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Robbie Williams

Robbie Williams no está orgulloso de su pasado. Solo basta ver la serie documental de Netflix que lleva su nombre (Robbie Williams, Joe Pearlman, 2023) para entender el porqué. Ese mismo que empezó en el papel del chico malo en la banda de pop Take That y en su carrera en solitario se convirtió en uno de los artistas más exitosos de Gran Bretaña y el mundo entero (después de Los Beatles y las Spice Girls) con más de 75 millones de álbumes vendidos, se ve como un fracaso. Aquel que fue votado como el artista más grande de los noventa en su país natal y ha llenado estadios en toda Europa, América Latina, Asia y Australia, nunca pudo con Estados Unidos, una frustración que todavía no ha podido superar.

La serie documental muestra al Robbie de ahora, que está llegando a los cincuenta, casado y con cuatro hijos, viendo todo el material que se ha grabado detrás de cámaras de sus más de treinta años de carrera. Y es sorprendente verlo de otra manera, de ser testigos de la caída de un ídolo, ver el odio que realmente sentía por Gary Barlow (la cara principal de Take That), su pelea con Guy Chambers (el coescritor y productor de sus primeros álbumes) que llevó al radical cambio de estilo en su carrera, sus relaciones personales desde la intimidad, sus adicciones y el abuso de esteroides, el fracaso de su álbum «Rudebox«… Todo está ahí, confrontando al Williams de hoy con el joven rebelde que creía tener el mundo en sus manos.

Este Robbie adulto no quiere ver, a veces, la película de su vida, porque sabe lo que viene, es consciente de sus excesos y fracasos, y lo único que le queda es observar en la pantalla de su computador su lento descenso, mientras le habla a la cámara en el presente, explicando y justificando la rebeldía que siempre lo ha caracterizado.

Williams asegura que solo desde Intensive Care, su álbum de 2005 y la razón de su gira Close Encounters Tour, se sintió realmente haciendo una carrera en solitario, pues sugiere que lo demás fue moldeado por «otra persona», refiriéndose a Guy Chambers. Y, curiosamente, ese fue el comienzo de su «fracaso» comercial. Durante esa gira lanzó Rudebox, el álbum menos vendido en su carrera y el más criticado, al ofrecerle al público un estilo completamente diferente que no fue bien recibido por sus seguidores, así Williams asegure que es el trabajo del que se siente más orgulloso.

Entonces, ¿quién era ese Robbie excéntrico y rebelde que tantos amábamos y admirábamos? ¿Fue todo un montaje, una actuación, un personaje más, un producto más de la industria musical? ¿Hemos sido engañados y manipulados por la industria con un músico perfectamente amoldado a los gustos del público? No sería raro, no es la primera vez que esto sucede…

Todas estas preguntas, y más, surgen a lo largo de los cuatro reveladores e intensos capítulos de esta serie original de Netflix que vale la pena ver, para los fanáticos del artista y para quienes no lo conocen, pues acá encontrarán a un joven soñador al que la presión de la fama y la vida pública fueron destruyendo.

La música tiene un gran significado en la vida de quien la escucha. Yo he sido seguidor absoluto de Williams desde el lanzamiento de «Angels», su canción más popular, y estuve en la primera fila en el primer concierto en Buenos Aires del Close Encounters Tour. Para mí, uno de los mejores conciertos en los que he estado, mientras que para Williams esta gira significó su quiebra emocional profunda, una experiencia terrible que marcó un antes y un después en su carrera. Es curioso ver cómo cambia el valor de los recuerdos según la persona, un momento que tanto disfruté y en el que el cantante británico se lució, Williams ahora lo mira con lástima y hasta pena.

Eso hace este documental, nos invita a acompañarlo en un recorrido emocional de su vida y reflexionar acerca de sus locuras de la juventud, desde la madurez de hombre de familia que vivió el cliché de película romántica: el amor fue lo que lo salvó de lo más profundo del abismo. Él ya lo había dicho (¿o predicho?) en una de sus canciones: Love, only love will set you free (El amor, solo el amor te hará libre. De la canción «Love Somebody», del álbum Escapology, 2002)

Y sí que lo liberó, tanto que hizo las paces con su pasado y volvió como una oveja arrepentida al remanso del que salió, Take That, con los que terminó en una pelea de la que todos fuimos testigos en su canción “No Regrets”, el desahogo de su herida abierta. Aunque con la reunión rompen todos los récords en Inglaterra (porque la nostalgia vende, es indudable), Robbie Williams jamás volvió a ser el mismo. Quizás eso haga parte de su recuperación del alcoholismo, proceso del que somos testigos a lo largo de los capítulos y de la mano de su protagonista.

Hoy en día, Williams se ha divorciado de su tierra natal, vive en Los Angeles, dónde nadie lo conoce ni lo acosa por ser la gran estrella de pop que es fuera del país del Tío Sam. La gente lo ama, así la prensa le encante destruirlo y otros artistas consideren que no tiene talento. No en vano, «Angels» fue votada por los ingleses como la mejor canción británica del siglo pasado. Pero lo que fue, ya no es… ¿Y volverá a serlo? Lo dudo. Pero continúa siendo el mismo egocéntrico y a veces antipático que la prensa tanto odia y no puede soportar, la serie es toda sobre él y pierde oportunidades valiosas de profundizar, pero Williams no quiere ser testigo de tanto dolor. Nos queda este testimonio de otras épocas, cuando Robbie Williams tenía el mundo entre las manos y, lentamente, se le escapó.

Tráiler:

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