Festivales 

Atlántida Film Fest

 

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Historias que entran por los ojos

La exhibición de cine a través de Internet se consolida como uno de los canales claves del presente de  la distribución y el consumo cinematográfico. No se trata sólo de las tendencias desacralizadoras en torno al acto individual de ver una película en la sociedad de la inmediatez. En el caso del cine independiente, exiliado con pocas excepciones de las cadenas exhibidoras generalistas,  las plataformas de cine online facilitan un acceso global a contenidos a los que de otra manera sólo un público con proximidad física a salas no especializadas podría acercarse. Bajo esta premisa la plataforma Filmin presentaba la cuarta edición del Atlántida Film Fest, cuarenta y siete  títulos de la industria outsider divididos en tres secciones durante un mes de abril de cinefilia en red.

El desconocido del lagoLa sección Atlas, que reunía títulos internacionales con menciones en algunos de los principales festivales del mundo, se inauguraba con la muy comentada El desconocido del  lago (Alain Guiraudie, 2013) tras su éxito en Un Certain Regard, en Cannes, donde conseguía el premio a Mejor Director y a la que Cahiers du Cinéma  designaba como Mejor Película de 2013. Tal privilegio puede resultar  dudoso, sin ánimo de menospreciar la cinta de Guiraudie ni de contradecir a los pesos pesados de Cahiers, por tratarse de una película de la misma cosecha que la gran ganadora del mismo festival de Cannes y  terremoto cinéfilo de 2013, La vida de Adèle (La vie d’Adèle, Abdellatif Kechiche, 2013), o de la sublime ganadora del Oscar, La gran belleza (La grande belleza, Paolo Sorrentino, 2012). Se trata igualmente de una propuesta imprescindible a caballo entre el thriller y el drama homoerótico  desarraigado, desarrollada en un escenario bucólico apacible, en contraste con las fuertes tensiones de una trama noir hipnótica.

Sobre amor y amistad masculina tienen también mucho que decir otras dos películas de temática gay del Atlántida. Tom à la ferme (Xavier Dolan, 2013) trata de la historia de un joven que acude al funeral de su novio en un pequeño pueblo y queda atrapado en una atmósfera opresora y violenta, inmerso en una relación enfermiza con el oscuro hermano de su pareja, sustituyendo al fallecido en el seno de la familia. El oficialmente denominado enfant terrible del cine canadiense y del queer noir posmodernista, Xavier Dolan, parece perderse en la rabia de su propuesta, que avanza  ferozmente hacia un punto que el propio realizador parece no tener  muy claro, en una narración caótica, pero al fin y al cabo fascinante en cuanto a la turbación que genera. El tercero (Rodrigo Guerrero, 2014) constituye una obra menor que dispone la organización de sus encuadres al total servicio de la expresividad gestual de sus ocupantes. Además, también ambas derivan sus planes argumentales de la idea de la localización de identidades, en este caso a través del thriller narcótico.

Is the Man Who is Tall Happy?La sección Atlas contiene algunas joyas como Is the Man Who Is Tall Happy? (Michel Gondry). Este largometraje relata, casi en su totalidad, a través de animación, las entrevistas entre Michel Gondry y Noam Chomsky, lingüista, filósofo y activista político, y considerado como el pensador vivo más influyente de nuestros días por el New York Times. Los delicados dibujos de Gondry dan vida a las palabras de los dos conversadores y construyen todo un universo de tintes oníricos en torno a temas diversos, como la política, la muerte, la religión o la lingüística, en esta cinta que rompe los códigos del documental tradicional. Otra de las perlas de esta edición del Atlántida fue su film de clausura, En algún lugar sin ley (Ain’t Them Bodies Saint, David Lowery, 2013). La película, que ganaba en el Festival de Cine de Sundance el Premio a Mejor Fotografía, cuenta una complicada historia de amor entre una pareja de delincuentes de la América profunda en los años setenta.  Lowery consigue una atmósfera magnética, mediante una fotografía que por momentos evoca el lirismo de Terrence Malick, y un ritmo medido y pausado. La sensación de detención del tiempo y la reflexión de Lowery sobre el amor y el destino inevitablemente trágico de algunos de sus personajes hacen pasar por alto algunos pequeños fallos de guion, que quedan eclipsados en la totalidad de esta historia, donde Texas es tan protagonista como la pareja principal.

why-2Otro hallazgo maravilloso es la cinta del director de Love Exposure (Ai no mukidashi, 2008), Why Don’t You Play in Hell (Ai no mukidashi, 2013), que no es tan ecléctica como aquella, ni tan escandalosa como Cold Fish (Tsumetai nettaigyo, 2010) –sus dos mejores trabajos hasta la fecha–, mas comparte con ellas la exhibición de un exquisito e incontestable savoir faire al servicio del exceso como divertimento. Deliciosa e imprescindible, en una cuarta edición del Atlántida Film Fest marcada por la irregularidad que ha provocado algún que otro espectacular salto al vacío sin red.

