de pertenecer a contextos históricos y sociales radicalmente diferentes, mantienen una serie de atributos comunes a todas ellas. Destaca una inesperada fortaleza a pesar de su condición de debilidad dada principalmente por su género en sociedades machistas o por una salud mental desequilibrada, a veces por la excepcionalidad de su carácter ante la confrontación con el turbulento espacio masculino y patriarcal.

Su cine, constituido a través de los años como una forma de expresión íntima y personal, descubre la complejidad femenina tan difícil de capturar, entretejiendo sus propias vivencias, temores y deseos con los de las heroínas por ella construidas, y con los suscitados en el espectador.

Tanto en sus protagonistas como en los roles secundarios encontramos atributos similares que reflejan la contradicción humana: por un lado se nos presentan seres vulnerables y fuertes como Fanny en Bright Star, una joven con ímpetu de crear y amar sin medida rompiendo cualquier convención de la época, por otro, personajes solitarios, insertos en una sociedad que les exige ciertas normas, como Ada en El piano, una viuda obligada a abandonar su hogar para contraer un arreglado matrimonio en Nueva Zelanda; o mentalmente frágiles sin por ello dejar de ser brillantes como la escritora Janet Frame en Un ángel en mi mesa, que atravesó por una serie de depresiones y tratamientos psiquiátricos, sin dejar de atender su llamado a escribir pese a todo.

Crea personajes excéntricos, perturbados o desbordados de emociones, como Dawn en Sweetie, o Frannie en In the Cut, marcados por su contexto histórico y familiar, determinados por el marco socioeconómico, que tan bien sabe dibujar sus historias. Mujeres que deben pelear por su lugar en un ámbito masculino, en ocasiones hostil, misógino y sumamente violento.

¿Quién es Jane Campion?

Su consistencia y vasta filmografía han llevado a la realizadora neozelandesa a ocupar un lugar destacado en el mundo cinematográfico desde los años ochenta en que incursionó en él con atrevidos cortometrajes, para continuar hasta el día de hoy, migrando a la televisión con la serie de misterio Top of the Lake. En todos estos años optó por adaptaciones de obras literarias, cine de época o películas dolorosamente actuales y posmodernas.

Lo anterior demuestra su tenacidad para permanecer décadas activa en una industria que requiere no solo talento para mantenerse a flote, sino también capacidad de transformación, observación de nuevas tendencias, y saber introducir sus manías en diversos géneros, formatos y plataformas.

Nació en Wellington, Nueva Zelanda en 1954. Sus padres, ambos actores teatrales formaron un entorno familiar complicado para sus dos hijas Anne y Jane (su primogénito murió a los pocos meses de haber nacido), y para un hermano varios años menor. La suya fue una niñez peculiar, marcada por los episodios de desequilibrio mental de su madre, su ausencia por las estancias en una institución psiquiátrica, y por una figura paterna no confiable, con inclinaciones a la infidelidad.

La joven pronto buscó un camino propio, alejado del drama doméstico. Estudió Antropología en la Universidad Victoria de Wellington, y pintura en la Escuela de arte de Chelsea en Londres y en la Facultad de Sydney. Comenzó dirigiendo en los ochenta una serie de cortometrajes tras estudiar en la Escuela australiana de cine y televisión.

En 1986 obtuvo la Palma de Oro al cortometraje por Peel (1982), y ya en 1989 dirige su primer largometraje Sweetie, seguido un año después por Un Ángel en mi mesa, trabajos en los que ya se puede notar la fijación por una representación humana de sus protagonistas, más allá de los arquetipos por décadas edificados.

Trabajó seis años para crear el guion de El piano (1993), en la que observamos a Ada, interpretada por Holly Hunter, una mujer con un fuerte conflicto interno y que, a través de la música, encuentra una voz interior que se negaba a salir. A la par que, mediante la relación con su hija, Campion proyectará ciertos sentimientos y conflictos con su propia madre.

Retrato de una dama (1996), adaptación de la novela de Henry James, con las actuaciones de Nicole Kidman y John Malcovich, la mantuvo en la línea del cine ubicado en otro época, dirigiendo la mirada a una mujer adelantada a su tiempo, que no desea el matrimonio como las demás.

