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Mar del Plata 2021 – Competencia Argentina

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La 36ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar Del Plata se desarrolló del 18 al 28 de noviembre en la ciudad balnearia, que festejó la presencialidad del público nuevamente en las salas, manteniendo la opción por streaming para permitir a muchos espectadores el poder disfrutar de la diversidad de estilos, formatos y propuestas de la programación.

Este año, la edición estuvo dedicada a la memoria del recientemente fallecido cineasta y productor David “Coco” Blaustein, de quien se exhibieron varios de sus documentales. Asimismo, se eligió para la apertura del festival la proyección del film póstumo de otro gran cineasta argentino que nos dejó hace un poco más de un año, Fernando “Pino” Solanas. Se trata de Tres a la deriva del acto creativo (2021), que fue exhibida en el Teatro Auditorium.

Junto a las Competencias Internacional, Latinoamericana, Estados Alterados y en Tránsito, la Competencia Oficial Argentina estuvo compuesta por doce películas, muchas de ellas óperas primas de jóvenes realizadores y realizadoras, junto a las nuevas propuestas de cineastas que sorprendieron por la creatividad con la que van demostrando su sello autoral. Las películas oscilaron entre el registro documental y la ficción, con producciones locales y proyectos rodados íntegramente en Asia y Europa.

 

Apertura

Tres a la deriva del acto creativo (Argentina, 2021)

Nada más oportuno y cálido que el haber comenzado un festival con la proyección de una película que reflexiona sobre el acto creativo, la expresión autoral y la experiencia de los artistas frente a su obra, ya sea a través del cine, de la pintura o del teatro.

Tres a la deriva del acto creativo
Tres a la deriva del acto creativo

Tres a la deriva del acto creativo, de “Pino” Solanas, nace del encuentro de tres amigos y artistas consagrados que son referentes de la cultura argentina y latinoamericana: el pintor Luis Felipe “Yuyo” Noé, el dramaturgo y actor Eduardo “Tato” Pavlovsky y el realizador Fernando «Pino» Solanas. A partir de diversos temas que componen las secuencias, cada uno dará testimonio de sus vivencias compartidas y de los procesos que atraviesan al comenzar un proyecto. Bajo el formato de una charla amena entre copas, donde se intercalan fragmentos de películas, de exposiciones de cuadros o de obras de teatro, la intervención de sus hijos y esposas completa la película con gran naturalidad y cercanía.

La reflexión de los procesos creativos está siempre enmarcada por la ideología, la política y los procesos históricos de los que formaron parte. Junto a ellos, los cineastas Gaspar Noé y Juan Solanas –que filmaron a sus padres– dan cuenta del legado y de la historia vivenciada durante el período de exilio que compartieron junto a ellos.

En palabras de Solanas, “la investigación que realizamos con artistas de distinto género, nos confirmó que la creación es siempre fruto de un largo proceso, un ida y vuelta dialéctico que modifica y profundiza la obra. Salvo raras excepciones, casi siempre está inacabada. Lo que no se ve en el momento, se descubre con el tiempo y la distancia. Lejos de ser un trabajo claro y previsible, el proceso creativo es un viaje confuso y caótico en permanente crisis: un tránsito imperfecto entre el temor al error, las dudas y el estímulo de los hallazgos”.

Tres a la deriva de un acto creativo anticipa una despedida, primero la de Tato Pavlovsky, quien falleció durante el rodaje, y luego la del talentoso “Pino” Solanas, quien nos ofrece un documental reflexivo que combina el tono nostálgico y sentimental con el humor y, principalmente, donde lo que prevalece es el valor profundo de la amistad, las huellas que los marcaron como artistas, las obras que los definieron y el amor al arte que se muestra tan libre como inabarcable.

 

Competencia Argentina

Danubio (Argentina, 2021)

La ópera prima de la cineasta marplatense Agustina Pérez Rial, quien recibió el premio a la Mejor Dirección, fusiona el documental con la ficción para hablar del lado B del mismísimo Festival de Cine de Mar del Plata durante las ediciones celebradas entre 1959-1970. En el país eran tiempos de dictadura y la vigilancia estatal, en manos del gobierno de Onganía, censuraba diversas películas que, según ellos, atentaban contra la moralidad o alentaban la ideología ligada tanto al comunismo como al peronismo que estaba proscripto desde 1955.

Danubio
Danubio

El contexto histórico de la guerra fría provocó el arribo de inmigrantes al país, entre ellos una mujer eslava, quien relata en off su llegada a Mar del Plata, motivada por la figura de Evita y de lo que significaba el peronismo. Comienza a trabajar en el Festival como traductora de las delegaciones extranjeras que participaban y, desde allí, forma parte de la Sociedad Cultural Danubio, una entidad compuesta por comunistas que se infiltraron en el ámbito cultural para establecer contacto con los países socialistas.

