Festivales 

SEMINCI 2023

68ª EDICIÓN DEL FESTIVAL DE CINE DE VALLADOLID

Ilusionante apertura hacia nuevas sensaciones

 

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Acabamos de asistir a la 68ª edición del Festival de Valladolid. Y estamos convencidos de que hemos contemplado lo que se perfila como un prometedor camino para el futuro del certamen. Con nueva dirección a cargo de José Luis Cienfuegos, sin abandonar el cine de autor tradicional buscado, la intención es abrirse una trayectoria que abarque tanto el cine del pasado como del presente, como un espacio en el que pueda darse voz  a la cinefilia tradicional como a la más joven al mismo tiempo. Así, este año, además de la revitalización de la Sección Oficial de Largometrajes, que ha contado con algunas propuestas novedosas y transgresoras, se han potenciado otras secciones como Punto de Encuentro y Tiempo de Historia. Igualmente, se han creado otras nuevas como Alquimias, escaparate para un cine moderno, apasionado y fresco, o Memoria y Utopía, espacio para redescubrir la historia del cine. El país invitado ha sido India y, como obsequio adicional, hemos disfrutado de un homenaje a la European Film Academy con algunas obras que han triunfado en los más importantes festivales a lo largo de todo el año. Quizás la única objeción que tendríamos sería la amplia participación española en la Sección Oficial. De los veintitrés largometrajes exhibidos, a concurso o fuera de él, diez de ellos pertenecen a directoras o directores españoles. Y aunque el nivel general ha sido muy meritorio,  ha impedido, evidentemente, mayor abertura a otras cinematografías. Nos preguntamos si ha sido el tributo que ha habido que pagar para acoger en la ciudad la edición de los Goya del próximo año.

Adentrándonos en la referida Sección Oficial, se ha contado tanto con realizadores consagrados como con nuevos, en un conglomerado de diversidades estéticas. Así, ha sido un placer asistir al último filme de un asiduo a Valladolid. Ken Loach, junto con su guionista Paul Laverty, han presentado lo que se rumorea que será la postrera obra del autor, que cuenta en la actualidad con 87 años. El viejo roble (The Old Oak) invita a mirar el futuro con optimismo apelando a la solidaridad, a la necesidad de reconocer lo que tenemos en común para hacernos más fuertes. La película se sitúa en un pueblo del norte de Inglaterra, un lugar que ya tuvo que hacer frente a las reconversiones producidas en la década de los ochenta del siglo pasado y que supusieron el cierre de sus minas. De aquella época, solo resiste en pie un pub, aquel al que hace referencia el título del filme. La obra comienza con la llegada de un grupo de refugiados sirios que son recibidos con hostilidad. El racismo, la intransigencia y hasta la violencia no tardan en hacerse patentes como reacción frente a los inmigrantes. Mientras el odio se expande, también nacerán lazos de convivencia entre lugareños de cualquier origen, puntos de luz en el horizonte de esta Europa que sigue cerrando sus puertas a aquellos que solo buscan supervivencia y dignidad. 

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La Espiga de Oro se ha otorgado, no sin polémica, al filme La imatge permanent (La imagen permanente), de la catalana y debutante Laura Ferrés. Si bien consideramos que no era la que hubiera merecido alzarse con el máximo galardón, teniendo en cuenta además el alto nivel reunido, creemos que se trata de un largometraje delicioso. Natural y con apariencia espontánea, es sostenido por protagonistas no profesionales que conforman el artificio con buscada inexpresividad. Hemos disfrutado de esos silencios intencionados cuando las cosas no necesitan ser dichas. “Las penas quedan, el cuerpo se va”. Asistimos a vidas solitarias que deben seguir adelante, a pesar de anhelos y búsquedas frustradas. La película se inicia en un pueblo del sur de España, tras la Guerra Civil. Antonia tiene doce años y está embarazada. Tras dar a luz, abandona a su hija y desaparece. La acción continúa medio siglo después en Barcelona. Carmen tiene 50 años y todos y cada uno de ellos han dejado su huella. Es directora de casting en una empresa de publicidad. Antonia y Carmen se cruzarán en el camino con un pasado que pasado está, pero no se olvida. Entrañable propuesta, muy sobria, que destaca por su ironía y ácido sentido del humor. 