A menudo, la búsqueda de la identidad es un rasgo inherente a toda película protagonizada por niños. En el Atlántida se hallan tres casos llamativos, que ordenaremos según la edad cronológica de sus personajes principales. La singapurense Ilo Ilo (Anthony Chen, 2013) muestra el efecto de mella o acumulativo que pequeñas y casi imperceptibles variaciones (en forma de acontecimientos críticos) en el moldeamiento psicológico de un niño rebelde. A continuación, la loachiana The Selfish Giant (Clio Barnard, 2013) presenta a unos preadolescentes sobre los que enfatiza el valor de la enseñanza como cauce seguro para repeler los conflictos propios (y tristemente determinantes) de la marginalidad. Por último, The Kings of Summer (Jordan Vogt-Roberts, 2013) ubica, no sin un humor algo esquinado, a sus personajes en el drama de la transición a la vida adulta, donde la autoridad de los padres empieza a cuestionarse por la novedosa capacidad de los jóvenes de tomar sus propias decisiones. Prince AvalancheEsta búsqueda del individuo se traduce de otra forma en películas como Toastmaster (Eric Boadella, 2014) o Prince Avalanche (David Gordon Green, 2013). Mientras que en el filme de Boadella, los brindis y las fiestas familiares funcionan como la excusa ideal para indagar y correr la cortina del verdadero perfil del apestado del clan, en el de Gordon Green, el alcohol y un casual parentesco son los elementos que terminan por consolidar una bonita historia de amistad masculina, agravada por el mal de amores.

En Atlas se dan varios casos de cintas prometedoras,  brillantes a nivel técnico y con tramas seductoras  pero que, sin embargo,  no terminan de conseguir sus objetivos. Este es el caso de Honeymoon (Jan Hrebejk, 2013), que comienza con un planteamiento hermano de la perturbadora  Celebración (Thomas Vinterberg, 1998), que termina cayendo, a medida que la película avanza, en diálogos y metáforas poco verosímiles, así como en una narrativa demasiado obvia, envuelta,  eso sí,  en una espléndida fotografía. En esta línea, otro título técnicamente perfecto, pero armado en torno a una trama débil, es Almost in Love (Sam Neave). Dos planos secuencia de cuarenta minutos ilustran un conflicto amoroso en  un grupo de jóvenes burgueses de Nueva York. Diálogos y personajes tan pretenciosos como vacíos en una visión opuesta a la del Buñuel de El discreto encanto de la burguesía (Le Charme discret de la bourgeoisie, 1972) o el Godard de Weekend (1967) respecto a la profundidad de los conflictos de las clases altas en su versión siglo veintiuno, que quizá hubiera funcionado con algo más de ironía en la supuesta gravedad.

Otros prodigios de dirección fallidos en su conjunto son Upstream Color (Shane Carruth, 2013) y The Strange Color of Your Body Tears (L’étrange couleur des larmes de ton corps, Hélène Cattet y Bruno Forzani, 2013),  que, pese a ofrecer estimulantes discursos intelectuales, se ahogan en una arquitectura del relato demasiado críptica. Quizá, solo el debutante Yann Gonzalez (a quien ya se compara con Almodóvar) consiga aunar plasticidad y significancia con un mínimo equilibrio, aun rozando el límite de lo pretencioso, en You and the Night (Les Rencontres d’après minuit, 2013), película en torno a una orgía de roles –en la que participa el exfutbolista Eric Cantona.

