Críticas

El desafío de uno mismo

El palacio ideal

L'incroyable histoire du facteur Cheval. Nils Tavernier. Francia, 2018.

En tiempos de pandemia y con la distribución muy atascada la exhibición se nutre de piezas invernadas. El palacio ideal (L’incroyable histoire du facteur Cheval, Francia, 2018), de Nils Tavernier, es un ejemplo. Una cuidada producción gala que lleva a la pantalla la curiosa y sorprendente historia del cartero, Joseph Ferdinand Cheval, un funcionario de correos que todos los días recorría no menos de 25 kilómetros repartiendo cartas en la zona rural en la que vivía. Este personaje, al que le gustaba guardar postales con motivos exóticos y estampas de países lejanos, pasó a la posteridad por emplear su tiempo libre en la insólita construcción en el jardín de su casa de un heterodoxo castillo como regalo a su hija, Alice. Este empeño le llevó más de 30 años de dedicación y constituyó, en el correr del tiempo, de visita obligada para quien quisiese admirar una edificación llevada a cabo por un hombre sin conocimientos previos de arquitectura y diseño. Sólo se manejaba con los mínimos recursos en albañilería. En 1969 el ministro de cultura, André Malraux, declaró el monumento patrimonio nacional. «El palacio ideal» cuenta esta historia.

El actor Jacques Gamblin compone un taciturno, introvertido, apocado, tímido y opaco Ferdinand Cheval. Un cartero de muy pocas palabras y entregado a su trabajo con una dedicación sin mácula alguna. Laetitia Casta encarna a Philomene, una aldeana solitaria que encuentra en Ferdinand un compañero como marido. No muy comunicador y con las emociones atascadas pero no por ello hay que subestimarlo, como alega Philomene ante su mejor amiga de la zona, que la revela una intimidad: es inquieto en la cama y la ha dejado embarazada. Dos seres antagónicos y diferentes que, sin embargo, encontraron el equilibrio, forjaron una relación indestructible y se apoyaron mutuamente. Tuvieron una hija, Alice, que falleció a temprana edad víctima de una enfermedad.

La película comienza en 1873, en un episodio triste y el cementerio como decorado. Ferdinand se queda viudo y la tutela de su hijo es encomendada a unos parientes sin que el cartero haga mucho por impedirlo. Detalle destacado y muy bien utilizado porque avisa del carácter ensimismado y refractario del personaje, con un perfil hosco e impermeable a mostrar reacciones y dejar ver sus afectos. Sin embargo, pese a sus dificultades de socialización y hosco hermetismo es capaz de conquistar y casarse con una bella, sensual y amable mujer con un cortejo tratado en elipsis.

Pero la coraza levantada para esconder o disimular sus sentimientos y emociones se derrumba cuando Alice, su pequeña, le conquista con su simpatía y le roba el corazón. Ferdinand se muestra cariñoso y se postula como padre que quiere y cuida a los de su sangre. El melodrama romántico, con hombre huraño incluido, marca su territorio pero el punto de inflexión lo causa un accidente. Una mañana, Ferninad, de ruta repartiendo correspondencia, tropieza con una piedra semi enterrada en el camino. La destapa y descubre una roca con una erosión y forma muy peculiar, que le proporciona una idea más propia de un majadero. Construir un palacio, dedicárselo a su hija y desear que el día de mañana cuando ella encuentre el chico de su vida se case en el palacete.

La niña fallece y la tragedia y desesperación sobrevuelan el argumento. La muerte, lo deja tocado y todavía más misántropo, pero no le apea de la obsesión, de trabajar, piedra a piedra, unidas con mortero, en una construcción colosal y mezcla de estilos e influencias.

Ferninand se aisla en su mundo y se muestra psicótico en su fuero interno, encaminado a cumplir su maniática empresa, el homenaje a su hija. Este proceso está salpimentado con códigos argumentales que los franceses elaboran con mucho mimo y entrenada habilidad. Son relatos donde los vectores de amor y tragedia están diseminados con un rigor y exactitud que calan con facilidad en el público, que asiste a las dichas y desdichas en un trazado tan formidable para el sentimentalismo como formulario en su narración. Un tipo de cine que cada día prolifera con cierta asiduidad, llega a la cartelera, gusta por la emotividad de siempre y sales de la sesión habiendo visto un trabajo cuya rutina y eficacia moldean un filme correcto que en su itinerario no hace más que contradecir la primera impresión que te causa el cartero que, a su modo, justifica que su borrosidad no es más que una carencia a ojos de los demás.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

El palacio ideal (L'incroyable histoire du facteur Cheval),  Francia, 2018.

Dirección: Nils Tavernier
Duración: 105' minutos
Guion: Laurent Bertoni, Fanny Desmares y Nils Tavernier
Producción: Fechner Films, SND Films
Fotografía: Vincent Gallot
Música: Baptiste Colleu y Pierre Colleu
Reparto: Jacques Gamblin, Laetitia Casta, Florence Thomassin, Bernard Le Coq, Natacha Lindinger, Zelie Rixhon, Eric Savin, Louka Petit Taborelli, Aurélien Wiik

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