La Espiga de Plata se ha concedido al largometraje La quimera (La chimera) de la italiana Alice Rohrwacher, la autora de la celebrada Lazzaro felice (2018). Resulta una obra maravillosa, fascinante y magnética, con ecos fellinianos y escenas que nos retrotraen a La gran belleza de Paolo Sorrentino (La grande bellezza, 2013), en esa búsqueda imposible del amor de juventud. Arthur, un hombre inglés, sale de la cárcel y regresa al pueblo italiano en el que residía, situado en la Toscana. Allí se reunirá nuevamente con su banda de ladrones de yacimientos arqueológicos. La autora compone un fresco que apabulla, en el que la picaresca, la decadencia, el caos y hasta el desenfado se imponen. Quedamos hipnotizados fotograma a fotograma, mientras seguimos los pasos de ese personaje sumergido en el mundo de la delincuencia pero en búsqueda de la belleza. La obra combina drama, comedia, costumbrismo, suspense y mucho ingenio. Ambientada en los años ochenta del siglo pasado, el filme huye del pesimismo para abrazar la existencia tal y como viene, intentando rascar de ella lo máximo que se pueda. Mágica composición lírica, con elementos juglares, en la que tanto la melancolía como la alegría viajan en el mismo barco. 

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Otro premio polémico ha sido la entrega de la mejor dirección a la alemana Angela Schanelec por Música (Musik). La realizadora de Estaba en casa, pero… (Ich war zuhause, abe, 2019) se recrea en el mito de Edipo con un montaje lineal y elíptico. Recurriendo a un ritmo muy pausado, con cámara fija y sostenida, se atiende a los movimientos de los personajes dentro del campo. Jon es abandonado al nacer, en las montañas griegas. Años después, ya de joven, se enreda en un extraño incidente que le obliga a entrar en prisión. Allí conocerá a una celadora que lo cuida y lo introduce en el placer de la música. Ambos se enamorarán e iniciarán una vida en común. Es una película que a pesar de su denominación se fundamenta en los silencios y en el hieratismo de la interpretación. Se trata de una obra bellísima pero que pretende buscar una trascendencia que aleja. Con una puesta en escena minimalista y limpia, resulta imprevisible en su desarrollo. La directora, legitimaria de Bresson, encierra una enorme fijación con las extremidades. El filme requiere la colaboración del espectador para descifrarlo pero creemos que no se nos dan todas las claves. 

Una película que contó con bastante consenso en su aceptación fue la también alemana Sala de profesores (Das Lehrerzimmer) de Ilker Çatak. En la Seminci ha obtenido el mejor guion y, además, ha sido elegida por el país germano para los próximos Oscars. Carla, una profesora de matemáticas y educación física, inicia su primer trabajo en una escuela de secundaria. A propósito de una serie de pequeños robos que se están produciendo en el colegio, Carla intentará mediar entre alumnos, padres y otros docentes en lo que terminará siendo una bola de nieve regida por la ley de Murphy. Se adopta el punto de vista subjetivo de la protagonista y cuenta con una narrativa lineal, montaje muy ágil y fotografía naturalista. Desarrollada prácticamente toda en interiores, contiene  un grandioso cierre, ya con títulos finales, que se erige como parodia de la superprotección que se ha impuesto en la actualidad sobre los menores. La obra nos hace recordar que el odio, el racismo  y la intransigencia no nacen espontáneamente sino que encuentran su génesis en la infancia. 