Con imágenes de archivo audivisual e informes de inteligencia de la policía bonaerense, abocada a vigilar y perseguir militantes, principalmente a todos los inmigrantes provenientes de Europa del este, la película reconstruye el aparato burocrático represor detrás de la imagen artística del Festival, que se mostraba abierto y moderno ante el mundo.

La calidez de la voz en off que guía el relato e indaga en el significado de la identidad, las raíces y la ideología se contrapone al juego de espías que se recrea en la pantalla, a través de los cables y las comunicaciones clandestinas y secretas que se gestaban en torno a la industria cultural.

Danubio es una propuesta interesante, por el hallazgo del material y el tema que aborda, invitándonos a entrever el telón de fondo de un Festival que desde 1970 terminó siendo interrumpido durante 25 años. Aquel detrás de escena silenciado y olvidado por la historia fue la antesala de lo que derivó, años más tarde, en el golpe cívico militar de 1976. La creciente violencia y militarización terminó de cercenar la libertad, las palabras, las imágenes y las ideologías.

 

Atlas (Argentina, 2021)

El documental, en su carácter testimonial, navega por las huellas del pasado y Atlas lo hace de una manera muy particular. Los directores Guadalupe Gaona e Ignacio Masllorens abordan la obra del neurobiólogo alemán Christofredo Jakob, contratado por el gobierno argentino en 1899 para estudiar el cerebro de animales y personas internadas en el entonces Hospital Nacional de Alienados, hoy Hospital Borda. Los estudios lo llevaron a publicar, en 1893, el “Atlas del cerebro de los mamíferos de la República Argentina”, una obra cumbre que fue escrita junto a Clemente Ornelli, director del Jardín Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires.

La importancia de la ciencia, la razón y los hallazgos en manos de los científicos que caracterizaron el siglo XIX, dista mucho de un presente revelado por la cámara al encontrar los restos de las investigaciones de Jakob dispersas en un sótano abandonado del hospital, de la desidia de una actualidad desmemoriada.

Al paneo por los frascos en formol con sus objetos de estudio, el detalle de las fotos con los rostros de sus pacientes y las fichas psiquiátricas de cada una de ellas, se intercala una entrevista a la nieta del científico, una señora “paqueta” muy mayor, acompañada por su hija, quienes reconstruyen, con simpatía y entredichos, la vida y las anécdotas del abuelo, que descomprimen la atmósfera nostálgica que rodea a las imágenes del neuropsiquiátrico.

En Atlas el pasado se va reconstruyendo de forma poco convencional, pero efectiva, no solo a través de los testimonios y fotos, sino de las imágenes del zoológico; de los paisajes patagónicos y de los comentarios de una investigadora sobre la obra de Jakob. Esa diversidad de temas, que parecen desconectados, cobra significado en la totalidad. El carácter revisionista del documental confronta con las dificultades actuales del hospital, como en la escena del grupo de psiquiatras reunidos para hablar sobre las patologías y dificultades de sus pacientes; un diálogo que expresa las precarias condiciones que aún persisten en el sistema de salud mental, y los cambios de paradigma que debe enfrentar la ciencia.

 

Matar a la bestia (Argentina, Brasil, Chile, 2021)

El primer largometraje de Agustina San Martín tuvo su estreno mundial en el marco de la 46° edición del Toronto International Film Festival (TIFF), en septiembre 2021, y pone en juego los lazos familiares para hablar sobre la búsqueda de identidad, el reencuentro con uno mismo y la necesidad de cerrar ciclos personales con el pasado.

Matar a la bestia
Matar a la bestia

La historia se centra en Emilia (Tamara Rocca), una joven de 17 años que viaja a la frontera con Brasil en busca de su hermano Mateo, de quien se desconoce el paradero. Su tía la hospeda en un albergue para turistas y ella debe adaptarse a los cambios del lugar. Pronto comienza la búsqueda del joven por los alrededores del pueblo, un lugar pequeño, donde sus habitantes creen haber visto a una bestia en el monte con el espíritu de un hombre malo que adopta la forma de distintos animales. Las creencias y los mitos populares se cultivan en el paisaje exuberante y selvático que rodea a sus personajes. Allí no hay señal para comunicarse y todos se muestran algo extraños, al igual que el halo de misterio que rodea la casa de su tía. Acostumbrada a la ciudad, Emilia deambula por un espacio ajeno que la seduce y en el que debe definir quién es.

Con un destacado manejo del sonido a cargo de la cineasta colombiana Mercedes Gaviria Jaramillo, la película mantiene una constante tensión entre lo no dicho y aquello que se vislumbra como posibilidad. El entorno enigmático completa el exotismo del lugar y despierta la sexualidad de su protagonista. Cautivada por la magia que encierra la selva, la aparición constante de un buey que la observa va cultivando la fantasía de un espacio encantado.

