Reseñas de festivales 

Why Don’t You Play in Hell?

Why Don't You Play in Hell?La sección Nocturna es un revitalizante esencial del festival que le asegura a la programación una fuerte conexión con las manifestaciones cinematográficas más festivas y desatadas. Tal es el caso de la última realización del japonés Sono Sion, una carta de amor (y de sangre) al cine, propuesta ideal para aquellos que prefieren aproximarse al festival los sábados por la noche con un público numeroso y desprejuiciado. Amén de este detalle, Why Don’t You Play in Hell? es una maravilla por la cual Tarantino moriría (o mataría) por filmar, y la confirmación de que Asia es el lugar hacia donde debe dirigirse aquel espectador que crea haberlo visto todo.

Tenemos a un grupo adolescente de cine-guerrilla dedicado a la filmación de películas caseras con cámaras súper 8. Tenemos a un joven pandillero con aspiraciones a convertirse en el heredero de Bruce Lee, con el equipo de rodaje antes mencionado como principal productora de su objetivo. Tenemos a la joven protagonista de una publicidad de pasta dental, fenómeno mediático que desata el fanatismo de insospechados admiradores, y a muy largo plazo. El padre de la joven (el gran Jun Kunimura), es el líder de un clan yakuza envuelto en un enfrentamiento con otra banda enemiga, y sobrevive a un feroz ataque perpetrado por sus adversarios en su propio hogar, donde la mujer se hace cargo de la situación, dando muerte a la mayoría de los atacantes y obteniendo una prolongada condena a diez años de cárcel. El relato da un salto de una década y vemos que la joven (y ahora muy bella) promesa actoral está un poco cansada de los requerimientos de la industria televisiva y de las presiones de su padre por verla en pantalla para cuando su madre sea liberada de prisión, por lo cual decide escapar del hogar, con toda la mafia japonesa siguiéndole el rastro. La consecuencia de esta huida es que el joven cineasta amateur, ahora un poco en retroceso ante la virtual desaparición del fílmico y el cierre de su sala de cine preferida, terminará a cargo de la filmación del enfrentamiento entre ambas bandas yakuza, con la mayor cantidad de mutilaciones y amputaciones vistas alguna vez en pantalla.

Los ríos de sangre de la película de Sono Sion sirven como transfusiones celebratorias del cine de género, de la supremacía de la pulsión cinéfila por sobre las vicisitudes culturales –la hipotética desaparición del fílmico, de los eternos lazos que unen al cine con la representación de la violencia, de la comedia y el absurdo como bálsamo contra la gravedad del mensaje. La corrida final y triunfal del cineasta bajo la lluvia portando las latas ensangrentadas del feroz registro que ha logrado capturar son la prueba de la devoción casi religiosa que Sono Sion siente por el cine, así como también del infinito respeto que siente por el oficio.

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