Críticas

¿Compasión entre rejas?

Ariaferma

Leonardo di Costanzo. Italia, 2021.

AriafermaCartelAriaferma se sitúa dentro de los cauces del thriller carcelario. Participó en la Sección oficial (fuera de concurso) del Festival de Venecia de 2021. Los orígenes documentales de su director, Leonardo di Costanzo, se transforman aquí en una atmósfera de suspense envuelta en un marco teatral. Precisamente, experiencia sobre las tablas no le faltan a los dos actores principales, a Toni Servillo y a Silvio Orlando. Y además, se da la coincidencia de que ambos, también el realizador, son de Nápoles. Y paradójicamente, a cada uno de ellos se le asigna unos roles opuestos a lo que predispondrían sus trayectorias. Así, Servillo interpreta el papel de funcionario de prisiones, concretamente el del ponderado inspector Gaetano Gargiuolo y Orlando el de recluso, Carmine Lagioia, un jefe mafioso. No obstante, el director se preocupa en colocar a los dos en el mismo plano en un acercamiento que evoluciona hasta el sobrecogedor momento de la cena en la oscuridad, en la que se recurre al número trece como evidente simbolismo cristiano. 

Di Costanzo nos sumerge en un lóbrego panorama que se desarrolla en el interior de una cárcel envejecida y a las puertas de su cierre definitivo. Se marcha la directora, se cierra la cocina, se clausuran estancias, se anulan visitas y los funcionarios van abandonando el lugar junto con los reclusos hacia nuevos destinos. Pero todavía permanecen unos pocos presos a los que aún no se les ha encontrado nuevo “hospedaje”. Es por lo que algunos guardianes también deben quedarse para su vigilancia y custodia, a la espera de un pronto traslado. Se reformula entonces la concepción del panóptico ideada por el filósofo Jeremy Bentham en el siglo XVIII y recogida por Michel Foucault: un edificio construido de modo que toda su parte interior pueda verse desde un solo punto; una prisión circular para que los internos se encuentren en la diana en todo instante. Una claustrofóbica situación que se desarrolla por el director en la Italia actual y que coloca al prisionero en un estado permanente de visibilidad. Así, conforma un sentimiento de encierro en el que se pretende que la disciplina se imponga con la constante amenaza de sentirse siempre acechado.

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El realizador italiano sigue interesado en filmar microcosmos sociales confinados, como ya materializó en sus dos anteriores obras, L’intrusa (2017) y L’intervallo (2012). Centrándonos en ese “mundo particular” en que consisten las prisiones, como diría Dostoievski, su atmósfera irrespirable  es retratada con efectividad por Di Costanzo con una fotografía oscura, con exteriores prácticamente nocturnos, envolviéndonos en lo que parece una climatología fría, con la tenebrosidad que reina dentro del establecimiento en todas y cada una de sus dependencias o instalaciones. A veces resulta muy difícil distinguir el día de la noche, la nebulosidad impera e incluso parece que no sobre el aire para respirar. Pero ante todo, el autor se apoya en unas magníficas interpretaciones, no solo de los dos actores mencionados. Mediante fugaces tomas, la inexpresividad facial se impone para otorgar peso al lenguaje visual. Es precisamente una de las estratagemas del filme que sobrecoge y pone en alerta sobre inminentes sucesos traumáticos, violentos o fatídicos.

Siguiendo con las actuaciones, el duelo interpretativo en el que se lanzan Servillo y Orlando, primera vez que trabajan juntos a pesar de sus dilatadas trayectorias, alcanza sus máxima cota en las escenas que se desarrollan en la cocina. Centrándonos en el personaje del carcelero, el perfil del mismo reflejado en la mayoría de películas favorece muy poco a la profesión. Básicamente, suele representar tres modelos: el tiránico, el sádico y el corrupto. El primero, el tiránico, es el que parece carecer de vida propia y utiliza la cárcel como un dominio para su arbitrariedad sin freno. Fuga de Alcatraz de Don Siegel (Escape from Alcatraz, 1979) podría ser un buen ejemplo. El sádico es el que maneja su poder para obtener sus deseos más abyectos, castigando o abusando de los internos sin freno. La milla verde de Frank Darabont (The Green Mile, 1999) resulta ilustrativa. Y el corrupto, el que carece de escrúpulos para la obtención fraudulenta de beneficios, puede buscarse en Cadena perpetua, también de Frank Darabont (The Shawshank Redemption , 1994). 