Esta década tan prolífica en su carrera se cierra con la cinta Holy Smoke (1999), en la que volvió a dirigir a Harvey Keitel al lado de Kate Winslet, en un relato sobre las pasiones y la manipulación mental. In the cut (2003), continúa en este viaje hacia las atmósferas turbias y oscuras propicias para explorar los deseos e instintos humanos, a partir del personaje de Frannie (Meg Ryan como nunca se le había visto), una maestra en busca de respuestas que la llevan a involucrarse en la investigación de crímenes envueltos en el misterio y la misoginia.

En 2009, tras una pausa, Campion regresa al cine de época con Bright Star, explorando la corriente romántica al retratar la vida de Fanny Brawne (Abbie Cornish), enamorada profundamente del  poeta inglés John Keats. El punto de vista narrativo es el de ella, quien rechazó lo establecido para sublimar un amor idealizado, que no se llegó a consumar por la pronta y trágica muerte del poeta a los veinticinco años.

En años recientes decide probar suerte en la pantalla chica con Top of the Lake, en un momento en que las series televisivas han generado un sinnúmero de nuevas y arriesgadas propuestas. Como ella misma lo expresa en la conversación que tuvo en The Film Society of Lincoln Center en 2017: “hoy en día encuentro mayor libertad de experimentación en la televisión, que se encuentra en su era dorada; mientras que el cine ya no me inspira de la misma forma, porque de ser un lugar para explorar ideas se ha convertido en uno para complacer”.

Campion ha experimentado en distintos ámbitos, sin encasillarse en uno específico. La esencia de mujeres acosadas, rebeldes bajo la presión social, que exploran su sexualidad, será el hilo conductor de su filmografía, más allá de la situación específica de cada una.

En ello radica su sello particular como autora, la proyección de su yo más íntimo, reflejo de una determinante situación familiar, la problemática de sus padres y el disfuncional núcleo establecido a partir de ellos.

En su libro Jane Campion: Authorship and Personal Cinema,

Alistar Fox hace un análisis sobre la afectación psicológica del entorno familiar, para concluir tajantemente que tanto su padre como su madre, aparecen reiteradamente en sus películas; los traumas no resueltos se presentan en forma de roles o escenas que reflejan la psique de la autora, “su cine es el acceso a su subconsciente como manera de trabajar asuntos personales, aspectos de su experiencia en una atribulada –aunque brillante- familia”. (Alistar)

Las mujeres de Campion

Su trabajo es una aproximación al cuerpo femenino, a la mente y al sentimiento sobre lo que ser mujer implica y significa. Como ella, sus heroínas no se adaptan a reglas ni se rigen por convencionalismos, movidas por un motor interno, usan sus debilidades como medio hacia un destino erigido por ellas mismas, muchas veces flaquean ante los terrores que las afectan.

Habla de ser doblemente marginado: como mujer y encima distinta a las demás, ya sea por alguna discapacidad o por ser demasiado atrevida, por desear demasiado, por poseer un mundo interior fértil para expresarse literariamente; por amar la música más allá de todo, por poseer pulsiones turbulentas y primitivas, por sucumbir a los bajos instintos pocas veces retratados en pantalla con la desfachatez de la realizadora.

En sus historias se explora la relación entre hermanas, espejo de un lazo bastante conflictivo con la suya. Vínculo complejo como el que observamos entre Kay y Dawn en Swettie, o de profunda codependencia como entre Frannie y Pauline en In the Cut. Asimismo, la relación madre e hija se aborda en El piano, entre Ada y Flora, a través de la unión sólida y cercana. “Visualmente son versiones una de la otra, se visten de forma similar…defienden sus intereses, sueltan sentimientos internos a través del arte –Ada tocando el piano y Flora en la danza-, ellas interpretan sus deseos sin necesidad de palabras”. (Alistar)

También hay una fuerte alusión a las depresiones que sufría su madre y su influencia en la juventud de Jane. Los tratamientos con electroshocks son replicados en la estancia en el hospital de Janet Frame, que representa claramente un cierto homenaje a Edit Campion, quien también era escritora, y como Janet, volcó en el arte su inquietud interior a pesar de la inestabilidad emocional que la dominaba.