San Martín construye un relato introspectivo, con poca información, en el cual el espectador acompaña el crecimiento personal de la protagonista durante ese viaje, en el que enfrenta los miedos y reconstruirá su pasado familiar.

 

Husek (Argentina, 2021)

Luego del estreno de Nosilatiaj/Belleza (2012), la realizadora salteña Daniela Delgado presenta su segundo largometraje, Husek. Un título que proviene de una palabra de origen wichi que no está traducida, porque el significado se desprende al finalizar la película. El término remite “al don de gente”, algo que se pone a prueba a lo largo de la historia.

Husek
Husek

Hablada en wichí lhämtès y en castellano, la propuesta combina el formato documental, que registra las costumbres ancestrales, las creencias y la vida de la comunidad wichi en el Chaco profundo, junto a una historia de ficción que se construye en torno a ellos.

Desde el inicio, vemos la importancia de preservar el legado familiar y las tradiciones transmitidas por Valentino (Juan Rivero) a su nieto Leonel (Leonel Gutiérrez), mientras extraen la miel de un panal. El joven estudió en la ciudad y vuelve a su tierra para defender la identidad cultural que forman como pueblo. Allí deben enfrentar el desalojo de las tierras que pretende realizar el municipio para construir un complejo habitacional que impulse el desarrollo urbanístico. En esa misión y con el propósito de que firmen el contrato, envían a una joven arquitecta, llamada Ana (Verónica Gerez), para que se instale en el lugar. La convivencia diaria con los principales referentes de la comunidad, la acerca a los wichis y la concientiza del nivel de violencia y vulnerabilidad a la que son sometidos por la sociedad y por la empresa que representa. Ana irá cambiando su mirada y poniendo en riesgo su trabajo.

El acierto de Husek, más allá de utilizar ciertos estereotipos, es abordar un tema que apela a recuperar la memoria histórica en relación con el etnocidio y opresión que han sufrido y aún padecen los pueblos originarios en nuestro país. La confrontación y el desprecio sobre los wichis no son más que muestras del racismo e intolerancia ante la diversidad cultural de quienes han nacido en estas tierras.

 

Reloj, soledad (Argentina, 2021)

La nueva película del director César González (Atenas, 2019; Lluvia de jaulas, 2020; y Castillo y sol, 2020) regresa con su impronta autoral para hacer un retrato social y poético sobre las dificultades que a diario atraviesa una joven trabajadora del conurbano bonaerense.

Reloj, soledad
Reloj, soledad

Protagonizada por Nadine Cifre (también coguionista, coproductora y coeditora) junto a Edgardo Castro y Érica Rivas, la película gira en torno a la vida de una joven que vive sola en un pequeño y humilde departamento de Villa Domínico, y que trabaja como empleada de limpieza en una imprenta dirigida por Mario (Edgardo Castro). Sus días transcurren sin ningún estímulo ni variación, como las máquinas que producen en la fábrica. Tiene el pelo verde y fuma mucho. La falta de agua en su casa, la soledad, el machismo y la marginalidad de su entorno, tan alienante como desmotivador, la llevarán a tomar una decisión equivocada, de la que no saldrá inmune, a pesar de recurrir a una amiga cercana que intentará persuadir (Erica Rivas).

La cámara sigue de cerca a su protagonista, la deconstruye a través de una multiplicidad de planos que traducen su hastío existencial. Los diálogos escasean y la estilización visual se aleja para dar paso al realismo sucio y descarnado que describe con detalle la cotidianidad de los suburbios, de sus habitantes luchando para sobrevivir bajo la estigmatización social que denuncian en los grafitis de las paredes.

La obra de González, una de las voces contemporáneas del cine independiente, que recuerda el estilo de Campusano y Perrone, apuesta a un cine social, crudo, violento y denunciante, porque parte de una realidad crítica y desigual, fruto de su vivencia personal y del testimonio del tiempo en que vivimos. Esa experiencia del realizador se traslada hacia personajes olvidados y explotados, que resisten y ponen el cuerpo a un sistema que los “ningunea” y estigmatiza.

La tensión del relato enfrenta a la protagonista a un destino incierto y desafiante, donde, como ella, muchos tropiezan enfrentando la hostilidad, los códigos y el costo de las traiciones que se narran. El logro de Reloj, soledad es mostrar el hervor latente de la realidad que se soporta sin perspectivas de cambio.

