Críticas

Ningún Dios escucha en el confín del mundo

Godland

Vanskabte Land. Hlynur Palmason. Islandia, 2022.

Póster promocional de GodlandEl viento frío golpea tu cara, la humedad traspasa la carne y se agarra a los huesos con crueldad. Las montañas miran con desdén tras una niebla que parece eterna. Kilómetros de soledad encogen el alma, recuerdan que eres pequeño e insignificante. En la inmensidad, puede que ni siquiera Dios escuche los rezos, que se pierden en el eco hasta desvanecerse.

Así se siente Godland (Hlynur Pálmason, 2022) el poderoso ejercicio estético y emocional que el director danés Hylnur Palmason ha construido con delicadeza inusitada, llevando al límite, de paso, las convenciones cinematográficas acerca del tiempo y el espacio. Intenciones muy claras de formas sobre el fondo que ponen al espectador en situaciones poco corrientes en un cine a día de hoy.

Godland en una pieza compleja de varias lecturas, piezas que funcionan como un fabuloso todo. Palmanson equilibra sus muchas intenciones, aunque es evidente que es el aspecto visual el interés principal de un director dispuesto a desafiar al espectador de manera sutil pero contundente.

El encuentro entre un joven sacerdote e Islandia, la gran protagonista de esta película, nos sumerge en la clásica historia del hombre contra la naturaleza, del golpe que supone entrar en contacto con la desolación de una tierra inhóspita, contraste entre lo sublime y lo terrible. Islandia se descubre como un descenso a los infiernos de inusitada belleza que esconde una esencia destructiva, capaz de arrancar la fe, la cordura e incluso la vida, a aquel que subestima la dureza de esa isla alejada de todo, que ha marcado sus propias reglas.

Tras esa construcción argumental más o menos común, Godland se articula sobre diversas capas de complejidad, en subtramas y encuentros con lo inevitable, que parten de la personal visión de un director que consigue encajar un mosaico sobrecogedor sobre las relaciones del ser humano con su entorno, y lo que un lugar concreto puede hacer con las personas, para bien y para mal.

Una imagen de Godland

Godland comienza como un viaje, una cruzada para construir una iglesia en un lugar remoto, el empeño de un hombre en conocer la tierra baldía y salvaje, que se rehúsa a ser domesticada, a la que llevará la palabra de Dios. Un viaje de silencios, de encuentros, de conocimiento y extrañeza ante la dureza del lugar y de sus gentes. Rudos, auténticos supervivientes, han aprendido a escuchar a la isla, a conocer sus terribles secretos tras los paisajes que dejan sin aliento, a entender el hielo de los glaciares y el temblor de los volcanes.

Un lugar que lo despoja de dignidad, que lo aterra, donde sus rezos se pierden en el sonido de la lluvia al caer en la impenitente noche. Su fe se tambalea, mira a los ojos a la muerte y sobrevive para contarlo.

Pero hay algo que ya ha quedado dentro de él, algo roto, con la isla convertida en terrible abismo que ha devuelto la mirada. La llegada a la supuesta civilización trae nuevos conflictos y encontronazos con la idiosincrasia islandesa. El joven sacerdote se ve atrapado en un mundo que no es el suyo, y que jamás le aceptará.

Palmanson utiliza a su personaje para dar sentido a su obsesiva implicación con la película. Si el joven sacerdote utiliza su cámara de fotos para dar sentido a este nuevo mundo, el director utiliza la cámara de cine para sumergirse en los paisajes de Islandia, un lugar de luces imposibles en constante mutación, de cambios continuos e impredecibles, de sentimientos a flor de piel al encontrarse pequeño e indefenso ante kilómetros de soledad. No se conforma con esto; Palmanson nos acerca a sus gentes, a su folclore, sus canciones y costumbres, a la áspera forma de vida que llevan en el confín del mundo.

El comienzo del viaje

Transiciones entre escenas poco comunes, narración supeditada a la plasticidad del tiempo, que recupera ese esculpir del que hablaba Tarkovski, el director de Godland ofrece el universo obcecado, único, presentado hasta las últimas consecuencias. De manera muy particular, domina todas las piezas de su obra, aunque en ocasiones parezca que la película se le ha ido de las manos y ha tomado conciencia propia extendiéndose hasta el infinito, en una extraña imitación de la propia vida.

Pero según pasan los minutos, Palmanson demuestra que no es así, que siempre hubo un final del camino, que el dolor y la sangre riegan la tierra de la isla, y que la confrontación es inevitable. El odio entre los hombres, que representan mundos tan distintos, desata tormentas, más implacables incluso que las desatadas en la propia Islandia.

Godland es una película de sensaciones, que exige implicación al espectador, la aceptación de las peculiaridades del relato, la construcción de una historia a partir de imágenes inconexas que Palmanson utiliza para ensamblar su crónica de este viaje al interior, tanto de lugares como de personas.

No puedo evitar la sensación, los recuerdos de otros excelsos escultores del tiempo, como el mencionado Tarkovski, Víctor Erice o Bélla Tarr. Cine de soledades, de quietud, del sonido del viento rompiendo la inmensidad de un paisaje que parece infinito, de voces humanas apenas audibles entre la rotundidad de espacios que se someten al paso de un tiempo que se moldea a través de la mirada. Poesía de belleza terrible, como la que sustenta Godland en las postales islandesas que se nos clavan en la retina.

Probablemente, Godland sea mi experiencia cinematográfica más completa de este año junto conLos osos no existen(Jafar Panahi, 2022) y Oppenheimer  (Christopher Nolan, 2023), películas muy distintas pero que muestran, precisamente, a tres directores implicados hasta le médula con el relato y las múltiples maneras de afrontarlo. Espero que sean de los que entren en la propuesta de Palmason y salgan del cine con asombro y estupor, como los que yo mismo experimenté.

No se la pierdan.

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Ficha técnica:

Godland (Vanskabte Land),  Islandia, 2022.

Dirección: Hlynur Palmason
Duración: 143 minutos
Guion: Hlynur Palmason
Producción: Snowglobe Films, Join Motion Pictures, Maneki Films, Garagefilm International, Film I Väst
Fotografía: Maria von Hausswolff
Música: Alex Zhang Hungtai
Reparto: Ingvar Eggert Sigurdsson. Elliott Crosset Hove. Victoria Carmen Sonne. Jakob Ulrik Lohmann. Ída Mekkín Hlynsdóttir. Waage Sandø · Hilmar Guðjónsson.

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