Festivales 

BAFICI 2019 – Competencia argentina

Las reseñas de la Competencia Argentina se complementan con las críticas de la ganadora como mejor película de la Competencia Argentina, Fin de siglo (Lucio Castro); la receptora de una Mención Especial del Jurado, Breve Historia del planeta verde (Santiago Loza); Hombres de piel dura (José Celestino Campusano) y La visita (Jorge Leandro Colás), a las que se puede acceder cliqueando en el nombre de cada una de las películas.


Las Facultades, de Eloísa Solaas

Las facultades

Una de las instancias más traumáticas para cualquier estudiante universitario es atravesar el examen final de una materia frente a uno o varios profesores. Una circunstancia decisiva, donde se evalúa nuestra capacidad cognitiva y el rendimiento frente a lo que elegimos estudiar.

Las Facultades, ópera prima de Eloísa Solaas, elegida como la Mejor Directora de la Competencia Argentina, es un documental de observación que toma como eje estructural del relato el momento evaluativo dentro de Universidad pública. El registro comienza desde la preparación del examen, sigue con la instancia del final y culmina con la espera de la nota.

A través de un gran trabajo de edición, vemos a distintos alumnos de Filosofía, Medicina, Música, Diseño de Imagen, Economía y Botánica, que comparten no sólo esa sintomatología estresante que los iguala, sino también otros factores en común dentro del ámbito académico.

La cámara de Solaas ingresa en las aulas, recorre los pasillos y acompaña a los alumnos. También se inserta en el hogar de los estudiantes, donde combinan distintos métodos de estudio, que cada uno planifica a su manera. Sin ningún tipo de intervención, las imágenes siguen a distintos estudiantes en ese recorrido, para dar cuenta de ciertos estereotipos y perfiles acordes a la carrera elegida, a su nivel cultural o procedencia. Los planos cercanos permiten captar el nerviosismo previo, el lenguaje corporal, los silencios ante el olvido frente al docente, la incertidumbre del resultado, así como la desilusión al ser desaprobados.

La mirada de la realizadora se inclina hacia los estudiantes (más que a los docentes, a quienes, generalmente, escuchamos hacer preguntas), toma nota del esfuerzo y las ganas de superarse a través de la educación, que es una vía para nivelar los estratos sociales. Así lo demuestra, cuando sigue los pasos de un joven que estudia Economía e intercambia con otro las diferencias que siente con quienes no han estudiado, cambios que se perciben hasta en el lenguaje. Lo bueno del hecho es cómo elige mostrarlo, porque lo que se destaca es la intencionalidad del joven, más allá de su contexto de encierro en un penal, al que vemos recién en otra escena que completa esa primera presentación.

Las Facultades es un documental interesante y bien realizado, que nos sorprende, con un buen guiño hacia el final, donde Solaas reafirma la orientación social y política de su discurso, como de su instinto narrativo para destacar a quienes deciden pensar en su futuro.


Margen de error, de Liliana Paolinelli

Margen de error

Entre los realizadores de trayectoria que compiten en el Festival, la cordobesa Liliana Paolinelli (Por sus propios ojos, 2007; Lengua materna, 2010 y Amar es bendito, 2013) presentó Margen de error, una comedia romántica que ahonda sobre el universo femenino y las dificultades del amor entre mujeres.

Iris (Susana Pampín) tiene 54 años, es bioquímica y está en pareja desde hace 23 años con Jackie (Eva Bianco), pero no conviven. Lleva una vida organizada y tranquila, hasta que llega la hija de una amiga tucumana, Maia (Camila Plaate), de 18 años, que viene a estudiar a Buenos Aires. Durante unos días se queda en su casa hasta conseguir un departamento. Maia comienza la Facultad y se vuelve muy cercana a Iris, mientras va redescubriendo su homosexualidad con distintas chicas que conoce, se enamora de una mujer mayor. Iris, que acompaña ese inicio, intuye que “esa mujer mayor” podría ser ella. La mera posibilidad o margen de error, lo que da nombre a la película, la desestabiliza y la ilusiona como a una adolescente.