se-fa-saberEn la sección oficial del festival se proclamaban ganadoras Se  fa saber (Zoraida Roselló, 2013) con el Premio a la Mejor Película, y Family Tour (Liliana Torres, 2013) con el Premio Especial del Jurado. Ambas películas nacen de la necesidad de sus dos directoras de ahondar en sus orígenes, cada una de manera diferente. Se fa saber se define en sus sinopsis de prensa como documental costumbrista, como una película vivaz sobre la identidad local de Santa Bárbara, un pequeño municipio de Tarragona. Sin embargo, se trata de una película sin mucho interés más allá de la visión de su autora de la vida rural, a través historias pintorescas y entrañables que por momentos pueden resultar cargantes en la jovialidad impuesta del proyecto y en el ejercicio de casting que Roselló ha realizado entre los casi cuatro mil vecinos del municipio. Family Tour habla de otras raíces, las de la familia directa, también en un ambiente rural en Cataluña. La propuesta de Torres es interesante, en cuanto a que narra la vuelta de la propia directora, residente en México desde hace varios años, a su ciudad natal para pasar unos días. Está interpretada por la verdadera familia de la realizadora, excepto su propio papel, interpretado por la actriz Nuria Gago. Podría situarse esta cinta bajo la influencia de otras propuestas documentales en torno a la familia, como una especie de Carmina o Revienta (Paco León, 2012) con pretensiones más profundas y a la vez dentro de tendencias cinenarcisistas como Mapa (León Siminiani, 2012), con un enfoque muy distinto, pero con la  búsqueda del propio yo de sus autores como objetivo. Si bien es cierto que Torres parece mirar a la clase media con una cierta altivez, la directora consigue atrapar al espectador en su pintoresco periplo familiar, en el que se mezclan nostalgia y extrañeza hacia sus raíces.

Estos días (Diego Llorente, 2013), se convertiría en la cinta paradigmática del mensaje identitario que se vela tras esta selección. En este caso se trata de la juventud como concepto sociológico, que refleja no ya una juventud desnortada, sino desprovista de ilusión, ambición y de estímulos externos. A través de una puesta en escena nimia y de una fragmentación secuencial acusada, Diego Llorente nos muestra el problema del desencanto de una generación que un día tomará las riendas de un país en plena reconstrucción económica y anímica. Algo similar a lo que Yonay Boix muestra en Las aventuras de Lily Ojos de Gato (2013), con la salvedad de una armadura protectora que se esfuma en la intimidad del personaje protagonista.

La tumba de Bruce LeeAsimismo, en Sección Oficial, destacan dos propuestas españolas que enredan también con el concepto posmoderno de la no-ficción, como representación procedimental del cine autosuficiente que procura salir adelante, al tiempo que contribuye a renovar los dogmatismos de una industria en horas bajas: son La tumba de Bruce Lee (Canódromo Abandonado, 2013) y Casting (Jorge Naranjo, 2012); el viaje espiritual como metáfora de la crisis de una pareja casa con el nacimiento de una nueva dentro del casting de una película española con una exigente dirección (Daniel Sánchez Arévalo, mediante). Las catalanas Reset (Pau Martínez, 2014) y Los inocentes (VVAA, 2013) cumplen ambas con los objetivos narrativos del slasher clásico, al tiempo que aplican su diseño visual con meritoria destreza. Y ya que se habla de las nuevas tendencias del joven cine español, parece oportuno aludir a la presencia de #RealMovie (Pablo Maqueda, 2013), uno de los filmes de la segunda hornada de #LittleSecretFilm, impulsada por el canal de pago Calle 13 (películas realizadas en 13 horas). Si bien Maqueda no acierta a resolver su original thriller con eficacia, las herramientas formales de las que se vale entroncan de nuevo directamente con la reivindicación del low cost como genuino e inteligente abanico de opciones en la producción audiovisual.

Propuestas muy diferentes entre sí para esta cuarta edición del Atlántida Film Fest, aunque la muestra, relevante como agente democratizador de propuestas alternativas, parece confusa en su línea de programación como identidad del certamen. Quizá esta sea la verdadera intención democrática, aglutinar cintas con el nexo único del paso de estas por otros festivales muy distintos entre sí, aunque bajo el paraguas de la flexible marca de cine independiente en lo que respecta a la sección Atlas. En la Sección Oficial, irregular pero interesante en cuanto a la variedad y experimentación de sus proyectos, sí se atisba una personalidad propia, o al menos una búsqueda de la misma, casi como en las películas que la constituyen. Sea como sea, un festival work in progress que constituye una ventana abierta de narrativas diferentes a solo un click del espectador.

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