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The Offer

En marzo del presente año se conmemoraron los 50 años del estreno de la película El padrino (The Godfather, 1972, USA), escrita por Mario Puzo, autor de la novela, y Francis Ford Coppola, un joven guionista con un Oscar por el libreto de Patton (1971), que también la dirigió. El aniversario ha puesto en marcha una maquinaria efervescente de homenajes y tributos en torno a su efemérides. Empezando por la restauración del original y sacando a la cartelera comercial una copia con un escalado de imagen a rango de 4K. Su reestreno, con todos los honores, significa volver a mostrar a sus incondicionales sempiternos y a las nuevas generaciones una obra consensuada por muchos especialistas como maestra. A la par, pero en ámbito local (España), además de los consabidos artículos periodísticos haciéndose eco de su grandioso cumpleaños, se han editado libros que han abordado el poso y el legado del largometraje desde diferentes ángulos. La editorial Notorius, especializada en temas cinematográficos, lleva un tiempo manteniendo un fantástico ritual de acometer el análisis detallado de una película clásica sacando al mercado una colección de libros, con un diseño muy atractivo, que abordan con escrupulosidad el estudio de un título atendido por uno o varios autores. En esta línea no podía faltar El padrino, escrito por Quim Casas, Jesús Antonio López y Jaime Vicente Echagüe. Desde otra perspectiva y con un planteamiento atrevido y audaz, el periodista y novelista Iván Reguera ha publicado en el sello Rocaeditorial una novela muy recomendable, El Hombre que podía hacer milagros, cuyo argumento y temática giro en torno a las dificultades y avatares de la producción del filme de Coppola.

En la esfera audiovisual, la casa productora Paramount+, no ha querido dejar pasar tan gloriosa y significativa cita ofreciendo una entusiasta y amena serie, The Offer, que recoge, en diez intensos y vibrantes capítulos, la odisea, repleta de obstáculos, de un puñado de artistas para sacar adelante una historia de gángsteres. Los creadores Dexter Fletcher, Adam Arkin y Colin Bucksey siguiendo las vicisitudes del productor de El padrino, Albert S. Ruddy, han construido un apasionante y detallado making off ilustrando los amargos inconvenientes, las desalentadoras desavenencias y las tenaces gestiones entre artistas y ejecutivos para sacar adelante una producción que en un principio iba ser modesta y con pocas ambiciones.

La serie está inspirada en las vivencias y experiencias de un joven y tenaz productor, Albert S. Ruddy, vinculado a la Paramount. Ruddy, interpretado por el actor Milles Teller fue primero un programador de computadoras aburrido de su trabajo que quedó hechizado por el mundo del cine. Lo consideraba un paraíso por el libérrimo revoltijo de mujeres y alcohol. Empezó produciendo comedias con algo de chispa, humor efectivo y enredos distraídos. Tenaz, imaginativo e inasequible al desaliento aspiraba a un despacho coqueto y una guapa y leal secretaria. Convenció a Robert Evans, principal ejecutivo de producción de la Paramount para dar el salto a proyectos de envergadura. El primero que salió a colación fue El padrino, una novela cuyos derechos había comprado Evans. El relato hablaba de una familia dedicada al crimen organizado y a los chanchullos capitaneada por Vito Corleone y vigilada por sus tres hijos varones. Pronto, el libro se convirtió en un best seller y esto aumentó la presión sobre su adaptación a la pantalla.

La cronología secuencial de la crispación sobre la problemática puesta a punto de un plan de las características de El padrino tiene un vértigo y unas ramificaciones muy comprometidas, cuya fase de producción es tanto o más interesante que el resultado final orquestado por Coppola. Por esta razón y por otras más, The Offer, es un trabajo profundo que engancha con facilidad en el espectador. El público puede ser un fanático de la película y conocedor de sus detalles más evidentes como íntimos y aún así, la escenificación con actores y actrices del calvario sufrido por sus promotores nunca amortigua su fuelle, además de completar detalles desconocidos. Si el espectador es nuevo e ignora las turbulencias padecidas por la tropa artística/técnica/empresarial que manejó los hilos de la agitada tramoya descubrirá, con asombro, una extenuada aventura de un grupo de artistas, algunos al límite de sus fuerzas y capacidades creativas, apabullados por los frentes, de todos los signos, con los que se tropezaban casi a diario.

Como afirma no sin razón el personaje de Albert S, Ruddy, su empeño estaba sacudido por más dramas que una telenovela. Merece visionar The Offer por muchas razones. Hay capítulos reveladores de una tensión al filo de la navaja. Todo el magma que narra no tiene desperdicio. Llegas a hacerte una idea exacta del desgaste de todos los departamentos. Y cuando ves series como esta y observas las calamidades y angustias que envolvieron al equipo principal valoras con otros juicios a las películas. Realizar un filme es una tarea complicada en la que intervienen muchos factores y en la que tienes que tener un cuajo muy curtido para sobrellevar las tarascadas, presiones e injerencias de todo tipo. Te sientas en una butaca y ves el producto terminado, arreglado con decoro en la mesa de postproducción. Cuando se encienden las luces, emites un jucio, positivo o negativo. Que es muy fácil. Luego ves o lees las luchas enconadas o las conspiraciones para cambiar el rumbo de un enfoque, y es seguro que analizas la película con un ánimo benevolente y cariñoso, independientemente del valor orgánico del largometraje. El padrino es una obra imperecedera. Un coloso sin parangón. Una visión de Norteamérica. Pero cuando entras en sus entrañas, en sus pormenores, el espectáculo se te hace todavía más grande y hermoso.

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