Junto a un buen elenco de actrices, la mirada femenina y detallista de Paolinelli construye un relato clásico, con un gran trabajo estético en la composición de las imágenes, combinando el drama, el humor y el romance de forma bien dosificada y efectista.

La historia, que gira en torno a encuentros y desencuentros, confusiones y enredos, descarta toda presencia masculina para adentrarse en un universo lésbico, que se relaciona con algunos de sus trabajos anteriores. El triángulo amoroso, por ejemplo, recuerda los conflictos de Amar es bendito, donde el deseo y el amor se entrelazan.

Margen de error juega con esa confusión que le da origen, para explorar los sentimientos de una mujer adulta que se permitie dudar, experimentar y desconocerse en el caos sentimental que eso produce. Un caos que lejos está de reflejarse en una puesta en escena tan calculada, que le resta vida y pasión a la historia que narra.


La excusa del sueño americano, de Florencia de Mugica y Laura Mara Tablón

La excusa del sueño americano

Hablar de las dificultades de los vínculos familiares y los lazos afectivos es un tema que puede abordarse en distintas direcciones. En este caso, el conflicto pone el foco en la relación entre una madre y su hija, que se reencuentran luego de 16 años.

Silvana se fue de la Argentina en 2002, en plena crisis económica, para radicarse en Miami, en busca del sueño americano. En ese entonces, su hija Florencia era adolescente y quedó con su padre, quien al tiempo, también se fue. Aquel distanciamiento marcó la vida de Florencia, quien va de visita a Miami con la excusa de filmar un documental y conectar con su madre, rodeada de personajes que, al igual que ella, parecen estrellas de un reality, hablando mitad en inglés y mitad en español.

La ciudad de Miami, como contexto, resulta un lugar sin pertenencia, que se muestra inmerso en una estética kitsch y plástica, con luces de neón y grandes tiendas de marca, a las que acostumbra ir Silvana. Una forma de vida superficial que ha ido cultivando durante todos esos años, mientras postea las imágenes en las redes para comunicarse con su hija.

Mugica y Tablón debutan como realizadoras, y lo hacen desde un relato ficcional que incorpora aspectos del documental. Siguen de cerca a sus protagonistas y dan testimonio de una intimidad en constante tensión. Los planos cercanos toman sus miradas, las charlas y la incomodidad entre ellas, al no poder relajarse ni sortear las diferencias insondables que las separan. La recuperación del tiempo perdido y el amor que las une parece acercarlas a esta convivencia, por lo demás, transitoria.

En La excusa del sueño americano, el tema empieza y termina dentro de esa problemática. Por eso mismo, se deja en claro que las deudas pendientes, en relación al afecto, no se saldan fácilmente y, si por momentos hallamos calidez entre ellas, también el relato las muestra como a dos desconocidas.


La creciente, de Franco González y Demián Santander

La creciente

Un territorio sórdido al borde del río Paraná se vuelve el escenario ideal para que un joven marginal, llamado Matía (Cristian Salguero), llegue escapando, sin que sepamos de qué o de quién, a una isla en medio de la nada. En el lugar, lo encuentra un hombre apodado El Correntino (Héctor Bordoni), que maneja los recursos naturales de la zona (vacas, ovejas, tala de árboles) y explota a otros que trabajan para él. Vive con su chica, La Gaby (Mercedes Burgos), que está harta de su machismo y de la chatura del lugar. A Matía le ofrece una casilla de chapa y comida a cambio de sus tareas. Sin embargo, lo que al inicio parece ser un lugar para comenzar una nueva vida, el joven terminará boicoteando su oportunidad.

Si hay algo que se sostiene en La creciente es un ambiente de constante desconfianza, de violencia latente, que va aumentando la hostilidad de sus habitantes. A ese malestar, se suma la desolación del lugar, que interviene en las acciones de los personajes, ya que todos intentan sobrevivir antes de que suba la creciente y arrase lo poco que tienen.

