Investigamos 

La prisión interior en Avaricia

Avaricia

Sin lugar a duda, los pecados capitales han sido y seguirán siendo tema para tratar en textos de filosofía y en las artes en general. El cine ha sido medio para exponer los efectos y las transformaciones sufridas bajo la influencia de cada una de estas desviaciones morales. En 1924, Erich Stroheim presenta un modelo crítico de la avaricia. El filme está basado en Mac Teague, una novela de Frank Norris publicada en 1899, y considerando que se ubica históricamente dentro del amplio espectro del cine mudo norteamericano, es de comprender que la línea narrativa siga una estructura de sintagmas linealmente hilvanados con elipsis temporales, de las que hábilmente se vale Stroheim para extender el tiempo de observación de los personajes, así como su evolución, desde la gestación de sus sentimientos hasta su fatal caída, arrastrados por la avaricia.

A primera vista, la obra en general resulta de gran transparencia narrativa, pues Stroheim coloca al espectador en el lugar del observador omnipresente, así la película parece transcurrir sin intervención y bajo el flujo natural de la vida misma. Sin embargo, en una mirada más detenida, observamos que el cineasta nos deja señales de su intervención, el no quiere que su película sea una simple moraleja dominical, nos deja señas de un profundo potencial simbólico, como por ejemplo, el funeral que vemos desfilar por la ventana durante la boda de los protagonistas, un contraste visual entre el exterior y el interior en el mismo plano, que choca en lo emocional, dejando clara la metáfora del fracaso al que está condenado no solo el matrimonio, sino los personajes. Es imposible no considerar una cierta y deliberada anticipación del fatal desenlace.

Los acontecimientos a través del filme, así como sus consecuencias, resultan de una lógica tan natural, que involucran al espectador al grado de llevarlo a identificarse plenamente con los protagonistas. El soporte narrativo del narrador extradiegético-heterodiegético permite vincular y dar cohesión a una historia relatada en dos horas, pero que sucede a lo largo de muchos años. El tiempo transcurre de una unidad núcleo a otra, que en general retratan profundas conversaciones que hacen gala de un muy refinado estilo teatral, que matizan las emociones aun sin el uso del lenguaje hablado. Este exquisito montaje de momentos permite llegar a conocer a profundidad a los personajes, e incluso poder sentir como ellos, quizás al grado de llegar a justificar algunos de sus actos.

Stroheim se vale de tres personajes fundamentales para moldear un claro ejemplo de la avaricia como mal que corrompe desde adentro, con severas consecuencias, alrededor de quien la padece. En primer lugar, Mac Teague, el protagonista eje, un personaje que por momentos funge como héroe que huye de la tentación del dinero, pero que finalmente, y dadas las circunstancias al paso de los años, desenmascara su forma de antihéroe en pos de un objeto real, en este caso el dinero; pero más allá de lo que en realidad el dinero es, el personaje lo concibe como un objetivo para alcanzar la salvación de su trágico destino, y así, la dialéctica de personaje-objeto y recompensa. Su tergiversada concepción y los obstáculos que concibe, así como los enemigos que debe derrotar para alcanzar el objetivo, no son otros que los que en un principio fueron sus coprotagonistas, quienes también sufren de la enfermedad y la tergiversación de la visión real del dinero.

Los otros dos personajes protagónicos son Trina, el factor desestabilizador y detonante de los eventos, una mujer que parece mostrarse como la heroína en peligro a rescatar o solo la víctima quizás de sus circunstancias, pero que finalmente termina por mostrar su faceta de antiheroína cegada, a quien la avaricia obnubila el juicio; y finalmente, Marcus, el mejor amigo de Mac, un hombre que desde las primeras secuencias se deja ver como mundano y ventajoso, en quien también florecerá la avaricia. Ambos amigos están enamorados de Trina, lo que genera tensión, pero en una absolutamente genial secuencia, logran un acuerdo que sellará sus destinos.

Fotograma de Avaricia

En esta muy lograda secuencia del pacto entre amigos, ambos salen al mar a pasar rato de esparcimiento. Mac guarda en secreto el amor por Trina y Marcus percibe la tensión. El gran Stroheim presenta la conversación en una cantina, donde a base planos y contraplanos, Mac confiesa su secreto y Marcus muestra su furiosa reacción. A su alrededor, el mar como fondo sirve como modulador del ritmo en la secuencia. En primer lugar, el exterior, con toda su luz y la gente paseando al lado del mar, crea un poderoso contraste visual y afectivo, que evidencia la crisis que en el interior del bar ocurre, donde se libra una oscura batalla. A su vez, los juegos de luz en la estancia permiten diferenciar claramente los dos bandos encontrados, y en la expresividad de quien habla en cada momento, los rasgos fisonómicos se exaltan con la luz del sol que entra por los enormes ventanales que enmarcan la discusión. El movimiento de los dos hombres y la carga simbólica de sus gestos dejan sentir el flujo de la tensión, cuando Marcus se confiesa y su amigo reacciona con ira y, luego, su condescendencia de en pos de la amistad. Esta secuencia, sin duda, permite llegar hasta el fondo de las emociones de los amigos y crea un vínculo invisible que siempre se sentirá como una banda de tensión entra ambos al correr de los hechos.

