Críticas

Buscando la belleza

El artista y la modelo

Fernando Trueba. España, 2012.

Con El artista y la modelo, Fernando Trueba arriesga, en tiempos de crisis, en los que la taquilla parece influenciar sobremanera el estilo y las temáticas cinematográficas de algunos directores, con una película sobria, en blanco y negro, rodada en francés y con dos estrellas legendarias del cine europeo, Jean Rochefort y Claudia Cardinale, ambos septuagenarios. El cartel de la película ha sido diseñado por Javier Mariscal y el film parte con una dedicatoria  a su hermano, el escultor Máximo Trueba, fallecido en 1996.

En la Francia ocupada de 1943, en la frontera con España, un escultor hastiado de la vida decide embarcarse en su nueva obra, cuando se encuentra con una joven campesina catalana que trabajará para él como modelo.

El argumento gira en torno a un concepto: el de la belleza, tal cual la aprehende y exterioriza el artista. Para la transmisión de los efectos y los sentimientos que le provoca, Jean Rochefort (Marc Cros) se sirve de su rostro firme, curtido y serio, cuya mirada le permite transmitir al espectador, tales emociones. Aida Folch (Mercè) expresa a través de su semblante inocente, ingenuidad y una delicada fragilidad, y un miedo que esconde una historia repleta de dolor y huídas.

El guión utiliza un contexto bélico que permanece en un segundo plano, a modo de escenario inerte que sirve al director para  vincular la relación artista-modelo. De este contexto nace una subtrama que es desvelada en el momento oportuno y que permite que no decaiga el pulso narrativo, fomentando la tensión dramática de la película. Este contexto histórico contrasta con la atmósfera de apacible tranquilidad en la que se sumerge Cros.

El guión ha sido coescrito por Fernando Trueba y Jean-Claude Carrière, quien fue colaborador de Luis Buñuel, y permite mostrar el interior del protagonista, a través de miradas tristes que encierran, a veces, sentimientos de añoranza y, otras, su vacío interior. A pesar de ser una película donde el silencio y los pensamientos tienen mucho que decir, consta de unos diálogos profundos y de una lírica existencialista que llega cuestionar el génesis bíblico, ensalzando la figura y significación de la mujer. Refleja una gran planificación y alterna pequeñas pinceladas cómicas, como la aparición de unos niños que quieren ver a la modelo desnuda o las breves intervenciones de Chus Lampreave, que forma parte del patrimonio humorístico español.

La fotografía e iluminación dan fuerza al argumento y, sobre todo, a la visión del artista acerca de su obra. Tras una primera escena en la que se echan de menos los tonos verdes y amarillentos de la frondosidad del bosque, uno puede llegar a sospechar que la elección del blanco y negro pudiera ser un simple capricho del director. El brillo de la luz del sol sobre la superficie del agua y la belleza de la naturaleza quizá habrían lucido más con una filmación en color. El blanco y negro se desvela como una opción acertada cuando el artista contempla por primera vez a su modelo. Una combinación de planos, aprovechando los claroscuros, y una perfecta administración de la luz permiten, a través de un control del brillo y los contrastes, extraer una enorme belleza de los bocetos del artista y de las poses de su modelo. La combinación de luces y sombras en una fotografía delicada y la angulación de la cámara ayuda a la captación de todos los detalles en los que el artista centra su atención. La intencionalidad de los elementos formales de este film busca transmitir la pasión de un escultor que se siente insatisfecho por no haber alcanzado lo que él considera la perfección.

Los planos confluyen de manera acelerada en los primeros bocetos del escultor para mostrar lo abrumado que se siente en ese momento y ayudan a transmitir la visión lírica del director sobre su guión. La naturaleza se mostrará a través de planos generales, que permiten captar la majestuosidad de los paisajes, descubriendo un escenario en el que a veces la belleza nace de lo imposible.  El cuidado encuadre de los planos se aprecia a lo largo de toda la película, pero especialmente en aquellos segmentos que recogen, a ambos lados de la pantalla, a los dos protagonistas en el taller del escultor.