Por otro lado, la figura paterna, idealizada, añorada e incluso incestuosa, se asoma tanto en Un ángel en mi mesa, como en Sweettie, mientras que en In the Cut, o en El Piano, se trata de una presencia dolorosamente ausente.

Las puestas en escena

En cuanto a la forma en que Campion usa el lenguaje cinematográfico, sobresale el aspecto visual, en el que los elementos que componen los encuadres están cargados de un enorme simbolismo. Reflejan la importancia de ciertos objetos en su historia personal, que se vuelven la entrada a pensamientos y recuerdos de su infancia.

En Un ángel sobre mi mesa Frame usa un uniforme escolar del tipo que usaba la madre de Jane. Además, la niña se pone unas botas contra agua un tanto aparatosas que remiten a su niñez.

En El piano el imponente instrumento varado en la playa es a la vez un símbolo de estancamiento, de anhelo de libertad, imposibilidad de movimiento, pero también significa la voz que ha sido contenida dentro de la protagonista que encuentra salida a través de las notas que ese viejo piano toca.

La iluminación y sobre todo el color son utilizados para crear escenarios a veces oníricos como en Bright Star, en que la naturaleza forma paisajes de una belleza casi irreal, las flores, la nieve y sobre todo la secuencia en la que las mariposas revolotean por la habitación dan un sentido de ensoñación a las imágenes.

Sin embargo, en otras ocasiones la puesta en escena está en función de trazar ambientes opresivos e irritantes, como los

departamentos, comisaría y bares en In the Cut, en la que predominan los colores chillones, brillantes, y las luces que pintan a través de los cristales, se cuelan por las ventanas de edificios cutres y deteriorados, reforzando la sordidez de la historia y del bajo mundo que se recrea.

En Sweetie, dos hermanas lidian con la disfuncionalidad familiar, la turbulenta historia sacude y golpea al espectador. Los planos plagados de elementos simbólicos nos dejan ver que el miedo de Kay es hacia ella misma, a su propia sexualidad, afligida por la obsesión de su padre por su desequilibrada y políticamente incorrecta hermana, Dawn.

El árbol en Sweetie, se presenta como símbolo de la creencias y supersticiones de Kay, su temor al destino y el reflejo de su frigidez, de sus aprensiones a relacionarse con su pareja. Elemento que se impondrá en su vida para causar infortunios y malestares. Incluso será desde una casa en un árbol de donde caerá Dawn, y por si fuera poco, las raíces de otro, estorbarán en el entierro de su hermana.

La locura y lo trágico transitan por sus filmes como algo imposible de evitar en el transcurrir del tiempo y de la vida. El impulso sexual, la represión o exploración del mismo también atraviesan la mayor parte de su filmografía.

Los rasgos distintivos de las protagonistas las hacen destacar sobre los demás; tenemos por ejemplo a Janet Frame, con un cabello crespo y de un color naranja brillante, que hace que no puedas dejar de verla. Fanny por otro lado, es una amante de la moda francesa, diseña ella misma los modelos que usa, y es criticada por las damas de la sociedad, aunque a ella no le afecta lo que opinen.

Voces en off, comúnmente utilizadas por Campion, se presentan en forma de introducción en Retrato de una dama; mujeres mirando a la cámara, reflexionando sobre la condición femenina. Un prólogo que funciona como extensión anacrónica y fuera del contexto que la historia pretende contar, así la esencia de lo femenino traspasa lugar y tiempo para instalarse en sus películas como algo inherente y vital.

Otras películas inician con voces en off , pero en El piano resulta especialmente crucial, permitiendo acceder al interior de Ada, como complemento y eco de sus emociones, sensaciones y desasosiegos.

Campion experimenta con las formas, es siempre creativa y atrevida. Aun incursionando en distintos géneros y tiempos históricos, su perspectiva generalmente es la misma: la desafiante experiencia femenina.

Hay en ella una reiteración constante y sutil de los traumas de su vida familiar que aparece transformada, disfrazada bajo la careta de cada rol.

Lo femenino en Campion no es necesariamente lo sensible o lo bello, sino lo humano, lo instintivo, lo turbio y violento, naturaleza vital de un universo comúnmente reprimido. Las mujeres de Campion son reflejo de un cine tan subjetivo que parece brotar de sus entrañas.

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