Críticas

Una luz cálida, pero tibia

El Imperio de la luz

Empire of Light. Sam Mendes. Reino Unido, EUA, 2022.

Sam Mendes es uno de mis directores favoritos. Belleza Americana (American Beauty, 1999), su debut cinematográfico que le mereció un Oscar a Mejor Director, fue decisiva para mi vida y mi carrera. Por eso, cada vez que este director británico hace una película, salgo corriendo al cine a verla sin pensarlo. Su carrera ha estado llena de variedad y éxitos, desde una de las mejores cintas de Daniel Craig como el 007, en mi opinión (Skyfall, 2012), hasta dramas intensos y delicados, incluyendo Camino a la Perdición (Road to Perdition, 2002) y Revolutionary Road (2008). En este grupo de cintas entraría El imperio de la luz (Empire of Light, 2022), quizás su cinta más lenta y menos exitosa hasta el momento, pero no menos interesante o carente de ese amor que Mendes tiene por el Séptimo Arte.

En esta película, Olivia Colman interpreta a Hilary, una mujer muy solitaria que sobrevive su bipolaridad a punta de litio, va a clases de baile sola, trabaja como manager en un hermoso cine venido a menos, el Empire Cinema, y tiene relaciones con su jefe (Colin Firth), un hombre casado. Estamos en 1980, una época difícil en el Reino Unido por los conflictos en Irlanda y el racismo, cuando llega un nuevo trabajador que Hilary debe entrenar, Stephen (Micheal Ward), un joven afroamericano. Como niño en una juguetería, él se ve emocionado con el lugar y quiere conocer para dónde van las escaleras que están prohibidas para el público. El cine era mucho más grande, con dos salas que ahora están olvidadas y un inmenso salón con un piano, donde ahora solo habitan las palomas. Allí, estos dos personajes se conectan a través de la sensibilidad hacia los animales, la química es inmediata y surge un amor inesperado, tabú para la época por la diferencia de edades y color de piel.

Hillary y Stephen arrancan una relación, todo va bien hasta que un compañero le dice a ella que tenga cuidado, pues se dio cuenta. A la hora de película nos enteramos de que el estreno de la esperada Carros de fuego (Chariots of Fire) se va a realizar en el Empire, por lo que todos se preparan para la premiere con alfombra roja y famosos invitados, pero Hillary ya viene con una recaída mental, por lo que la noche resulta un fracaso, especialmente para ella.

Ese es el principal fallo de la cinta, la historia se siente desordenada. La primera hora de la película es lenta, bordeando peligrosamente con el sopor, haciendo que uno se pregunte para dónde va todo. Lo único que se destaca permanentemente es Colman, ya es una actriz que brilla con luz propia y es encantadora, verosímil, tan dramática como cómica, por eso es fácil quererla y seguirla.

Pero ni ella, ni la hermosa cinematografía de Roger Deakins, nominado al Oscar de nuevo por su impecable trabajo acá, logran salvar la película como un todo. Cuando se empieza a desbaratar un largometraje por partes y se destaca todo menos su historia, es claro que el producto no es consistente ni se sostiene solo. El guion es la base de todo, el norte de la cinta y la marcha que siguen los actores. Este es el segundo intento de Mendes como libretista, en la primera ocasión logró una nominación al Oscar con 1917 (2019), y creo que ambas historias tienen muchas cosas en común: historias personales y con énfasis en el drama profundo.

Mientras 1917 está inspirada en una historia de su abuelo y tiene un ritmo brillante por los planos secuencia tan magníficamente logrados, el El imperio de la luz está inspirada por su madre, diagnosticada con el mismo trastorno de Hillary, pero se queda en planos generales y largos que no aportan mucho a la narrativa, que se ven preciosos gracias al trabajo de Deakins, pero dramáticamente no hay mucho más.

Cuando la veía, me recordó principalmente a Revolutionary Road, una historia lenta pero atractiva, que nos presenta poco a poco los lugares y los personajes, dejando lo fuerte en las actuaciones. Y como siempre, lo logra. Hillary y Stephen llegan a ser la luz del otro en la oscuridad de sus vidas, eso no quiere decir que tenga un final feliz ideal, pero sí una clase de final donde cada uno puede encontrar su luz y brillar como puede, libre y honestamente.

Sí hay una cantidad de mensajes bonitos y actuales, sin duda: el querer pertenecer, el no dejar que a uno le digan qué hacer o cómo comportarse, que el amor no tiene edad ni color, etcétera. Universales, sí, pero un poco genéricos, casi llevados a la compasión por tener a un personaje con una enfermedad mental y uno representando a una minoría racial como protagonistas, su conflicto es claro desde que aparecen en pantalla y la cinta se demora mucho en llevarnos a ese momento que nos hace quererlos y sentirlos únicos.

Esta es, en definitiva, una película de otros tiempos muy diferentes a los que vivimos con Top Gun: Maverick (Joseph Kosinski, 2022) y todo lo de Marvel: es calmada, romántica, detallada, llena de amor por el arte… No es para el público acostumbrado a que todo pase a la carrera. Y está bien que Mendes quiera conservar eso, de vez en cuando hacen falta estas historias, él es uno de los pocos que se puede dar el lujo de hacer esas apuestas y quedar en pie, en camino a su siguiente cinta.