Con imágenes que remiten al cine de Lisandro Alonso, los realizadores González y Santander, que dirigieron Uahat (2013), filmada en el Río Pilcomayo, construyen un drama social de tono realista, con pocos personajes, escasos diálogos y acciones mínimas. Una historia de supervivencia, que funde a sus personajes con la virginidad de la naturaleza casi de una forma primitiva. Allí emergen las miserias humanas y las frustraciones de quienes provienen de los márgenes y no tienen escapatoria.


Ínsula, de María Onis

Ínsula

Una pareja viaja al Chaco profundo para realizar un documental sobre la vida de la comunidad wichi. Ella dirige el documental y es estudiante de antropología. Él colabora con ella y se ocupa del diseño de imagen y sonido.

Desde el inicio, vemos en primer plano la labor de una indígena trabajando con una planta, mientras escuchamos en off sus diferencias, que no cesarán a lo largo del rodaje. Una vez en Buenos Aires, comienzan a editar el documental que vimos hacerse, pero sus discrepancias conceptuales y la falta de acuerdo sobre el sentido y dirección que quieren darle a su película irá en aumento hasta hacerse insostenible.

El espectador no solo se vuelve testigo de discusiones sin sentido y de una competencia “yoica” entre sus protagonistas sobre temas muy transitados por el cine, sino que se vuelve a poner el foco en cómo se observa otra cultura y desde dónde se aborda un tema tan delicado y polémico como el de los pueblos originarios. ¿Tiene una intencionalidad constructiva el estudio antropológico que realizan? ¿Hasta dónde interfiere la mirada burguesa?

Ínsula plantea esos interrogantes, que no responde, y satiriza cierta tendencia del documental y de los estereotipos de sus realizadores. La propuesta que podría incluirse en un formato de cine dentro de cine, termina reduciéndose a pocos elementos narrativos, sin mucho más que ofrecer, además de las interminables peleas entre sus protagonistas.


Badur Hogar, de Rodrigo Moscoso

Badur hogar

Luego de dieciocho años de haber presentado Modelo 73, Bafici 2001, el director Rodrigo Moscoso vuelve al Festival para estrenar Badur Hogar, una nueva comedia romántica de enredos filmada, nuevamente, en su Salta natal.

Juan (Javier Flores) es salteño, tiene 35 años y no está pasando por su mejor momento. No tienen ningún objetivo de vida, vive con sus padres y es uno de los herederos del negocio más importante de ramos generales “Badur Hogar”. Uno de los locales más destacados de la región, que bajó sus persianas dos décadas atrás, conservando todo intacto en su interior. Allí, Juan pasa algunas noches o lo usa de refugio sin que sus padres se enteren. A pesar del buen pasar económico familiar, él y un amigo limpian piletas en los countries de la zona. En el momento menos pensado, se cruza con Luciana (Barbara Lombardo), una porteña extrovertida y de carácter, con quien comenzará una relación que en gran parte transcurrirá entre el mobiliario del establecimiento. La felicidad de haber encontrado el amor, también se alimenta sobre la base de confusiones y mentiras que no se podrán sostener por mucho más tiempo.

Con una buena química entre sus protagonistas, acompañados de personajes bien logrados, la historia avanza en distintas direcciones que lindan con la comparación entre el salteño tranquilo y, en este caso, medio quedado, versus la porteña decidida y enérgica. A eso, se le suma la polaridad entre las tradiciones familiares, siempre más arraigadas en la provincia, y el concepto más moderno que llega desde Buenos Aires.

Rodrigo Moscoso retoma un género que sabe manejar y logra una buena comedia que entretiene y se ríe de sí misma, a través de la observación y del registro de las costumbres y los estereotipos que definen cada lugar. 