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Hablábamos de tres tipos de funcionarios de prisiones, pero el que encarna Servillo no se parece a ninguno de ellos. Asemeja al carcelero que realmente cree que la prisión debe ser el camino hacia la reintegración social y que la prioridad de su labor es respetar la legalidad penitenciaria vigente, primando la dignidad de los reclusos; aunque el personaje llegue a expresar al líder mafioso que “tú y yo no tenemos nada en común”. Su humanidad va tomando peso con inteligentes decisiones para intentar mantener el orden y mediante la enternecedora protección al nuevo recluso, un chico frágil cuyo encierro en celda se erige en uno de los momentos más estremecedores del filme. La soledad y la oscuridad sin fecha caen como una losa que aplasta cualquier esperanza. 

También se aleja de los estereotipos habituales el personaje que interpreta Orlando. Fuera del sistema de códigos internos para la resolución de conflictos intergrupales, siempre con la educación por delante, intenta facilitar la fluidez comunicativa entre la autoridad y los privados de libertad. Lejos de buscar bucles de barbaries organizadas, persigue encauzar reclamaciones ordinarias mediante negociación y sentido común. Por otra parte, la presencia femenina en el largometraje es simbólica y poco realista con las trabas que todavía siguen encontrando las mujeres para llegar a puestos dirigentes. Afortunadamente, la sola elección de personas del género masculino para la vigilancia de cárceles de hombres, contexto tradicionalmente masculinizado y machista, parece estar quedándose en el olvido. 

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La cotidianidad del mundo carcelario es retratada con esmero por Di Costanzo. Las largas horas en solitario, la necesidad de estar alerta de cualquier incidente por banal que sea. Siempre pendientes de los otros en un universo de miradas que lo dicen todo y nada. El director no pierde la ocasión para configurar momentos que históricamente se han hecho imprescindibles en el cine de prisiones. Nos referimos al instante del ingreso del reo, con todo el ritual de entrega de pertenencias, retirada del uniforme, recogida de sábanas, mantas y toallas, la llegada traumática a celda… También el patio cobra protagonismo en esta obra. Ese lugar propicio para conspiraciones, enfrentamientos o trapicheos. Así mismo, se percibe la extrema rigidez de la organización del día, tremendamente burocrática. Todo se encuentra reglamentado: comida, paseos, sueños, trabajo, visitas… Como sostenía Redd en Cadena perpetua, “La vida en prisión es sobre todo rutina y después más rutina. En la cárcel un hombre hace lo que sea para mantener su mente ocupada”.

¿Se han detenido en algún momento a pensar en la idiosincrasia del trabajo de funcionario de prisiones? Día tras día compartiendo el lugar del castigo de los sentenciados a penas privativas de libertad ya sea por delitos contra las personas, el honor, la libertad, el patrimonio o económicos. No importa. Condenados a convivir en el mismo espacio, siempre alerta, quizás sopesando si el objetivo natural del preso es la fuga y el de los guardianes evitarla. La misma oscuridad, iguales barreras, rejas o puertas que para unos se abren y para otros deben permanecer cerradas. El realizador italiano nos regala un filme que se disfruta y padece en todo momento, que acierta y sorprende en la exposición de enfrentamientos y modo de enfocarlos, para terminar con un final amable que da paso al discurrir de la vida. Nada distinto. Todo en su sitio, en sombras, con ilusiones o ya sin ellas. 

Tráiler:

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Ficha técnica:

Ariaferma ,  Italia, 2021.

Dirección: Leonardo di Costanzo
Duración: 117 minutos
Guion: Leonardo di Costanzo, Bruno Oliviero, Valia Santella
Producción: Coproducción Italia-Suiza-Francia; Tempesta, Amka Films Productions, RAI Cinema, RSI-Radiotelevisione Svizzera, Office Fédéral de la Culture, Fondazione Sardegna Film Commission, Eurimages, Vision Distribution, Ministero della Cultura, CNC Aide aux cinémas du monde - Institut Français
Fotografía: Luca Bigazzi
Música: Pasquale Scialo
Reparto: Toni Servillo, Silvio Orlando, Fabrizio Ferracane, Salvatore Striano, Roberto De Francesco, Antonio Buil, Giovanni Vastarella, Leonardo Capuano

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