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La Bête (The Beast) se trata de la participación francesa dirigida por Bertrand Bonello, que se ha llevado el galardón de mejor actriz para Léa Seydoux. En el 2044, encarna a una joven, a Gabrielle, que debe volver a sus vidas pasadas para purificar su ADN y despojarlo de emociones. Viajamos con ella a 1910 y 2014 en una especie de Rashômon con tres espacios temporales diferentes. Se erige como una fábula cautivadora que transita entre una variedad de géneros cinematográficos.  Inspirada en La bestia en la jungla  de Henry James, reflexiona sobre el futuro de una humanidad dominada por la inteligencia artificial. Con gran variedad de recursos visuales en composiciones diversas, la película atrapa entre vacilaciones humanas y desastres de la naturaleza. Un brillante melodrama que funciona como una hipnosis sensorial a la búsqueda de ese amor que se escapa mientras saltamos por el tiempo entre París y Los Ángeles. Cuenta además con una escena maravillosa que se desarrolla bajo el agua mientras dos cuerpos se buscan. Estamos ante una propuesta arrolladora que a pesar de contar la misma historia tres veces, demuestra sobrada inteligencia para no repetirse nunca.  

En Desconocidos (All of Us Strangers) el autor británico Andrew Haigh desarrolla la relación entre dos vecinos, con una cuidada puesta en escena que recuerda la estética utilizada por Tom Ford en obras como Un hombre soltero (A Single Man, 2009). Mientras el amor va surgiendo entre los protagonistas, se inicia una especie de camino de redención con traumas del pasado como la orientación sexual, el acoso escolar o la relación con los padres. Basada en una novela de Taichi Yamada, está protagonizada por Andrew Scott y Paul Mescal. Seguro que han tenido fantasías sobre un encuentro con sus progenitores cuando alcanzan la misma edad que ellos tenían al morir. Aquí van a tener una buena muestra de la catarsis que podría generar la experiencia. Estamos ante un ejercicio de exploración dramática que ahonda en la soledad del ser humano mientras navegamos entre la vida y la muerte. El director de 45 años (45 Years) nos entrega una obra misteriosa que se abre al pasado para enfrentarse con nostalgia a la propia identidad.

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La directora tunecina Kaouther Ben Hania ha participado en la Sección Oficial con Las cuatro hijas (Les Filles d’Olfa). El filme está basado en hechos reales y cuenta la historia de una mujer y sus cuatro hijas en la Túnez actual. Las dos mayores desaparecieron un día para unirse al ISIS en Libia. La realizadora de El hombre que vendió su piel (L’Homme qui a vendu sa peau, 2020) apuesta por un falso formato documental para adentrarnos en esta familia representada tanto por sus auténticos miembros como por actrices profesionales. Estamos ante una película de interiores, muy dialogada,  que se observa con empatía en ocasiones, con confusión en otras e incluso con terror en algunos momentos. En un juego de espejos, destaca como denuncia de la violencia patriarcal pero se enreda en demasía con juegos infantiles. Y nos quedamos preguntando qué fue aquello que pasó por las mentes de las dos desaparecidas, qué experiencias les abocaron a ello, qué evolución experimentaron… En definitiva, terminamos reflexionando sobre qué es lo que seguimos haciendo mal. 

La película española Que nadie duerma, de Antonio Méndez Esparza, nos ha cautivado. Lucía es una mujer que vive en Madrid y es despedida de su trabajo de informática tras veinte años en una empresa dental. Con meses sin cobrar, se enfrenta a la elección de nuevo ritmo existencial. Sin hijos, sin pareja y encargándose del cuidado de su padre enfermo, decide inclinarse por un cambio radical y adquiere un taxi. Lucía está representada por Malena Alterio y la actriz se come el filme. Es capaz de desplegar cualquier registro, ya se trate de drama, comedia, costumbrismo, reacciones tiernas, coléricas o aterradoras. Basado en la novela homónima de Juan José Millás, su guion resulta sorprendente, atrapa, entretiene y consta de muchos guiños cinéfilos; así, se acordarán de Taxi Driver, de Martin Scorsese (1976), o de El resplandor, de Stanley Kubrick (The Shining, 1980), mientras tienen la oportunidad de sobrecogerse con el Nessun dorma, de la Turandot de Puccini.

