Críticas

Nosotros, la pobre gente

Woyzeck

Werner Herzog. República Federal de Alemania, 1979.

WoyzeckCartelLa filmografía del autor alemán Werner Herzog se ha caracterizado por un modelo en el que prima la psicología frente a la acción, alejándose del modo de representación hollywoodiense. Sus personajes están dotados por un impulso de muerte mientras el realizador penetra en una búsqueda poética y estética que bucea alrededor del misterio, la ilusión y la realidad. Tanto si trabaja en ficción o documental, Herzog se sirve de un fuerte control de la puesta en escena, músicas y ralentizados. Obsesionado por la locura, por la relación del individuo frente a las normas sociales y sus circunstancias vitales, no es de extrañar que se interesara en la adaptación de la obra teatral homónima del romántico alemán Georg Büchner. La dejó inconclusa a su muerte en 1837.

La trama está basada en un caso real de un asesino confeso decapitado en Leizpig en 1824. Precisamente, fue la primera vez que en el país germano se esgrimió una defensa basada en la enfermedad mental como atenuante o eximente del delito. Pero la pieza teatral se hizo célebre por su adaptación operística por parte de Alban Berg, estrenada en Berlín en 1925 y denominada Wozzeck por un error de transcripción que se mantuvo conscientemente. Es considerada una de las óperas imprescindibles de la historia. Su fama se asienta en una atonalidad libre, en ser partícipe del movimiento de la nueva objetividad y en una precisión mecánica que todavía resulta desafiante para muchos. Berg recogió, de los 27 fragmentos de extensiones desiguales  y orden incierto que se contienen en la obra literaria original, 15 de ellos, para conformar tres actos de cinco escenas cada uno. Herzog, por su parte, se inclinó por dotar al texto de una continuidad causal para abordar su discurso y sellarlo con una lógica de montaje cinematográfico.

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¿Y de qué trata Woyzeck? Pues con la obra  nos adentramos en un laberinto de alineación, violencia y muerte. Habla de la tragedia de la pobreza, de la degradación del hombre, de la violencia machista, del desequilibrio mental y emocional, del abuso de poder, del desprecio a los inferiores en el orden social y de la incomprensión o aislamiento. Y si bien la puesta en escena del director puede resultar atemporal, sumergido en las humillaciones que un soldado debe soportar de sus superiores, es posible trasladarse desde cualquier contienda bélica hasta ámbitos laborales de la sociedad industrial; incluso en la actualidad, su poder de conmoción y repulsión siguen persistiendo. Al autor de Fitzcarraldo (1982) le basta la primera secuencia para mostrar al espectador la repugnante violencia ejercida sobre los más débiles. Una instrucción militar con imagen acelerada, reduciendo al absurdo el mundo vejatorio al que debe someterse el protagonista.

A pesar de la escena comentada y la excelente adaptación del momento álgido del largometraje, en la que se recurre a la ralentización para volcar todo el patetismo emocional del momento, en el resto de la película el director mantiene una mirada distanciada. Con simplicidad en decorados, montaje o movimientos de cámara, Herzog propone un naturalismo cuya fuerza dramática parte de la interpretación de los actores, fundamentalmente de la que nos ofrece Klaus Kinski como Franz Woyzeck. Su intervención está envuelta en una evolución dramática que hace hincapié en su carácter colérico, nervioso, ególatra y atormentado (parece que un histrionismo expresionista que coincide tanto en los rasgos del personaje como en los del actor que lo interpreta). Frente a él, se contrapone la actuación de Eva Mattes como su compañera Marie, esplendorosa en sensualidad y fragilidad.

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Los lugares en los que se desarrolla la acción sobresalen por su realismo, tanto en  interiores como en exteriores. Cada secuencia se intenta rodar en un solo plano para procurar plasmar con mayor intensidad la labor de acoso y derribo del soldado por parte de la sociedad que le victimiza. Una mirada ciertamente determinista y feroz sobre la condición humana. Un pesimismo extremo que sirve como hilo conductor de la denuncia del horror y la depredación que nos ha ido acompañando y lo sigue haciendo en todos y cada uno de los siglos transitados por la humanidad. La cosificación del individuo se despliega en un abanico de fuerzas incontrolables cuyas principales armas son la explotación y el abuso.

No son abundante las ocasiones en las que el director muniqués se ha inclinado por la literatura como inspiración de su disección de las pasiones humanas desde personajes marginales. Las lógicas del delirio se sostienen, según el propio Herzog, en una sociedad enferma más que en individuos trastornados. Es la primera la que empuja a los segundos en afanarse por cultivar tierras que no dan fruto, de espaldas a los campos fértiles de la razón, como sostenía el filósofo italiano Remo Bodei. El delirio que azora a Woyzeck podría incluso relacionarse con la aventura quijotesca que ideó Cervantes, circunstancia que sin duda alguna fundamentó la película de Herzog Aguirre, la cólera de Dios  (Aguirre der Zorn Gottes, 1972) en esa lucha tras una quimera inexistente. Un largo camino desde el delirio del hidalgo caballero a la perturbación del individuo que debe enfrentarse a una sociedad que ignora la necesidad de aquellos que son considerados herejes por su pobreza y falta de moralidad.

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Resulta muy expresiva la escena de la feria y sus animales, el caballo amaestrado y el mono, ausente en la ópera de Berg. Desarraigo entre los ámbitos naturales y sociales, sometimiento que transforma al hombre en un animal propiciatorio para la injusticia y la maldad. El drama existencial de Woyzeck sigue vigente para apoyar la teoría de que la responsabilidad criminal no descansa únicamente y de manera principal en condiciones individuales sino también en el medio social en el que se desenvuelve cada persona. Todo lo anterior y mucho más se desprende de esta obra inmensa y de permanente actualidad. Afortunadamente, su esencia nos la sigue recordando con asiduidad imprescindible el mundo artístico, ya sea musical, teatral o cinematográfico.  A este respecto y para finalizar, no hay que perder nunca la perspectiva de que Herzog traduce para el cine una obra teatral y operística al lenguaje cinematográfico. Una revolución en la puesta en escena que sin olvidar sus orígenes, utiliza estructuras nuevas con las que creemos que hubiera vibrado el teórico André Bazin desde su inmenso amor al arte cinematográfico y a la pluralidad de sus caminos creativos. 

Tráiler: 

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Ficha técnica:

Woyzeck ,  República Federal de Alemania, 1979.

Dirección: Werner Herzog
Duración: 81 minutos
Guion: Werner Herzog. Obra: Georg Büchner
Producción: Werner Herzog Filmproduktion, ZDF
Fotografía: Jörg Schmidt-Reitwein
Reparto: Klaus Kinski, Eva Mattes, Wolfgang Reichmann, Willy Semmelrogge, Paul Burian, Josef Bierbichler, Irm Hermann, Wolfgang Bächler, Herbert Fux

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