Trueba homenajea en dos ocasiones al cine más clásico, a través del uso, en  dos ocasiones, del iris, un recurso que se utilizaba en la primera época del cine. Con él cerrará y abrirá la lente de la cámara, dejando solamente visible el cuerpo desnudo de la modelo.

Con un montaje libre de cualquier efectismo, el director consigue acentuar la sensación de monotonía y la vida ermitaña en la que se refugia el escultor.

Las dos Guerras Mundiales han provocado la apatía del escultor, que apenas tiene ya confianza en el género humano, y se refugia en su arte. La guerra sirve para que se denuncien los conflictos bélicos sufridos en España durante la Guerra Civil, y el resto de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Este contexto provoca gran parte de los diálogos entre el artista y su modelo.

Lo efímero de la belleza viene representado por Léa (Claudia Cardinale), la esposa del escultor, quien también ha sido modelo de su marido y de otros artistas de renombre.

La historia no se detiene en el encuentro de una musa, sino que busca la idea perfecta, esa inspiración que no acaba de llegar, que desespera tanto al artista como a su modelo, pero que permite que la relación entre ambos consolide  un vínculo cada vez más fuerte. Destacan las secuencias en las que ambos conversan, permitiendo captar la evolución de esta relación en la que Mercè, inicialmente, se siente fuera de lugar, pero que, poco a poco, va entendiendo las inquietudes del escultor. Aquella en la que ambos comentan un boceto de Rembrandt refleja cómo la confianza entre los dos va aumentando.

Fernando Trueba ha sabido transmitir, en una película con tintes poéticos no apta para todos los públicos, el encanto de la sencillez, a través de una búsqueda incesante con la que el artista desea colmar su alma. La esencia de la perfección captada por el escultor, extraída de las formas del cuerpo femenino, nunca había sido tratada con tanta delicadeza.

Tráiler:

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Ficha técnica:

El artista y la modelo ,  España, 2012.

Dirección: Fernando Trueba
Guion: Fernando Trueba, Jean-Claude Carrière
Producción: Bonne Pioche, Fernando Trueba Producciones Cinematográficas S.A.
Fotografía: Daniel Vilar
Reparto: Jean Rochefort, Aida Folch, Claudia Cardinale, Götz Otto, Chus Lampreave, Christian Sinniger, Martin Gamet, Mateo Deluz.

2 respuestas a «El artista y la modelo»

  1. me encanta lo clara y directa que resulta esta critica, ademas de la suavidad con la que se puede leer, transmite perfectamente lo que la película nos hace sentir.

  2. Una película a la cual pocas reseñas y críticas le hacen honor. Quien tenga gusto por un cine diferente, culto, podrá disfrutar y sentir la emoción que transmite. Un escultor español en su declive, conoce a una campesina a quien la esposa de él encuentra en el pueblo. Es la España de Franco, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial: parejas de soldados y grupos de mujeres garbosas caminan marcialmente por las calles, unos y otras, mientras el artista observa y degusta un café en la plaza del pueblo. La búsqueda del motivo escultórico es una pugna para el artista, hacia el cual llega luego que la modelo adopta involuntariamente una pose de rendición frente a la desesperanza de ayudar al artista en el proceso. No hay que esperar muchos disparos, incluso los diálogos son escasos y hay que interpretarlos en contexto con las imágenes. Las escenas cotidianas que retratan la sociedad de la época, son los auténticos diálogos y hay que seguir con detalle cada inflexión en el trabajo escultórico a través del cual «el artista consulta a la naturaleza» a través de la modelo, de quien termina préndandose al sentir que emergen en él sensaciones que creía haber olvidado. El trabajo prospera y el escultor trabaja eufórico, cautivado por la emoción de haber encontrado el objeto, la escena, la pose de la modelo. Se sobreentiende que transcurren meses; finalmente, la modelo se marcha aunque promete volver al final de la guerra. El artista saca del taller al exterior del jardín, en la casa de campo, la obra ya terminada sólo para lijar aquí o pulir allá, admirando desde diversas perspectivas la hermosura y majestuosidad del trabajo finalmente logrado hacia el final de los días de su vida.

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