Series de TV 

Terminator Zero

Terminator Zero, cartel

La franquicia de Terminator presenta una serie de problemas de carácter narrativo. Efectivamente, ¿qué más hay que contar después de la segunda entrega, que cerraba perfecta y claramente la cuestión del destino y de los viajes temporales? Quizás simplemente porque el público se había familiarizado con el personaje del robot asesino, se ha intentado ir desarrollando diferentes proyectos, todos fracasados, desde un tercer capítulo hasta dos sucesivos que han intentado ser la verdadera tercera entrega, sin olvidar la rareza del decepcionante capítulo con Bale en un futuro no muy lejano. Y es que, efectivamente, los dos primeros cuentos de Cameron son un espectáculo tanto técnico como narrativo, y la sensación de muerte, fatalidad y deprimente destrucción o, mejor dicho, del fatalismo y del tech-noir de 1984 y del posibilismo y de la acción de 1991 llevan a admirar cómo el director-guionista va tejiendo un cuento que nos traslada a una visión tan diferente de y tan igual a nuestra misma sociedad y cultura. Los robots pueden ser, así, los malos de un viaje temporal que es también una historia de amor (entre dos almas perdidas, por supuesto, como también entre una madre y su hijo, y que la basura narrativa de Dark Fate desaparezca de nuestros recuerdos lo más antes posible).

Una serie sobre el mundo de Cameron, entonces, no puede sino basarse en los elementos esenciales si quiere seguir proponiendo a los espectadores las mismas sensaciones. Y, efectivamente, el principio discursivo de Terminator Zero es total y claramente la cuestión cultural (y por supuesto, científica) que reverbera dentro de los primeros dos capítulos. Determinismo y libertad, necesidad y posibilidad, elementos, estos, que sientan las bases para un diálogo de carácter práctico y filosófico (dicho aquí dentro que aquel tipo de filosofía a lo Dick, y no solo, que se ha ido desarrollando en el mundo de la ciencia ficción). Se propone así, al espectador, no solo una narración con un carácter típico de la estructura de acción, sino que durante los episodios se va construyendo un elemento de profundidad temática que logra involucrar un aspecto fundamental que las (seudo) secuelas de la franquicia no han logrado implementar en sus ofertas. La visión de Terminator Zero, de hecho, implica un análisis de lo que es la realidad misma de los viajes temporales y permite acercarse a cuestiones interesantes de lo que el destino efectivamente es dentro de la dicotomía de libertad (casi) absoluta y determinismo inapelable.

La narración, hay que notar, tiene muchos defectos durante los primeros episodios. Y, de hecho, podría llevar a muchas personas a abandonar el juego que se va instaurando, como si estuviéramos ante una obra infantil, mal estructurada y con unos diálogos horribles. Sin embargo, la frustración inicial se debe a una serie de engranajes que es posible ir descubriendo en el desarrollo de la narración, y lo que antes nos parecía una mala idea se convierte en un “pues sí, claro” que desata una serie de consideraciones, no solo sobre lo que ha sido, sino también sobre lo que va a ser, demostración, esta, de que solo si el guion está bien escrito puede el producto fílmico atrapar nuestra atención. Y es grande la satisfacción final que nos abraza, una vez llegados al final de una aventura que logra abrirse ante las posibilidades no solo del género, sino también (o, a lo mejor, sobre todo) de lo que la franquicia de Terminator sabe ofrecer.

Comparte este contenido:
 
 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.