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84, Charing Cross Road

Entrañables pasiones de la imaginación

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Helene Hanff nació en Filadelfia en 1916. Su familia acababa de emigrar a los  Estados Unidos y contaba con muy pocos recursos económicos. Su padre, que se ganaba la vida como camisero, gran aficionado al teatro, intentaba de vez en cuando el trueque de algunas prendas a cambio de entradas para los espectáculos del momento. Era la época de la Gran Depresión, pero Helene Hanff, de este modo, tuvo la suerte de poder acudir con regularidad al teatro. Gracias a esa asistencia, se despertó en ella la pasión por el mundo teatral y en su juventud, decidió dedicarse a escribir obras de dicho género. Con veintidós años, una beca le permitió instalarse en Manhattan. No obstante, sus escritos no despertaron ningún interés para su producción y tuvo que sobrevivir escribiendo guiones para la televisión norteamericana.

A partir de 1949, se propone adquirir la cultura clásica, de la que carece por falta de estudios, de forma autodidacta. Es el momento en el que recorre las librerías de Nueva York en busca del material adecuado. Su decepción la superó, al no encontrar obras que le interesaran a un precio razonable. Huía de las de ficción, ya que estaba convencida de la falta de interés de historias que ninguna persona había experimentado y procedían de la imaginación de un autor. En esa tesitura, encontró en prensa un anuncio de una pequeña librería de Londres, Marks & Co., publicitándose para vender libros clásicos de difícil localización. Situada en el número 84 de la calle Charing Cross de la capital británica, se autodenominaba como “libreros anticuarios”. Helene Hanff inició una correspondencia con la librería en solicitud de determinados ejemplares. La relación epistolar entre la americana y los empleados del establecimiento londinense duró más de veinte años y su verdadero alcance traspasó la simple compra de libros.

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En 1969, a Helene Hanff se le ocurrió la idea de que aquellas cartas podían ser publicadas como una novela corta. La iniciativa fue aceptada por un editor y salió a la luz 84, Charing Cross Road en forma de libro, obteniendo inmediatamente un éxito enorme, que se mantuvo en el tiempo. Empezó entonces la lucha por los derechos para su adaptación a la televisión, al teatro y al cine. La BBC produjo en 1975 un telefilme basado en la obra. La adaptación teatral vendría de la mano de James Roose-Evans en Londres, en 1981, en el Ambassadors Theatre y en 1982, en el Nederlander Theatre de Broadway. Al cine le llegó el turno en 1987, con la dirección de David Jones y contando con las interpretaciones de Anne Bancroft como Helene Hanff y de Anthony Hopkins como Frank Doel, empleado del comercio y su habitual contacto.

El libro 84, Charing Cross Road se inicia con la primera carta de Helene, escrita el 5 de octubre de 1949, solicitando los libros de una lista y su envío inmediato, siempre que se trataran de ejemplares “limpios”, de segunda mano y a un precio razonable. La relación publicada en la novela continúa hasta octubre de 1969, con sucesivas misivas y envíos, no solo literarios. 

Los comienzos de la correspondencia se sitúan poco después de la Segunda Guerra Mundial y en Inglaterra, todavía subsistía demasiada pobreza, incluso racionamientos. La carne escaseaba, los huevos se repartían por unidad y las medias, por ejemplo, llegaron a ser productos de lujo, únicamente disponibles, con suerte, en el mercado negro. Helene era consciente de la situación y para agradecer el envío de ejemplares que recibía con mayor ilusión que si se tratara de diamantes, no dudaba en repartir toda la generosidad que podía alcanzar, según sus posibilidades económicas. Navidades y Pascuas eran celebradas con entusiasmo por los empleados de la librería londinense, gracias a los paquetes de comida que recibían de su cliente americana. Latas de salchichas, de paté, jamón, huevos frescos, medias de nailon… Verdaderas exquisiteces para la época eran recibidas con alborozo por la plantilla de la librería. Recíprocamente, esta última intentaba agradecer lo que consideraba excesivo con lo que pudiera estar en su mano; por supuesto, libros de gran valor sin contraprestación alguna o manteles de hilo cosidos con mucha paciencia.

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En cualquier caso, lo más entrañable es la relación que se establece entre Helene y Frank Doel. Ya hemos adelantado que este último era el empleado que hacía de enlace principal con la norteamericana. En principio, el contacto parece limitarse únicamente  a intercambios profesionales, pero desde las primeras misivas la relación alcanza cotas muy diferentes. Y principalmente debido al sentido del humor de Helene, sus protestas con la boca pequeña y sus alabanzas histriónicas. En el otro lado, Doel se mantiene como experto competente, serio, muy británico, pero aceptando y disfrutando de la relación que va más allá de la comercial creada. Una novela entrañable a la que siempre recurrimos cuando no sabemos qué regalar. Déjense de guantes o bufandas. 84 Charing Cross Road es difícil que deje indiferente. En sus páginas se encontrarán literatura, risas, tristezas, el paso del tiempo, la muerte, la vida misma, en definitiva.

