Críticas

Mínimo

Ant-Man y la Avispa: Quantumanía

Ant-Man and the Wasp: Quantumania. Peyton Reed. EUA, 2023.

Lo infinitamente pequeño, lo que logra escapar de la posibilidad de ser visto por nuestros ojos así débiles, lo que, en otras palabras, existe por el simple hecho de saber que existe y, sin embargo, no se deja atrapar por la experiencia sensorial directa, es, al fin y al cabo, la demostración de la presencia de un mundo (un universo) material que se esconde dentro de lo aparente. Baste, tan solo, con pensar en aquel nivel intermedio que fluye entre lo grande (lo que definimos normal) y lo minúsculo, como el reino de los insectos y, bajando un poco más, de aquellos bichos raros que se llaman ácaros y que viven escondidos entre las sábanas en las que nos envolvemos durante las noches (y, para los que aman dormir profundamente durante el fin de semana, hasta el mediodía). Es la explosión de lo infinitesimal, de lo extremadamente pequeño (palabra que aquí ya pierde su sentido demasiado humano, demasiado conectado con nuestra manera de medir), de lo que, simple y fácilmente, logra demostrar la infeliz condición de nuestras pupilas y la extraordinaria constitución física del universo en el que moramos (durante poco tiempo, en cuanto seres pensantes, y para siempre, hacia y desde el infinito, en cuanto objetos constituidos por átomos universales).

El universo que nos presenta la tercera entrega de la saga de Ant-Man, el hombre hormiga, y su coprotagonista, la avispa, se pone así en una voluntad de explosión visual de lo que la imaginación permite al acercarse a mundos que, en su relación de carácter fractal con el nuestro, viven en el espacio subatómico. Estéticamente increíble, entonces, aun teniendo en cuenta los altibajos de su gráfica computarizada, el filme abre las puertas a la belleza creadora de lo fantacientífico, y en este juego de una fuerza estética desmesurada crea, destruye y re-crea unas sensaciones de estupor que nos sacuden en cuanto espectadores de un cosmos fílmico de estas dimensiones. Es, más correctamente, una joya visual que no quiere dejarse atrapar por una simple visión superficial y que, en su uso esmerado de colores y formas, permite el uso del elemento imaginativo típico de la creación literaria, sobre todo de aquel mundo capaz de contribuir a una mezcla de lo que la ciencia propone y de lo que la fantasía interpreta. Y, demostración de que lo que imaginamos sensualmente puede casarse con la excitación intelectual, se nota cómo a veces la imagen se une a un juego mental, confluyendo las dos vertientes hacia una mezcla acertada.

Es la estructura narrativa, quizás, lo que resulta (en parte) incapaz de seguir las pautas de maravilla que lo estético nos regala en la pantalla. Si es imposible negar la presencia de algunos elementos típicos de lo que definimos como una buena arquitectura, esto no se refiere a la globalidad del conjunto fílmico, sino solo a algunas de sus piezas, ya que, en el conjunto, el progreso narrativo resulta poco fluido, como si, efectivamente, el mosaico final se rindiera a una irregularidad rítmica. Si, por un lado, es innegable que hay un juego fuertemente fantacientífico que nos lleva a los mundos pulp del siglo pasado, entremezclando las diferentes declinaciones temporales de este género, de los mundos de los primeros años cero y diez, así como de los cincuenta y de los sesenta, por el otro, el hecho de entablar un discurso también dialógico con la lectura presente (la de los primeros de nuestro siglo XXI), a veces justamente irónica, crea una falta de estabilidad que conduce a una sobrecarga de carácter narrativo (lo cual no niega la simplicidad de una trama quizás demasiado obvia). Demostración de que algo no funciona son los diálogos, que se mezclan entre los objetivamente malos (cursi como solo a veces Disney es capaz de hacer), los mediocremente digeribles, y unos momentos en los que se nota la voluntad de escapar hacia el humor casi negro, irónico hasta lo genialmente ridículo, sin embargo incapaz de superar el umbral de la farsa inteligente.

Es una visión mediocre, entonces, si bien no de aquella mediocridad negativa, sino del hecho de reconocer que algo falta, aquella capacidad de llevarnos a disfrutar en manera completa el tiempo que dura este viaje hacia el reino cuántico. Esta incapacidad de regalar al público algo nuevo se traduce, así, en una ligereza narrativa que compone un cuadro de carácter poco profundo, a veces muy superficial, que nos deja con la pregunta de qué efectivamente es el objetivo de todo esto, como si, dejando por un lado la voluntad de crear una serie de interconexiones entre los diferentes filmes que lo preceden y que lo van a seguir, el filme resultara ser, de por sí, un simple producto o, quizás mejor, un producto simple. Si en parte divierte, sin duda alguna, sin embargo en el conjunto narrativo se respira aquel aire de “ya visto” que impide ir más allá de una lectura superficial. Nada malo, entonces, sino un poco mediocre, como si la película, en su incapacidad de dejarse llevar por la inteligencia de lo absurdo y de la farsa, hubiera decidido osar menos y seguir unas pautas más seguras y, desafortunadamente, menos atrevidas.

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Ficha técnica:

Ant-Man y la Avispa: Quantumanía (Ant-Man and the Wasp: Quantumania),  EUA, 2023.

Dirección: Peyton Reed
Duración: 124 minutos
Guion: Jeff Loveness
Producción: Kevin Feige, Stephen Broussard
Fotografía: Bill Pope
Música: Christophe Beck
Reparto: Paul Rudd, Evangeline Lilly, Jonathan Majors, Kathryn Newton, Bill Murray, Michelle, Michael Douglas

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