Investigamos
La inclusión en el cine: 3. Síntesis
Hay que controlar siempre los puntos de vista diferentes. No significa aceptarlos ciegamente, ni rechazarlos completamente. Hay que intentar ir más allá y basar nuestro análisis de ellos en lo racional, lo lógico. Samuel Butler (de Erewhon) hablaba muchas veces del common sense, algo que nos parece obvio y que, de todas formas, muy a menudo pensamos estar usando cuando, en realidad, estamos siguiendo posiciones extremas o ideas huecas. Cuestiones como la de la inclusión, dentro del marco social, obviamente van a tener una serie de respuestas diversas, algunas completamente opuestas a otras. Es algo natural que se debe a diferentes factores, si bien me atrevería a decir que, en la mayor parte de los casos, el problema se sitúa en una lucha ideológica de carácter tanto psicológico como también emotivo. Y, por supuesto, hablar de ideología puede ser siempre un problema, ya que se usa tanto en un lado como en otro, sin saber, muchas veces, qué es efectivamente la ideología misma (y su significado ha ido cambiando en los años, ya que, inicialmente, solo indicaba la manera de pensar típica de una población).
Se supone que cuando contamos algo tenemos que pensar en quiénes van a escucharnos (o leernos, o vernos). Por esta razón, cuando se dice que solo importa la estructura del filme, olvidamos que, en realidad, hay un público al que nos dirigimos, algo que se aprende en los primeros días de un curso de guion. Son las bases, algo que todos ya conocemos, ya que los productos para adultos, por ejemplo, poco se parecen a los para niños (y lamentablemente, tendríamos que decir, para hablar de la disneyficación de la naturaleza y de su violencia, algo de lo que habló hace años Herzog, si no me equivoco). Efectivamente, no tiene sentido crear filmes solo para un hombre blanco, heterosexual, con unos estudios académicos, italiano, cuarentón, sin pareja, amante de la literatura, que odia a quienes piensan que el arte lo es todo (por si acaso hubiera lectores pocos atentos, estoy hablando de mí); si queremos vender algo tenemos que saber quiénes van a ser nuestros espectadores, y presentarles una obra que se ajuste a sus expectativas.
Por esta razón, la inclusión siempre ha sido parte de Hollywood y de cualquier máquina de producción de películas. Incluir, de por sí, solo implica la acción de abrir las puertas a determinados elementos de nuestra sociedad o, más bien, de la humanidad. La cuestión, obviamente, tiene sus diferentes matices, así que la inclusión de los indianos no lleva de por sí a que tengan un valor positivo, como en las viejas películas, en las cuales los buenos eran lo cowboys y los malos los redskins. Lo mismo se puede decir de los negros americanos de Griffith, quienes en su Birth of a Nation representaban el mal o, por lo menos, la falta de orden (un orden social, político y emocional que solo podía basarse en la “justicia” de los del Klan). Si de inclusión se habla, es necesario tener en cuenta también qué tipo de roles aquella parte de la población representa en los productos fílmicos, lo cual tiene un valor más de carácter de estudios sociales y culturales, y a lo mejor, menos de arte escénica.
De todas formas, la cuestión de la inclusión es, que guste más o menos, típica del desarrollo de cualquier civilización. Por esta razón, no nos damos cuenta, a veces, del cambio que se ha ido construyendo durante las décadas que nos preceden. La presencia de protagonistas negros, por ejemplo, o tan solo de italianos o latinos en las películas de Hollywood hubiera sido imposible de concebir hace sesenta o setenta años, por lo menos, así como se muestra hoy. Hablar de la inclusión como algo de por sí negativo se parece a quienes hablaban mal de la presencia de los susodichos negros (e italianos, indianos, árabes, etc.) en las películas que se estaban produciendo. ¿Hubieran tenido, los directores, los productores, los guionistas, que dejar a un lado la cuestión del mensaje social y seguir solo la escueta visión narratológica? Por supuesto, todo producto cultural es un producto social, político, ideológico; quizás no estemos siempre delante de obras de tipología brechtiana, pero sí con sus ideas que quieren proponer o sobre las cuales se basan. ¿Qué decir de la muerte del protagonista negro al final del primer capítulo de los zombis de Romero? ¿No se entremezcla el arte de narrar con la voluntad de proponer un mensaje exquisitamente político?
En algunos de sus artículos, Javier Marías lamentaba el uso lingüístico de ciertas modalidades de inclusión, y lo hacía no solo con gracia e inteligencia, sino con justa razón. Y, por supuesto, la cuestión que el escritor proponía a su público se basaba no tanto en el rechazo de la inclusión, sino en el uso errado que se hacía de ella. Nos lleva entonces la lectura de sus artículos a darnos cuenta de que el problema muchas veces no está en la aceptación del otro, en dejar que el subalterno hable (y sí, preguntarnos qué es que quiere decir y si lo que dice tiene sentido no es una cuestión de poca importancia, más bien necesariamente democrática y racional), sino en los extremos de una apertura total que se convierte en una destrucción completa de quienes vemos como enemigos (los machos blancos heterosexuales, quienes somos no pocos) o de un cierre universal que impide la presencia de elementos fuera de la supuesta (y muchas veces inexistente) normalidad (las mujeres árabes lesbianas, por ejemplo).
Por supuesto, en el caso de una visión narrativa, es necesario saber cómo funciona la estructura y saber por qué y cómo se desarrolla la acción y hablan (y actúan) los personajes. Si de inclusión hay que hablar, en estos casos, esta tiene que ser algo secundario, a menos que no queramos crear una historia sobre un elemento que se inserta también (y no solo) en la cuestión de la inclusión. ¿Es más importante que Ripley sea una mujer o que sea una sobreviviente? ¿Tiene más sentido que Denzel Washington sea Lear o que sepa cómo “hacer” Lear? A veces la inclusión, siendo un concepto de carácter social y cultural, se desarrolla de por sí, conectándose con la realidad en la que se encuentra y que históricamente la engendra y la representa. Y, en la concreción de las ideas en la pantalla (grande o pequeña), quizás lo que más importancia va a tener sea también que nos sepan contar algo capaz de encender nuestra curiosidad y estimular nuestro cerebro. Sí, también desde un punto de vista cultural.
P. D. : Una consideración final. Estamos hablando de películas, del arte de narrar. Si Brecht pensaba que su misión era la de enseñar, de abrir paso a un futuro político mejor, no hay que olvidar que las películas a veces solo son productos que crean sueños. Recordemos, entonces, que la fuerza del cine no es infinita y que dentro del concepto global de soft power a veces pensamos darnos más importancia que la que realmente tenemos.
La inclusión en el cine – Tesis | La inclusión en el cine – Antítesis