El británico David Hugh Jones trabajó a lo largo de más de treinta años, hasta su fallecimiento en 2008, en teatro, cine y televisión. Participante en series televisivas, director de obras teatrales, docente como profesor en universidades como Yale y Columbia, debutó como realizador cinematográfico en 1983 con El riesgo de la traición (Betrayal), llevando al cine el drama teatral de Harold Pinter. En 1987 dirigió 84, Charing Cross Road, la adaptación para el cine de la obra de Hanff. El filme pudo llevarse a cabo al producirse por Mel Brooks, como regalo de aniversario de boda a su mujer, Anne Bancroft, la protagonista, al mismo tiempo, del largometraje, como ya se ha adelantado. No se trata de una novela de fácil adaptación, al contener exclusivamente cartas sucesivas, que generalmente solo tratan de la búsqueda de libros, calidad de ediciones, agradecimientos varios y el intento de su personaje principal, la americana Helene por encontrar la ocasión de viajar a su Ítaca particular, en su caso la ciudad de Londres en su versión literaria y poder conocer en persona a su proveedor de libros, a Frank Doel. Anthony Hopkins, como también se avanzó, es el encargado de llevarlo a la pantalla. Película que tenía que desarrollarse en la distancia, repleta de diálogos y que debía recoger la ironía y la complicidad que llega a envolver al lector de la obra. 

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El director, David Jones, a pesar de las dificultades de partida, consiguió elaborar un largometraje muy digno, que destaca por su amor al mundo de la lectura, de los libreros y de los amantes de los libros. A pesar de la voz en off a la que hay que acudir, sí o sí, de los diálogos que siguen su curso con independencia de lo que sucede en la escena y de que empezamos por el final, el filme logra sostenerse e interesar, incluso emocionar. 

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En algunos lugares de habla hispana se comercializó con el desafortunado título de La carta final. Una denominación que no entendemos ni hartos de vino. La historia de Helene y Frank, que en definitiva es a lo que se circunscribe el meollo de la historia, no se merece tal despropósito en su titulación.

Anne Bancroft realiza un papel exquisito, retratando a la excéntrica estadounidense que no duda en despotricar contra todo y contra todos si algo le desagrada y se deshace en prodigalidad si lo considera oportuno. Irreverente y de carácter abierto, desprende una inmensa energía sin necesidad de añadir poco más a su respiración. Su vida en solitario no merece ningún comentario en la novela, aunque en la película se ocupan de añadir una fotografía para explicar lo que no necesitaba ninguna argumentación. Desdeñosa con las obras de ficción, poco a poco se irá acercando a la poesía, a las partituras de música e incluso apreciará las citadas novelas de ficción, aquellas que cuentan sucesos que sabe que “jamás les ocurrieron a personas que nunca han vivido”. Así, por ejemplo, terminará apasionándose por la escritora Jane Austen y convirtiendo a Orgullo y prejuicio en libro de cabecera. Helene, mujer impertinente e impulsiva, ama y odia con pasión. Y si uno o una se encuentra en el campo del amor, puede llegar a disfrutar del humanismo y liberalidad que alberga su carácter. Además, goza de ricas y originales opiniones. En el mundo consumista del siglo XXI que transitamos, comulgar con la idea de que comprar un libro no leído previamente es como adquirir un vestido sin probárselo, resulta una bomba sacrílega para el capitalismo rampante. Aguda se muestra también cuando tacha de ladrones impresentables a la gente que pide prestado libros y posteriormente no los devuelve. Coincidimos totalmente con dicha opinión y ya hace años que preferimos comprar un nuevo ejemplar para su “préstamo” que desprendernos de nuestros “juguetes” más preciados. 

Por su parte, Anthony Hopkins como Frank, creemos que exagera en su interpretación de empleado responsable, sin dejar margen visual alguno que se acomode a la complicidad y cariño mutuo alcanzado con Helene epistolarmente. Demasiado estirado y rodeado de una aureola de seriedad, nos resulta difícil penetrar en su alegría, suponemos interna, cuando encuentra el ejemplar desaparecido o recibe una lata de lengua. En cualquier caso, resulta la antítesis de la protagonista en exquisitez, educación y templanza. Equilibrio y gran sabiduría en su quehacer profesional destacan en su austera personalidad. 

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La naturalidad y falta de prejuicios de Helene es recibida en la distancia por Frank con estoicismo inicialmente, hasta pasar por el agradecimiento, la complicidad y el cariño. Una amistad que se va forjando durante muchos años, mientras se trabaja y envejece. Hemos hablado de amistad, pero no se olviden del amor y de los celos que palpitan en todo momento, sin querer o poder hacerse visibles. Escritores y sus libros, mientras tanto, se van sucediendo escena a escena. Hazlitt, Stevenson, Tocqueville, John Donne, Bernard Shaw y tantos otros. Y entre página y página, se acaba el racionamiento, pasa el día de la coronación, las hijas se hacen mayores, los turistas comienzan a colapsar la ciudad de Londres  o hay que abandonar apartamentos por ruina. Existencias que transcurren mientras se abren o buscan libros, o se teclea la máquina de escribir esculpiendo guiones que al menos dan de comer. 

Dejando aparte el flashback inicial al que se recurre en el filme (nunca nos agrada que se adelante el final en los minutos iniciales por razones evidentes), el largometraje destaca por intentar respetar el espíritu de la obra literaria. Y a pesar del inconveniente del arranque y las dificultades que hay que sortear a lo largo del filme por la calidad y el carácter del material en que se fundamenta, se consigue elaborar una película que interesa y conmueve. La historia de Frank y Helene sigue palpitando incluso en esos pasillos vacíos, llenos de polvo, que durante mucho tiempo albergaron aquellas joyas literarias que llenaron la vida de muchas personas. Cuenta la leyenda que Helene Hanff acabó sus días rodeada por sus libros, presididos por un rótulo de la librería Marks & Co, emplazada en la calle Charing Cross Road de Londres, en su número 84, después de ser “extraviada” de su lugar de origen por alguno de sus admiradores.

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