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El bilbaíno Víctor Iriarte nos ha sorprendido gratamente con su primer largometraje de ficción titulado Sobre todo de noche. Vera es una mujer desolada. Lleva muchos años buscando a su hijo, robado en el momento del nacimiento. El realizador nos presenta una historia de violencia que no solo transcurrió durante el franquismo sino hasta bien entrados los años noventa del pasado siglo. Una violencia que se ejercerá con el desprecio, con el silencio, con la ocultación, con descaro, a la espera de que los delitos prescriban o sus afectados desaparezcan. Iriarte utiliza con profusión la voz en off  como un instrumento más de la puesta en escena para acompañar viajes en el espacio y en la memoria. Con el uso de distintos formatos y otorgando gran importancia a la coreografía y al ritmo, nos enfrentamos a una película de sentimientos en la que la acción pasa a segundo plano con habilidad. Y se acordarán de obras epistolares como 84 Charing Cross  Road, de David Hugh Jones (1987), ese medio de correspondencia ya en el olvido.

El realizador español de El autor (2017), Manuel Martín Cuenca, se ha presentado en la Sección Oficial con El amor de Andrea. Se centra en una adolescente que anda buscando su lugar en el mundo. Cuenta la lucha por parte de la protagonista para conseguir que su padre se ocupe de ella y de sus dos hermanos pequeños. Solo pide un poco de atención, de dedicación, algo de cariño… El punto de vista elegido es el de la chica y fuera del guion queda la indagación sobre las verdaderas razones de los adultos. En formato de encierro 4:3, el drama se edulcora con juegos y sonrisas infantiles. Se trata de una película modesta que sabe apresar a sus personajes en la red de anhelos e incomprensiones en las que están inmersos y que cuenta como marco la bahía de Cádiz. 

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La aragonesa Paula Ortiz nos ha ofrecido con su largometraje Teresa la adaptación de una obra teatral de Juan Mayorga, La lengua en pedazos, basada en la figura de santa Teresa de Jesús, interpretada con brillantez por Blanca Portillo. Se centra en los momentos en que la mujer recibe al inquisidor para que decida sobre su libertad, la cárcel o la hoguera. La autora de La novia (2015) cumple con las expectativas sin defraudar. Nos introduce en un viaje sensorial conducido por la palabra y apoyado en sonido, colores o naturaleza. El filme transcurre principalmente en la cocina del convento y se permite evasiones en forma de analepsis a la infancia y juventud de la religiosa, mientras se alza como experiencia lírica y mística. Con él nos adentramos en una especie de glorificación de la duda, al tiempo que nos preguntamos con la protagonista qué mal pueden hacer un grupo de mujeres aisladas. Destacamos la escena de la resurrección, que nos retrotrae inevitablemente a la de Inger en Ordet, de Dreyer (1955).

Samsara nos traslada desde Laos a Tanzania en la transmigración de un alma. El gallego Lois Patiño, el director de Costa da Morte (2013), nos sumerge en una experiencia contemplativa y meditativa con la imagen, abordando una plena experimentación del lenguaje cinematográfico. A pesar de que lo atrevido de la propuesta fue recibido con cierto rechazo por el público, la película conduce al espectador, si se deja llevar sin prejuicios y sin sentirse manipulado, a un viaje introspectivo que le hace alcanzar un estado hipnótico diferente. Entre templos budistas y costa africana filmados por dos directores de fotografía distintos, se encuentra lo mejor del filme, esa trayectoria de unos quince minutos que recorremos con los ojos cerrados. Una travesía que se apoya en sobreimpresiones, gradaciones, lenguas muertas y destellos fulgurantes, hasta aterrizar en una materialidad diferente.

Por último, nos queremos detener en El maestro que prometió el mar, el segundo largometraje de la catalana Patricia Font. Ariadna, enterada de que su abuelo lleva años buscando los restos de su bisabuelo, viaja a un pueblo del interior de España en el que se está desenterrando una fosa común en la que podría hallarse. La obra va alternando dos acciones paralelas, la desarrollada en 2010 y la que transcurre en los albores de la Guerra Civil. El filme, a pesar de apelar con fuerza al sentimentalismo, consigue imponerse como una propuesta interesante de factura muy cuidada, guion elaborado con buen pulso y atrayentes interpretaciones. Destaca ese silencio que se impuso tácitamente por vencedores y vencidos de aquella lucha fratricida y que se ha intentado borrar con la complicidad del poder político. 

En el siguiente enlace pueden consultar el palmarés completo de este año.

Palmarés 2023

 

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