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Mia madre. La vida que se desmorona

Nanni Moretti continúa indagando en el cine autobiográfico con Mia madre (2015), la que seguramente sea su obra más personal. Este drama familiar conmovió a Cannes —donde el director italiano ya es un habitual—, en una edición en la que además obtuvo un gran reconocimiento con el Premio del Jurado Ecuménico.

La muerte se convierte en la protagonista de una película cargada de emociones, donde Moretti retrata desde su perspectiva la enfermedad y la muerte de una madre, de un modo similar al que el propio cineasta experimentó durante el rodaje de su anterior film, Habemus Papam (2011). De este modo, la autorreferencialidad vuelve a ser un elemento clave en su cine, de la misma manera en la que un tumor cancerígeno o bien el nacimiento de su hijo lo condujesen a la creación de obras como Querido diario (Caro diario, 1993) o Abril (Aprile, 1998).

Fotograma de Mia Madre

Margherita —interpretada por Margherita Buy— es una directora de cine que se dispone a realizar una película de carácter sociopolítico sobre una huelga en una fábrica, protagonizada por el famoso actor estadounidense de origen italiano Barry Huggins —a quien da vida John Turturro—, un histriónico actor que no hace más que complicar el rodaje. Margherita tratará de sobreponerse a las distintas adversidades que se presentan a lo largo de la realización de su película, pero su vida se desmorona con la enfermedad de su madre junto al intento de gestionar la separación con su expareja y una hija en plena adolescencia.

De esta manera, Nanni Moretti, quien nos tiene acostumbrados a protagonizar muchos de sus filmes, se reserva un papel secundario. En este caso encarna al hermano de Margherita, un personaje que aparentemente no tiene demasiada trascendencia pero que acompañará a la protagonista y a su madre enferma —que se encuentra en sus últimos días de vida— funcionando como un apoyo fundamental que en ocasiones debe ayudar a sostener la delicada situación familiar.

La decisión tomada por parte del director de interpretar a este tipo de personaje responde a su convicción de que la historia debía ser contada a través de un personaje femenino, que en este caso funciona claramente como su alter ego, reviviendo parte de su última experiencia como cineasta sacando adelante un proyecto cinematográfico cuando se le comunica la enfermedad terminal que sufre su madre. La manera de cambiar su propio relato con este personaje femenino aporta una nueva perspectiva y permite una mayor conexión, ya que nos encontramos con la figura de dos madres, y a su vez, tres mujeres que pertenecen a diferentes generaciones.

Sobre este aspecto, el propio cineasta reconocía en el festival de Cannes que Margherita era como él, una persona preocupada por su entorno, que dirige películas y que no consigue estar en paz consigo misma. De ese modo podemos observar como existe un sentido meta-fílmico que enriquece desde diferentes perspectivas la historia real de Moretti y del personaje de Margherita como directora, introduciendo un rodaje dentro de otro rodaje.

Mia Madre, Nanni Moretti

Sin embargo, Mia madre no es solamente un drama autobiográfico que reflexiona sobre la dureza de la pérdida de un ser querido, sino que nos deja sutiles pinceladas de comedia que acentúan todavía más el realismo que contiene el film. Esta faceta cómica se proyecta principalmente en un personaje: el de Barry Huggins, donde el actor John Turturro realiza una parodia sobre sí mismo, como un actor de Hollywood narcisista, arrogante y caprichoso que protagonizará la nueva obra de Margherita. Este personaje alivia de forma acertada ciertas tensiones de la trama con su humor, funcionando como un elemento de contraste frente al delicado momento personal que vive la protagonista, aunque en ocasiones lo único que consigue es sacarla de sus casillas.

Este relato sobre el duelo por la pérdida de un ser querido ya había sido realizado por el cineasta italiano quince años atrás, proyectando el foco a la inversa, con La habitación del hijo (La stanza del figlio, 2001), una película que muestra con gran sensibilidad el irreparable dolor que supone para unos padres la muerte de un hijo.

Más allá del carácter autobiográfico de Mia madre, sorprende la representación de un personaje femenino que desempeña el oficio cinematográfico de la dirección, el cual pocas veces hemos visto plasmado en pantalla. Pero esta labor de cineasta encaja a la perfección con el personaje que es incapaz de descifrar la realidad que habita en su entorno, que no puede interpretar de forma correcta el papel que la vida le ofrece y que tampoco logra asumir la trágica noticia de la inevitable muerte de su madre.

La incomunicación será otro de los temas principales que aborda la película, funcionando como una fuente de conflicto, ya que siempre que vemos a Margherita con su madre nos transmite la sensación de que no existe comunicación posible. Esta situación la hace sentirse culpable al no poder asumir sus responsabilidades, ni con su entorno, ni con su película, ni con su propia madre a quien ya le quedan pocos días de vida.

Algo similar reconoce el propio Moretti en varias entrevistas, donde explica que, a pesar de tener una buena relación con su madre, no tenían la típica relación en la que se podían contar de todo. El cineasta italiano lleva décadas escribiendo unos diarios que ya son una parte fundamental en la inspiración y en la creación de sus películas, siendo a su vez también el lugar de donde provienen varios diálogos pronunciados en este film, revisando los detalles de las páginas escritas en esta difícil etapa vivida en el año 2010.

La implicación personal del director en todos los aspectos de la película resulta sobrecogedora, llegando a introducir varios elementos personales en la caracterización del personaje de la madre enferma —que en este caso interpreta Giulia Lazzarini—. Moretti insiste en el hecho de que casi no le dio indicaciones a esta actriz que proviene del teatro y apenas había trabajado en el cine, por lo que le emocionó comprobar el grado de semejanza que logró respecto al recuerdo de su madre.

Imagen de Mia Madre

Este fascinante ejercicio de llevar elementos provenientes de la realidad a la ficción termina desembocando en una propia ficción que consigue traspasar la línea que define su condición para devolvernos a una cruda realidad. Este ejemplo lo vemos en aspectos como el de Giulia Lazzarini llevando la ropa que llevaba en vida Agata —la madre del director, quién también era profesora de lenguas clásicas—, incluso los libros que nos podemos encontrar en la casa son objetos que Moretti llevó al rodaje para enriquecer la experiencia de adaptar su experiencia a la gran pantalla.

La manera en la que se difuminan las fronteras entre ficción y realidad va más allá del carácter meta-fílmico de la película, abarcando desde los aspectos espacio-temporales hasta la forma estética que presentan los elementos básicos del film. Las escenas oníricas no se diferencian formalmente de las escenas que provienen de la realidad de los personajes, del mismo modo que los flashbacks introducidos se mezclan con el tiempo fílmico sin acudir a recursos diferenciadores del lenguaje cinematográfico. Por otra parte, la puesta en escena que corresponde al presente, en ocasiones adquiere una sensación teatral, con una iluminación muy marcada que funciona mediante contrastes, jugando con esta dinámica ambivalente.

Mia madre es un desgarrador viaje a través de lo íntimo y lo personal, donde se muestra una compleja profundidad humanista a través de un cine que aparentemente es sencillo, que no necesita de grandes artificios para encoger el corazón del espectador. De este modo, Moretti logra a la perfección su cometido, plasmando de forma realista un dolor tan universal como es el de la pérdida de la persona que nos trae al mundo. Y es que no hay tierra suficiente para enterrar a una madre.

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