Críticas

Siguiente crítica de un siguiente documental

Borat, siguiente película documental

Otros títulos: Borat 2.

Borat Subsequent Moviefilm: Delivery of Prodigious Bribe to American Regime for Make Benefit Once Glorious Nation of Kazakhstan. Jason Woliner. EUA, 2020.

Cuando hablamos de crítica social tenemos dos posibilidades en lo que se refiere a su significado. En el primer caso, la crítica sería una serie de lecturas académicas de la sociedad, como pueden ser la marxista, la feminista o la capitalista; se trataría, entonces, de utilizar un método ideológico para descifrar la realidad. En el segundo caso el significado se acercaría más (o, quizás, completamente) al uso cotidiano de la palabra: no un análisis, sino una lectura negativa de la sociedad, o sea crítica en tanto producto de una evaluación de ciertos mores, aquellas costumbres, maneras de pensar, hablar y actuar que forman parte de nuestra sociedad. Esta crítica, entonces, tendría como objetivo subrayar un cambio ético o moral hacia lo peor, una acción llevada a cabo según diferentes modalidades, desde el panfleto al cuento de hada, ya que lo importante no es solo cómo sino, sobre todo, qué decir.

En el caso de la segunda entrega de Borat el significado de crítica sería el segundo, pero la estructura a la que el público se enfrenta es doble: si por un lado lo que se presenta tiene las modalidades típicas del documental (y, en parte, Borat es un documental), por el otro se nos abre ante los ojos el juego típico de la ficción, entendida aquí como la presencia de un conjunto de modalidades que siguen lo que se define en tanto cuento ficticio. Dicho de otra manera, si la película es un documental, ella es también la historia de una persona que se mueve de un punto inicial a un punto final, conformando así su forma al sistema de tres actos al que estamos acostumbrados. Si de triple estructura se habla, entonces, esto se debe a que Borat es un personaje imaginario, cuya existencia se desarrolla solo en tanto fantoche, en tanto acto creativo y, por esta razón, no real, pero que se mueve en lo verdadero, en nuestro mundo.

Se subraya así la conexión entre el derecho a criticar y la necesidad de poner de manifiesto lo que no funciona en nuestra sociedad a través de una crítica capaz de utilizar el medio de la sátira. La estructura responde, por esta razón, a una estrategia de acción-reacción que se quiere suscitar en el público: Borat no existe, sí, pero los personajes a y con los cuales se enfrenta forman parte de la realidad y en la mezcla entre real e irreal se supone que el resultado será no tanto un acto extremo, sino la demostración de cómo en el fondo las ideologías que nos rigen pueden llevarnos a ser monstruos grotescos. Borat sería entonces aquel elemento capaz de hacer que se manifiesten los problemas inherentes nuestras maneras de pensar, aquel tipo de contextualización que nos impone seguir con nuestras ideas hasta lo absurdo, o de dejarla completamente por su obvia inconsistencia con las reglas de la lógica y de la racionalidad.

Esta segunda entrega, sin embargo, intenta acercarse a un mundo que ya de por sí ha superado aquel límite que se reputaba imposible de cruzar. Lo grutesco del Borat de 2006 no forma parte del personaje de 2020, sino que es la concreción de una sociedad actual que parece haber perdido sus coordenadas culturales; si en Lecciones Culturales Borat representaba la parte peor del ser humano (pero con una pizca de humor y de cariño), en Siguiente película documental la situación es completamente diferente, ya que el mundo en el que se mueve nuestro protagonista ha alcanzado un alto grado de absurdidad. ¿Qué hacer, entonces, para que Borat todavía tenga cierta importancia social en tanto elemento de sátira?

La respuesta es cambiar las reglas. Si Borat representa el racismo, el juego estará en hacer que él pase por un movimiento de emancipación, un camino de perfección que se instaura en un mejoramiento real. El público se encuentra así ante unamodificación radical, una nueva lectura del proceso de sátira que le permite, a esta modalidad de crítica de la sociedad, encontrar su sitio en nuestro contexto presente. Si la mirada del primer episodio es típicamente masculina, entonces, en el segundo estaremos ante la participación en un rol no secundario de la presencia femenina, elemento este que, a través de Maria Bakalova, se pone en un a situación de paridad con el (co)protagonista, Cohen.

Problema final: si la sátira cambia, si el personaje evoluciona, si le presentamos al público un elemento nuevo (lo femenino, la relación entre padre e hija), ¿qué tiene que ver esto con el otro objetivo de la película, hacer reír? La respuesta, afortunadamente, es positiva. Si es verdad que la primera entrega tenía un carácter más grutesco, más violento (en el sentido positivo de la palabra), no podemos negar que este segundo episodio parece un poco más ligero, menos fuerte en la comparación, pero encontramos todavía cierto vigor, como si nos fuera posible, en nuestro mundo extremo, seguir riendo de los otros así como de nosotros (por lo menos, en tanto especie humana). Si Borat tuviera que pararse aquí, como si este fuera su última aparición, probablemente muchos lo echaríamos de menos, pero este final, con su carga positiva, nos dejaría un poco de esperanza en una situación como la en que nos encontramos (o, quién sabe, en la que nos hemos encontrado y de la que estamos saliendo).

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Ficha técnica:

Borat, siguiente película documental  / Borat 2 (Borat Subsequent Moviefilm: Delivery of Prodigious Bribe to American Regime for Make Benefit Once Glorious Nation of Kazakhstan),  EUA, 2020.

Dirección: Jason Woliner
Duración: 96 minutos
Guion: Peter Baynham, Sacha Baron Cohen, Jena Friedman, Anthony Hines, Lee Kern, Dan Mazer, Erica Rivinoja, Dan Swimer
Producción: Sacha Baron Cohen, Anthony Hines, Monica Levinson
Fotografía: Luke Geissbühler
Música: Erran Baron Cohen
Reparto: Sacha Baron Cohen, Maria Bakalova

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