Reseñas de festivales 

Frágil como o mundo

Fragil como o mundoJunto a la del cineasta israelí Uri Zohar (hoy alejado del cine, dedicado a sus estudios de la Torah y profesando como rabino), la retrospectiva de la autora portuguesa Rita Azevedo Gomes se ofreció como la gran revelación de esta edición del festival. Su gran película Fragil como o mundo sirvió como muestra cabal de la diversidad que caracteriza a esa cantera cinematográfica inagotable que es Portugal. Experiencia de inmersión absoluta donde conviven armoniosamente una puesta en escena teatral, diálogos con cierta pretenciosidad literaria, un tratamiento pictórico de la imagen y movimientos de cámara lentos y cadenciosos, esta realización de hace ya más de diez años de edad encierra todos los rasgos de obra maestra escondida, estableciendo puentes con el cine de Sokurov, Erice y Tarkovski.

La historia se puede reducir a la de una joven llamada Vera, que se enamora y decide huir junto con su pareja, el joven João, para internarse en medio de un bosque y allí encontrar la muerte. En su aventura furtiva, Vera replica un relato contado por su abuelo, en el que una joven princesa musulmana escapa junto a un príncipe cristiano para consumar su amor prohibido. Sin embargo, la directora no traza un entorno hostil ni circunstancias sociales que imposibiliten esa relación. La familia de Vera es retratada con calidez y humanidad, y nada parece interponerse a la posibilidad de ese amor compartido, salvo la voluntad familiar de João por abandonar la provincia e iniciar una vida de estudios en la ciudad. Pero hay un plano de singular importancia dentro de la película que parece resumir el conflicto interno de su protagonista: aquel donde Azevedo Gomes inscribe el cuerpo de Vera entre un mapa de Portugal y un afiche escolar de la anatomía humana, representando la escisión del alma de su protagonista, que quizás se debate entre el corazón y el territorio.

Si bien el clima del relato puede insinuar cierta gravedad, Azevedo logra descubrir un territorio nuevo situado entre el cuento de hadas, la evocación de la infancia y el romanticismo trágico, no desprovisto de humor ni calidez. Con una notable fotografía de Acacio de Almeida, en su mayor parte en blanco y negro, el relato está ambientado en un entorno agreste envuelto por la niebla, en el que el color irrumpe solo ocasionalmente, como en la secuencia inicial, y luego en un flashback de la protagonista, cuando rememora un extravío ocurrido durante su infancia, tras internarse profundamente en ese mismo bosque donde encontrará una muerte serena años después.

Azevedo Gomes parece servirse del teatro, de la literatura, de la pintura, como si se trataran de yacimientos o minas, logrando extraer de todos esos referentes el más puro cine.

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