Caballo de acero

El ciclismo es un deporte muy popular en Colombia, desde los juegos Olímpicos de Melbourne en Australia, en los cuales el primer gran ciclista colombiano, Ramon Hoyos, ilusionó con su participación en la prueba de ruta ocupando un honroso puesto decimotercero a un par de minutos del ganador. Ya había sido dos veces campeón panamericano de ruta y ganó en cinco oportunidades la vuelta a Colombia. Luego apareció la mítica figura de Martín “Cochise” Rodríguez, quien llegó a ser campeón mundial en pista. Eventualmente, ciclistas colombianos han llegado a ganar las tres vueltas más importantes del mundo: España, Italia y Francia. Todo ello ha sembrado en el imaginario nacional la idea de que el ciclismo colombiano es de los mejores del mundo y que la práctica del duro deporte es una posibilidad real para que los jóvenes puedan llegar a destacarse en el concierto mundial e internacional. Contribuye a ello la abundancia de terreno montañoso para practicar. De hecho, más de un campeón extranjero viene a entrenar en los paisajes del país, como es el caso del reciente campeón de la Vuelta a España, el norteamericano Sepp Kuss.

Es Antioquia la región colombiana montañosa por excelencia, de hecho, se la denomina “La Montaña”. De esta región han salido campeones como Hoyos y “Cochise”. Es Amagá un típico pueblo montañero. Sus habitantes viven del cultivo del café, de alguna industria incipiente, del turismo y, especialmente, de la minería del carbón, que desde hace años se viene explotando de manera que es a la vez industrial y artesanal, por medio de túneles y socavones. Algunas veces la tragedia ha asolado a sus mineros, especialmente cuando hay explosiones del gas grisú.

Vale la pena mencionar este contexto para aproximarse a la película Caballo de Acero, nombre que se da en el país a la bicicleta de ruta, que incluso se lleva al diminutivo “caballito de acero”. Es una historia donde se combinan el ciclismo, los paisajes de la montaña antioqueña y la vida de los mineros del carbón. El protagonista, a quien todos llaman “Santa”, sueña con ser ciclista famoso, pero todo lo arrastra a vivir su vida como minero, siguiendo las tradiciones familiares y vecinales. Este ambiente de minería de carbón, plena de heroísmo y riesgos, practicada en los pueblos carboníferos del mundo por familias enteras, combinado con la idea de romper los esquemas y lograr evolucionar hacia nuevos mundos, ha sido tratada en el cine. Viene a mi mente el famoso caso de la vida real, tratado en la película Cielo de Octubre (Joe Johnston, 1999). Un joven de un pueblo minero, dotado de un talento para crear y proponer, sueña con convertirse en diseñador de cohetes y lo logra venciendo increíbles obstáculos, a base de estudio, de contactos, de perseverancia y de experimentos.

“Santa” es ante todo un soñador. Él se imagina que gana competencias de ciclismo famosas. La película tiene un precioso diseño para comunicar a los espectadores esta faceta del personaje, mediante el uso de videos en dibujos animados, narrados por la voz de su compañero y amigo infidente, apoyado “Toya”, quien lo anima y lo apoya, combatiendo los frecuentes episodios de desánimo que “Santa” experimenta. Estos videos aparecen momentos clave del filme, y nos transmiten una segunda realidad, apartada de las minas. Realidad esta que es imposible soslayar, ante el embate de la tragedia, que hace que “Santa” deba escoger y sufrir con el proceso de escogencia.

Poco a poco vamos conociendo a estos personajes y los que se mueven en el mundo del ciclismo. De hecho, el famoso “Cochise”, ya maduro y dedicado a impulsar el deporte, interviene en la cinta, con su inspiración y ejemplo, siempre presentes en la mente del protagonista, y con algunos de sus consejos y apuntes, cuando por fin se encuentran los dos en un breve momento práctico y frustante. Apreciamos los entrenamientos por las carreteras de la región y los desafíos que hay que asumir para ser incluidos en un equipo. Todo ello rodeado por los amores, las circunstancias del personaje y de la minería, en escenas bastante realistas y reveladoras que nos acercan a vivencias ciertas y bien narradas.

Como soy de estas tierras, he visitado todos estos lugares y conocido y hablado con personajes de carne y hueso como los del filme, incluyendo a “Cochise”, sentí admiración por los que hicieron esta película, con gran profesionalismo y calidad, contando historias apasionantes y cercanas a la vida real, a la región y a la cotidianidad. Aunque se trate de temas costumbristas, son absolutamente universales. Esta es una ruta que está transitando el cine de Colombia, poco a poco, como lo han hecho tantos cines nacionales del mundo, sin caer en la tónica de narrar preferiblemente historias de crimen y violencia, de guerrillas, de narcotráfico y sicariato.

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