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La inclusión en el cine: 2. Antítesis

La inclusión es basura. Lo es no porque el concepto de incluir sea negativo, sino porque su estructura actual implica abrir paso a cualquier tipo de diversidad. Es una moda pasajera (se espera) que nos ve a todos como inferiores si de normalidad de habla. Lo out es todo lo que parece no tener ninguna forma de anormalidad, lo in es todo lo que nos permite decir que el subalterno tiene derecho a hablar. Habría que preguntarse si Spivak se había dado cuenta de algo muy importante, efectivamente : si el esclavo quiere hablar, ¿es que de verdad lo que va a decir tiene importancia? ¿Qué pasa cuando el subalterno es el hillibilly que dice que va a votar por el peor candidato y que cree que la Tierra es plana? El derecho a hablar no implica, de por sí, que lo que vamos a decir (a) siempre tenga sentido y (b) esté basado en un análisis profundo, racional y lógico de lo que nos rodea. Además, todos, desde cierto punto de vista, somos subalternos.

Es una cuestión ideológica, entonces, como decía Althusser. La inclusión es una palabra hueca, detrás de la que está una serie de malas interpretaciones de la realidad, según patrones de posiciones políticas desastrosas. En realidad, todo hombre y toda mujer tiene los mismos comportamientos, y la presencia o no de un color de piel diferente no puede ni tiene que ser el elemento fundamental sobre el cual tiene que apoyarse un cuento. Y esto porque, al fin y al cabo, lo que tiene que importar seriamente de una película es su estructura, su manera de contar, de desarrollar una historia, unos personajes, un evento. Todo lo demás es inútil y no sirve para nada, quizás solo para darle un poco más de color, para que se vean unas caras diferentes, sí, pero con la misma estructura, sea cual sea la disposición de la nariz, de los ojos, de la boca, de los dientes (ya se entiende lo que quiero decir, seguir describiendo todo el cuerpo no es necesario).

El nacimiento de una nación, DW Griffith, 1915

La inclusión provoca problemas. Hay que elegir a los actores no según su orientación sexual o el color de la piel, sino analizando la cuestión desde un punto de vista más pragmático. ¿Sabe actuar? ¿Tiene la edad que tiene que tener mi personaje? ¿Es como me imagino que es mi protagonista? Todo lo demás es y resulta ser innecesario. Que nos den las estructuras, que nos regalen emociones y no lecciones de carácter político (alguien diría seudomarxistas, o algo similar). El arte de narrar es un arte neutro, no se basa en posiciones políticas o seudofilosóficas. No podemos pasar nuestro tiempo pensando si efectivamente nuestro filme es bastante inclusivo o si no hubiera sido mejor que el personaje principal, además de ser mujer, hubiera sido homosexual y negra (o asiática, o árabe, o hindú, o latina, por lo menos no blanca).

La inclusión crea problemas, porque se ha convertido en el elemento inicial de una obra, la estrella a seguir que nos indica hacia dónde tenemos que ir si queremos que nuestro producto tenga la más mínima posibilidad de ser proyectado en las salas o visto en la pequeña pantalla. El mundo ya no es de los normales, de la gran mayoría, sino de pocos, y en esta decisión ideológica se esconde la posibilidad de que cualquier tipo de fracaso de nuestro producto se deba a un rechazo de carácter reaccionario. Si no llegamos a vender bastantes billetes, esto se debe, simple y rotundamente, al racismo, a la xenofobia, a la idea de la pureza de la sangre, a la misoginia. Los malos están allá, fuera de nuestro mundo cerrado en y sobre sí mismo, imposible de reprochar. Y así es que, por ejemplo, cualquier tipo de crítica de un producto inclusivo no puede ser sino positiva, ya que el solo hecho de presentar a subalternos que pueden hablar es demostración de la bondad de todo el filme.

Centauros del desierto, John Ford, 1956

La inclusión, entonces, no nos permite ver un producto sin preguntarnos si allí no está escondido algo negativo, una falta de respeto por los excluidos. Si en nuestra película no aparecen bastantes mujeres, bastantes africanos, bastantes asiáticos, bastantes árabes, entonces tendremos que ser sacrificados ante los dioses de la inclusión y padecer el dolor de quienes no se dan cuenta de la importancia de abrir las puertas a todos, dejando que entre cualquier tipo de persona. Sin embargo, la inclusión implica la pérdida de una sensación de democracia y ya se puede ver cómo un producto inclusivo solo de mujeres, lesbianas y negras puede obtener un juicio positivo, mientras que uno solo de los hombres heterosexuales y blancos tiene que fracasar y perecer en el acto mismo de su existencia negativa.

¿El subalterno tiene derecho a hablar? No, por supuesto, si de lo que hablamos es un derecho dentro de un marco narrativo. En un producto de este tipo, el derecho a hablar lo tienen los personajes, en cuanto elementos que ayudan a desarrollar un relato. Es por esta razón que podemos ver Birth of a Nation y darnos cuenta de que, detrás del rostro racista, allí se está construyendo una historia en la que hay un elemento fundamental, el arco narrativo que está en la base de cualquier intento del arte de contar cuentos. Tenemos que volver al arte de narrar, a la capacidad de ver los filmes como estructuras narrativas y, por esta razón, capaces de sostenerse por sí dentro de una arquitectura que se abre y se cierra en sí misma, en el justo análisis de los productos de ficción en cuanto historias que solo le deben su valor y su crítica al juicio del narrador, en cuanto narrador, y del espectador, en cuanto espectador. Y que las ideologías de la inclusión a cualquier costo queden fuera del espacio del mundo de los personajes ficticios.

La inclusión en el cine – Tesis   |  La inclusión en el cine – Síntesis

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