Desde el punto de vista isotópico, la historia que presenta este filme es riquísima. El eje central es la descomposición de la personalidad y la transgresión de los valores, conforme estos van quedando supeditados a la reificación enfermiza de los bienes materiales. A pesar de que el mensaje es claro, la avaricia lleva a la muerte y, peor aún, al crimen despersonalizado. Stroheim no deja el mensaje solamente como una línea de lectura moral, permite en cambio, que los personajes construyan su propio destino, y eso hace que el espectador comprenda que cualquiera puede llegar a ser un asesino si antepone el dinero a todos los demás valores. La manera como presenta a sus personajes deja ver que son personas normales, en un medio normal, y sin grandes pretensiones, pero con una fragilidad afectiva que se vulnera conforme las circunstancias desfavorecen sus vidas. Así, no solo estamos ante el mensaje moral de la avaricia, sino que el autor, presenta otras líneas de análisis ético hacia problemas tan cotidianos como la vida misma.

Como ejemplo, Stroheim, pone en tela de juicio la verdadera amistad como valor último, al tejer entre Marcus y Mac un contrato de fidelidad hasta la muerte, cosa que sarcásticamente llega a ocurrir en las peores circunstancias. Por otro lado, el problema del comportamiento moral “cuando nadie nos ve”, sirve no solo como lección de consecuencias, sino como una clara forma de construir al propio personaje de Mac y su facilidad para relajarse en lo moral, cosa que lo llevará por sinuosos caminos hasta su perdición. Finalmente, el valor del amor en circunstancias adversas es puesto en tela de juicio, desde el momento en que cada uno de los personajes oculta sus propios fines, lo que sirve como perfecto caldo de cultivo para la emergencia de su oculto personaje, el agresivo que ve en el otro al enemigo a vencer.

Stroheim no se limita en la puesta en escena, ya que, aunque el núcleo de la obra se construye en el ideario del espectador, siguiendo profundas conversaciones, y para presentarlas, se vale de una indistinta variedad de espacios, los cuales siempre estarán en función de potenciar el contenido de la historia. En toda la extensión de su puesta en escena, en interiores o exteriores, encerrados en la miseria de una vivienda de cuatro paredes o en la vastedad sin límites ni barreras del desierto, el cineasta, con un pajarito enjaulado, nos da un guiño para recordar que los protagonistas siempre, y sin importar cuántas paredes los encierren, están aprisionados por ellos mismos. Justamente, el recorrer esta vasta escenografía permite darle redondez formal a la historia, lo que se percibe como una vida cotidiana en personas cotidianas. Así, vemos a Mac conquistar el amor de Trina en el muelle, los vemos en el parque de diversiones, como también los vemos discutir en el interior de su pobre morada. Si bien la puesta se fundamenta en la representación teatral de los actores, es posible discernir un exquisito uso de los recursos del cine moderno, con interesantes juegos de cámara que muestran planos creativos y complejos en su interpretación simbólica, como la contrapicada usada para definir el estatus de poder cuando Mac deja su casa, bajando la escalera para conseguir trabajo, mientras Trina lo observa desde arriba. No me queda duda de que las escenas, en donde Trina acaricia las monedas en la cama, filtradas tras un velo que le da una sensación etérea de introspección entre onírica y afectiva, con el destello del metal y las manos sombreadas, nos trasladan al terreno de lo erótico, de la entrega absoluta, cosa que nunca vemos cuando está con su marido. El carácter simbólico de esa imagen es muy profundo.

Vale la pena mencionar el gran trabajo de Gibson Growland, que representa no solo los sentimientos de Mac Tegue, sino la constante lucha entre el bien y el mal que sucede en su interior: la agresión a su compañero en la mina, el abuso de su paciente anestesiada o llegar al extremo del asesinato. El maquillaje y la iluminación dejan notar los pliegues de su rostro y la mirada oculta bajo el ceño fruncido al reclamar a Trina su riqueza en medio de tanta miseria, al mismo tiempo que muestra una complaciente y compasiva expresión ante su amigo al sellar el pacto de amistad en el muelle.

Greed

Avaricia es un modelo de cine perfecto, donde la narrativa formal se presenta conforme a las necesidades del contenido. Las secuencias transcurren con diferentes ritmos y velocidades, según los hechos en escena demanden. Por ejemplo, la larguísima secuencia de la persecución final, que trascurre en planos alternos siguiendo casi a velocidad real los eventos, crea una tensión absoluta y deja sentir el agotamiento de los amigos conforme se encuentran con su final. Esta secuencia contrasta, por ejemplo, con las cortas escenas donde Trina y Mac construyen su matrimonio y luego van en decadente picada hacia la miseria.

La historia que Stroheim nos presenta es una parábola moderna con personajes reales y sensibles. La presentación de líneas paradigmáticas claras, como la carencia contra la liquidación de la carencia y el establecimiento de la prohibición contra la transgresión de la prohibición, funcionan para descifrar a los personajes en su camino y para comprender que el mensaje llega hasta la conciencia del espectador, por empatía con la historia. Considero que Stroheim fue tremendamente valiente al presentar una historia con moraleja, pero sin final feliz. Era en extremo fácil, sobre todo dadas las circunstancias del cine de 1924, caer en la tentación de reivindicar a Mac, o quizás a Trina, como heroína confundida y que, finalmente, alguno cediera y regresara al camino recto. Pero, por el contrario, el cineasta se apega a la vida misma y a las consecuencias lógicas de los actos. La película que bien pudo ser una moraleja al estilo del sermón dominical es, en realidad, un corte transversal de cualquier persona en cualquier momento de la vida y en cualquier lugar. Avaricia es una película que sigue vigente por la fuerza del mensaje y por la potencia cinematográfica con la que está construida.

Comparte este contenido:

Una respuesta a «La prisión interior en Avaricia»

  1. AVARICIA es una joya e la imaginacion humana, y si es una joya autentica, no confundir con la joya que lleva en su cabeza hueca, algunas de las mal llamadas soberanas que persiguen los mismos objetivos de los personajes del director. Es la biblia humana
    en imagenes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.