ITUZAINGO V3RIT4, de Raúl Perrone

Ituzaingo v3rit4

Pensar el cine independiente argentino y de autor es asociarlo a la obra del prolífico y talentoso Raúl Perrone (Los actos cotidianos, 2010; P3nd3jos, 2013; y Expiación, 2018, entre otras), con un estilo narrativo y temático muy personal, que linda con un cine cuasi experimental.

Como es su costumbre, la localidad de Ituzaingó (donde reside) vuelve a ser el territorio de inspiración protagónico de su filmografía. A diferencia de sus trabajos anteriores, la locación servirá de escenario para que un grupo de actores, actrices, productores y directores muy esnobs se reúnan para dialogar y filosofar sobre temas relacionados con el arte y el espectáculo. Así pasaran la noche, entre distintos bares de la zona, compartirán fiestas, alguna performance por la calle y se sacarán fotos y selfies.

La historia, que se narra en un blanco y negro bien contrastado, no sale de esos espacios y charlas que se construyen a través de un relato sarcástico sobre el teatro, el universo del cine, su situación actual y la competencia con nuevas tendencias de consumo. También es muy crítico de las posturas narcisistas que rodean al ambiente artístico y son alimentadas por cierto tipo de público.

Perrone se muestra incómodo con los nuevos lenguajes y formas de comunicación que han influenciado al teatro y al cine, y que modificaron la mirada y la concepción sobre el arte más tradicional. Es más, hace hasta una alusión peyorativa al Bafici al que llama Bafuchi, un espacio que, si bien tiene defectos y virtudes, siempre le sirvió como plataforma de lanzamiento de sus películas.

Con una estética que recuerda a los personajes fellinescos e influencias del cine más ensayístico de Godard, ITUZAINGO V3RIT4 se vuelve algo reiterativa, demasiado discursiva y con una crítica tan extensa a las formas narrativas, que termina salpicándola.

 

Competencia Latinoamericana (reseña)


Gran Orquesta, de Peri Azar

Gran orquesta

Dentro de la Competencia Latinoamericana, queremos destacar el documental Gran Orquesta, de la realizadora tucumana Peri Azar (Perrone, escritor, 2000; Historia de un hombre, una mujer y sus buenos días, 2013), elegida como la Mejor Directora dentro del rubro.

La película narra el encuentro azaroso con un baúl tirado en un container que guardaba dos mil partituras de una de las big band argentinas más importantes de los años 40 y 50, dirigida por el músico Héctor Lomuto. “Héctor y su Gran Orquesta de Jazz” brilló en los escenarios porteños de aquellas décadas. La banda estaba a la altura de otras orquestas de nivel internacional. A partir de ese descubrimiento, se reconstruye la historia y la música que realizaban, con la ayuda y participación de la Big Band del Conservatorio Municipal Manuel de Falla y de las interpretaciones del trío compuesto por el actor Sergio Pángaro, Abel Corriales y Cocó Muro, que evocan algunos temas clásicos.

Con muchas imágenes de archivo, audios, entrevistas a los familiares y amigos de los músicos de la banda, de la que hoy no queda ninguno presente, se dialoga con las distintas personalidades que aportan su recuerdo de aquellos años, para dar forma y ritmo, por sobre todo, a un documental que vemos realizarse.

Gran Orquesta rinde homenaje a una época de esplendor, donde las orquestas de grandes músicos tocaban en vivo en clubes que organizaban bailes, como en los estudios de radio. Pasaban de ritmos que iban del tango al foxtrot y del jazz al swing bailable. Muchos de ellos han quedado en el olvido o excluidos por cuestiones ideológicas con los cambios de gobierno, como le pasó a Héctor tras la caída de Perón. La desaparición paulatina de esas bandas también se relaciona con el avance tecnológico: la aparición del vinilo, la televisión y la reducción de costos de mantenimiento a bandas integradas por treinta músicos.

Lo bueno del cine y de la investigación documental es traer a la memoria aquellos recuerdos, abordados desde la admiración y el respeto que Peri Azar supo ofrecernos.


 

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