A un director novato no le perdonarían esta clase de cinta y su carrera quedaría enterrada en el pasado. Pero a Mendes, todos le perdonamos esto, que tampoco es un descache absoluto ni una película insufrible, es una cinta delicada para los románticos, o para el espectador común con una buena taza de café en la mano.

Trailer:

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Ficha técnica:

El Imperio de la luz (Empire of Light),  Reino Unido, EUA, 2022.

Dirección: Sam Mendes
Duración: 115 minutos
Guion: Sam Mendes
Producción: Sam Mendes, Celia Duval, Pippa Harris, Michael Lerman, Lola Oliyide, Julie Pastor
Fotografía: Roger Deakins
Música: Trent Reznor y Atticus Ross
Reparto: Olivia Colman, Micheal Ward, Colin Firth, Toby Jones, Tom Brooke, Tanya Moodie, Hannah Onslow, Crystal Clarke

3 respuestas a «El Imperio de la luz»

  1. EL IMPERIO DE LA LUZ (El cine y la soledad)
    La película quiere contar la historia de Hilary y Stephen, encargada y empleado del cine Empire, con el telón de fondo del edificio en que se ubica el mencionado cine Empire y su presunta remodelación y actualización por decisión de su propietario. Otros comparsas son el resto de empleados del cine. Toda la publicidad emboca a un remedo o a una vuelta a “Cinema Paradiso” de Giuseppe Tornatore-88-, pero apenas los recortes de periódico que empapelan las paredes, y el proyector transportan al espectador más allá de los títulos de películas que se leen y de “Carros de fuego” de un Hugh Hudson que apenas suena al aficionado al cine.
    Se emplea demasiado tiempo en presentar a los personajes que el espectador aprecia como gente especial y lejana, un tanto marginados y desesperanzados en las pinceladas de sus descripciones. “El imperio de la luz” parece querer ser una visión dulce y almibarada del diario de unos marginados.
    Hilary sigue un tratamiento médico que la recluye por temporadas. Stephen que por edad puede ser el hijo de Hilary, no encuentra asiento, al parecer, ni en el hogar materno. Ambos parecen encontrar recíprocamente el uno en el otro la fuerza para enfrentarse al mundo.
    Metraje excesivo; lentitud en el esperar a que pase algo. Y lo que pasa son trozos salteados de un diario, o la crónica de un trozo de la existencia de unos seres humanos que se pueden encontrar por la calle.
    Demasiadas ideas sueltas que no se refuerzan en las imágenes. Preciosismo fotográfico, excelencia interpretativa. La forma de narrar la historia entorpece el entendimiento por parte del espectador. Acorde con el tono de los días de Semana Santa.

  2. EL IMPERIO DE LA LUZ
    Película inglesa de Sam Mendes, un Sam Mendes que evoca en el espectador títulos como “1917”, “Spectra”, el James Bond del 2015 o el “Sky Fall“ del 2012, el “Camino a la perdición”, el “American Beauty” o el “Jarhead. El infierno espera” -crónica sobre la guerra del Golfo- …La presencia de Olivia Colman resulta sugerente…La presencia del edificio que albergaba el viejo cine Empire en la costa sur de Inglaterra en los comienzos de la década de los ochenta encandila al aficionado. Y Mendes siempre ha resultado respetuoso e innovador con los géneros que ha llevado a la pantalla. Y tal como está la pantalla de estrenos… No tarda en eclipsarse la ilusión del espectador.
    Distintos aspectos merecen la atención del guion, su conexión es dudosa en una historia que pretenda ser coherente. El racismo, la dificultad de acceso a la universidad, la medicación para superar las depresiones que deja a los pacientes como anestesiados o zombies, el sexo que llega a aburrir en los matrimonios de años, la promiscuidad sexual más que el sentimiento o más pulsión incontrolada que afecto personal, la soledad que crea compañeros de viaje, la diferencia de edad en los emparejamientos…,todo envuelto en una niebla de melodramatismo puro y duro que bien merecía otra revisión de guion buscando una historia y no sketchs de crónicas de un encuentro casual. Pero se ha quedado en frases presuntamente lapidarias (como “la vida es un estado mental”) que apenas encajan con los comportamientos presentados. Sí se aprecia la soledad como enfermedad común, enfermedad social, soledad como tensión, como producto de un comportamiento esquizoide. Soledad que solo encuentra salida en la sala de proyección, a oscuras con la sola luz del proyector, y el ruido de la cinta deslizándose por los carretes
    El pretendido recuerdo a ”Cinema Paradiso” se limita a los recortes de prensa y anuncios publicitarios y algunas fotos vetustas de actores y actrices que empapelan las paredes de la cabina de proyección, y a algún comentario del proyeccionista.
    Recoger como referencia cinematográfica las películas “Carros de fuego”, “Locos de remate”, Peter Sellers,” Bienvenido Mr Chance”…, tal vez sea muy inglés, pero muy excluyente a la vez. El cine como testigo social de los poderes colectivos y como puerta de escape de la realidad personal a un mundo de fantasía que embriaga con sus figuras sobre el blanco lienzo con situaciones de ficción que recargan de buenos sentimientos los impulsos vitales agotados por el bregar humano atosigante de la supervivencia diaria, quiere ser la muestra presentada. Deslumbrante fotografía, muy medida interpretación, elegante presentación, resbaladiza amalgama de temas.

  3. Muy buena. Buena foto, buena narrativa, magnífica interpretación. Quizás algo sobrepasado con el tema GLTBI, aunque al final encaja para redondear la historia de amor.

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