Críticas

Disparo al blanco

Fatum

Juan Galiñanes. España, 2023.

Juan Galiñanes es una nueva voz narrativa que irrumpe en el cine español eligiendo el thriller como carta de presentación. Fogueado como montador en el terreno de la series de televisión y con algún crédito como guionista (Quién a hierro mata, 2016), da el salto a la realización de largometrajes proponiendo un áspero y espinoso drama lleno de tensión y conflictos éticos y morales.

Su ópera prima es Fatum (2023, España) que está planteada como una afilada diáspora en la que convergen dos hombres situados en escalas diferentes. Por una parte está Pablo (Álex García), un tirador de élite que pertenece a las fuerzas especiales de asalto de la policía y, en el otro lado, Sergio (Luis Tosar), ubicado en los márgenes de la sociedad y ludópata irrefrenable. Estos dos tipos están en el mundo reflejando existencias enfrentadas y completamente diferentes. Sus posiciones en la vida y la jerarquía desigual de los estratos sociales a los que pertenecen muestran dos personalidades sin ningún nexo en común. Sin embargo, el caprichoso azar y la envenenada casualidad, que siempre dicta su juguetona ley, les pondrá en el mismo escenario en una situación complicada de manejar.

La acción de la historia se sitúa en La Coruña (Galicia), una tierra del noroeste de España, pródiga últimamente en rodajes llamativos, como As bestas (Rodrigo Sorogoyen, 2022), con otros más modestos pero de notable ambición artística, como Lo que arde (Oliver Laxe, 2019), entre otras producciones de singular y ecléctico género. La película comienza con un amargo y desalentador cuadro social paupérrimo. El inicio de la función retrata una estampa del desnivel en el que están sumidos los desfavorecidos de cualquier privilegio. Sergio corre detrás de su mujer e hijos para taponar la enésima crisis conyugal a causa de su querencia por las apuestas deportivas. Quiere evitar que su esposa tome el autobús y huya a casa de sus padres como salida a la desesperación y el hundimiento familiar.

Esta secuencia, dura, infeliz, teñida de realismo y habitual en determinado cine dramático de desavenencias maritales, recuerda, salvando las distancias, el estilo desolador y el dispositivo visual del desapacible corpus temático de Ken Loach. En esta apreciación y sintonía ayuda mucho la adusta y rugosa interpretación del polivalente actor Luis Tosar, de rostro demacrado por el rigor del desempleo y cuya crudeza en su lenguaje corporal refleja, aún siendo un cliché, su irresponsable talante y perfil perdedor. Pero su ahínco y fe en la composición de su personaje traduce a la vez compasión y una estima dubitativa. El realizador lo protege y desea que el espectador empatice con él. Las segundas oportunidades revolotean en la propuesta. La versatilidad de Luis Tosar, en un estado de forma supremo (lleva varias temporadas tejiendo una variedad de figuras de gran hechura), permite conjugar actitudes positivas y  de confianza como disiparlas en un abrir y cerrar de ojos hacia posturas de patologías crispadas, generando pena y desasosiego. Tosar es eso, instinto, profesionalidad y método.

Sergio necesita de un golpe de suerte para redimirse ante su mujer, recuperar el dinero despilfarrado y ordenar su existencia. El riesgo de desahucio se incrusta en su descerebrada mente. Un amigo le cuenta el amaño de un partido de fútbol y con el poco ahorro guardado en un sobre se precipita a un garito de apuestas arrastrando a sus hijos a efectuar un todo por el todo y obtener la anhelada ganancia para volver a la casilla de salida. Todo perfecto y cuando está a punto de obrar el milagro y cobrar el rédito de la apuesta, unos individuos asaltan el local para robarlo. La fortuna se evapora. Como a Sterling Hayden en Atraco perfecto (The Killing, 1956), de Stanley Kubrick.

El mal fario es un estigma que acompaña a Sergio. Este personaje es fruto de una vida sin rumbo y apaleada. Está entre la espada y la pared. Pero el guion todavía le aprieta y le retuerce todavía más. La presión sobre su alma y conciencia es angustiosa. Su pusilánime estrategia e inconsciencia permite que sus hijos sufran la imprudencia de quien les tiene que proteger. La película sigue golpeando a Tosar y está a punto de mandarlo a la lona. Él, sus retoños y clientes habituales son rehenes de dos nerviosos muchachos enmascarados, mientras en el exterior las fuerzas del orden rodean el local por la gravedad de los hechos.

Pablo, el otro personaje masculino de relieve en la trama, acude al sitio de apuestas como experto francotirador, con la finalidad de acabar con los delincuentes y eludir que pongan en riesgo la vida de los retenidos. Su ansiedad es evidente y se palpa. Está agitado: tiene un hijo de corta edad en el hospital, esperando una donación para salvar la vida. Esa preocupación lo atenaza y lo vuelve falible. Es otra estrategia de Juan Galiñanes para humanizar a su criatura e insuflar suspense a un momento de máxima tensión.

Son muchas las emociones y estados de ánimo que hierven en el entretejido de las dos posturas. Dos hombres sin nada que ver y, en el próximo giro de guion, el argumento los arrimará en un cara a cara maquiavélico. Se impone una belicosidad agresiva en la moralidad de Sergio. Si ya de por sí era oscura e infame, ahora se torna vengativa y sin ningún tipo de escrúpulo. La rabia y desesperado temperamento de Sergio se limita a ”yo te doy, tú me das”. Así de fácil.

Toda la parte final, en plena explosión de la fuerza demoledora en la interpretación de Luis Tosar, se construye en un hospital, en el que coinciden, por el arte del birlibirloque del guion, el delincuente que arremetió contra el chiringuito de las apuestas ingresado mal herido, el hijo de Pablo cuya salud ha empeorado y puede seguir viviendo si recibe en breve un trasplante y el cadáver del hijo de Sergio abatido por error.

Aquí se libra una batalla ética y de favores mal compensados. El recato de Sergio a transigir a la desproporcionada e inconsciente demanda de Sergio para equilibrar la disparidad de sus mundos y conciencias. Aquí está el punto álgido de Fatum, crispado y de sujetos a un paso de traspasar la línea prohibida. Juan Galiñanes retuerce el clímax y lo lleva al paroxismo. En la hipérbole de acontecimientos resuelve acometer soluciones novelescas y deslizando los sucesos hacia el espectáculo arbitrario. La acción se desmadra y los árboles no dejan ver el bosque. Después de un día de ira y furia el epílogo atempera todo lo que hemos visto. No hay mal que por bien no venga.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Fatum ,  España, 2023.

Dirección: Juan Galiñanes
Duración: 91 minutos
Guion: Juan Galiñanes, Alberto Marini
Producción: Vaca Films, Playtime Audiovisuales, RTVE, Televisión de Galicia (TVG), Amazon Prime Video
Fotografía: Álex de Pablo
Música: Manuel Riveiro
Reparto: Luis Tosar, Álex García, Elena Anaya, Arón Piper y María Luisa Mayol.

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