Viñetas y celuloide
Death Note
Decidir quién va a morir usando simplemente un lápiz y una hoja de papel podría ser un tema bastante interesante en lo que se refiere a la creación de una historia. Se supone que una idea de este tipo podría abrir paso a muchos puntos de vista, llegando así a crear un conjunto global capaz de tocar aquellos elementos que definimos parte del mundo de la ética; efectivamente, poderle dar la muerte a quienquiera gracias a unos poderes que no provienen de este mundo tiene como punto de partida el juego que se instaura en nuestras mentes ante una fuerza de tal género, lo cual nos llevaría a convertirnos en lo que se define como dioses (nos recuerda, esta historia, las palabras de Oppenheimer después de que la bomba atómica explotara en 1945, “Now I am become Death, the destroyer of worlds”). El manga escrito por Tsugumi Ohba y dibujado por Takeshi Obata forma parte, entonces, de las obras que intentan poner de relieve aquellas problemáticas de carácter moral que les piden a los lectores que no solo se planteen la pregunta de si están a favor o en contra del protagonista principal, sino también qué harían si este poder estuviera en sus manos.
La transposición cinematográfica japonesa de Shusuke Kaneko intenta seguir el modelo original, cambiando, allí donde sea posible, algunas de las partes que forman el conjunto de la historia, para que todo quepa en dos películas: si bien podría parecer raro, la decisión final fue la de crear una duología, limitando las peripecias a unas cuatro horas totales (dos por película). Existe sí una tercera entrega, además de algunos spin-off, pero se trata fundamentalmente de obras que se alejan del manga para seguir sus proprias ideas. Será posible notar, entonces, como las dos películas intentan seguir el esquema del manga, manteniendo un aspecto bastante similar en su estructura global, y si los apenas mencionados cambios podrían resultar un poco fastidiosos, el resultado del movimiento del papel a la pantalla no es malo de por sí.
El problema no son entonces las diferencias, necesarias éstas si tenemos en cuenta que estamos ante una novela gráfica de más o menos dos mil quinientas páginas, sino un uso bastante mediocre del ojo de la cámara. Las dos entregas, desde un punto de vista estético, no brillan mucho, quedándose en una suficiencia que subraya cómo lo que se hace es el mínimo indispensable para que el cuento siga. Todo olvidable, entonces, y una vez que se haya terminado la visión no quedará mucho en la memoria. Lo mismo pasa con los actores, ya que hacen lo estrictamente necesario y nada más. Hay que subrayar que algunas veces (no muchas, afortunadamente) se nota cierta incapacidad actorial, en especial si tenemos en cuenta cómo son actuadas ante nuestros ojos las muertes debidas a infartos; el resultado, en su mayoría, roza así lo risible, añadiendo un toque grotesco probablemente no querido.
Dos puntos rotundamente negativos son los diálogos y algunas evoluciones en la historia. Probablemente estos funcionen mejor en el manga, ya que el suspension of disbelief no provoca ningún problema y el uso de algunos recursos demasiado cursis o poco naturales no impiden el flujo de la lectura (quizás la hagan más acertada, ya que el lector ya conoce los mecanismos del género); lo que es cierto es que en la gran pantalla provocan risas (a veces amargas). Se nota, además, la falta de recursos, de presupuesto; manifestaciones en las que supuestamente tendrían que tomar parte centenares de personas se reducen a poco menos de una veintena de individuos. Las películas se sitúan así en un par de locaciones, lo cual lleva a tener una sensación claustrofóbica.
La duología de Death Note, entonces, no resulta ser una obra muy buena, a lo mejor apenas suficiente. Es probable que el tipo de público al que se dirige sea el de los lectores de mangas, sin embargo esto no puede significar que el producto final no tiene que ser bueno. Si bien se logra alcanzar la suficiencia, no podemos olvidar que la razón por la que las dos películas se dejan ver solo se debe a que la obra original tiene un concepto muy interesante, desarrollado con bastante argucia, un concepto y una trama que están en la base de su transposición cinematográfica. Hay que preguntarse, entonces, si efectivamente vale la pena ver estas dos obras, si no sería mejor leer la serie original o, para los que ya la conocen, si no resulta más acertado ver la serie animada.