 

Las cercanas (Argentina, 2021)

Premiada como Mejor Largometraje de la Competencia Argentina, Las cercanas es la última entrega de una trilogía documental compuesta por Las cinéphilas (2017) y El tiempo perdido (2020), exhibidas en distintas ediciones del Festival. La saga reflexiona sobre la pasión por el arte, el paso del tiempo y la vejez. La primera se refirió al cine, la segunda a la literatura y esta última, a la música. “En las tres obras –comenta la realizadora– vislumbro una sombra difusa: mi propio futuro”.

Las cercanas
Las cercanas

El nuevo documental gira en torno de las gemelas Isabel y Amelia Cavallini, de 91 años de edad, que dedicaron su vida a los conciertos de piano. El dúo desarrolló su carrera profesionalmente en Estados Unidos durante los sesenta; un periodo que recuerdan como los años más felices de sus vidas. Nunca se casaron ni tuvieron hijos, porque se entregaron de lleno a la música y a compartir su vida juntas.

El paso de los años las encuentra viviendo en un departamento atesorado de recuerdos y alejadas de la composición. Las escuchamos pelearse, hacerse compañía, dividir sus roles y quererse. Los años las llenaron de mañas, curvaron sus espaldas y fijaron una obsesión por los muñecos antiguos que conservan y cuidan como a los hijos que no tuvieron. Su hogar está repleto de objetos que acumulan, hay un retrato al óleo de ellas de jóvenes, con el cual se comparan, y un viejo piano que vuelven a tocar con menos destreza. Para las hermanas Cavallini, revivir el pasado y transitar por bellas melodías, rememorar la admiración por el músico Carlos Guastavino, parece encenderlas y colmarlas de felicidad, a pesar de los años y de todo lo que se va apagando y se pierde.

Con imágenes de archivo, fotos viejas, notas periodísticas y filmaciones caseras de sus viajes o conciertos, la película va armando las piezas que formaron parte de la vida de dos mujeres que amaron la música y, como bien dice una de ellas, “podría haber sido la segunda Martha Argerich”. Sin embargo, el éxito que cultivaron en el exterior no fue lo suficientemente reconocido en nuestro país.

La trilogía de María Álvarez parte de su amor por el arte y de los vínculos que se establecen con las distintas disciplinas a lo largo de la vida. El arte permite crear un puente de comunicación con el otro y formar la sensibilidad intelectual del sujeto. Por eso mismo, Álvarez define a sus personajes en virtud del estilo de películas que miran, de los libros que leyeron o de la música que consumen e interpretan.

Sin ninguna intervención, el carácter observacional del documental le permite captar el flujo natural de los acontecimientos haciendo énfasis en los detalles que enriquecen el relato sobre las hermanas Cavallini: sus gestos, las conversaciones entre ellas, sus miradas, el vínculo simbiótico que mantienen, la emoción frente a cámara y el registro de algún imprevisto como la caída del muñeco.

Con un inicio que cobra sentido hacia el final de la película, como cerrando un ciclo, Las cercanas, posiblemente la más nostálgica de la trilogía, reflexiona sobre la pasión que despierta el arte, al que nunca se abandona y se elige para siempre. El arte como una forma de constituirnos, de ser en el mundo a través, en este caso, de una melodía atravesada por el paso del tiempo hasta alcanzar la vejez; una instancia más reflexiva que invita a las protagonistas a hacer un balance sobre los sueños cumplidos y lo pendiente.

 

Una escuela en Cerro Hueso (Argentina, 2021)

La ópera prima de la directora santafecina Betania Cappato tuvo su premiere mundial en la última Berlinale y contó con la participación del cineasta Iván Fund (Toublanc, AB, Hoy no tuve miedo, Los labios) como coguionista, coeditor, productor ejecutivo y director de fotografía.

Una escuela en Cerro Hueso
Una escuela en Cerro Hueso

Basada en la historia de su propio hermano, la película traslada esa experiencia al personaje de Ema (Celmentina Folmer) una nena de seis años diagnosticada con un tipo de autismo, que fue rechazada en diecisiete establecimientos educativos. Solo respondió una escuela humilde de la localidad de Cerro Hueso que la recibirá como alumna. Sus padres, Julia (Mara Bestelli) y Antonio (Pablo Seijo) son dos biólogos que deciden mudarse al pueblo ubicado a orillas del Río Paraná, donde comenzarán una nueva vida en medio del campo con la esperanza puesta en el futuro de Ema.

Mientras Julia estudia las causas de la muerte de unos peces en el río, el diagnóstico que va grabando en off se combina con las imágenes de Ema jugando con un caballito en el laboratorio de su mamá. Ella no habla y se relaciona a su manera con el mundo exterior, al que observa sin llegar a conectarse del todo. Es afectuosa y responde al cariño y dedicación constante de sus padres, quienes, junto a los docentes de la escuela y de la comunidad que los recibe, harán lo que esté a su alcance para que ella progrese.

La cámara de Iván Fund capta momentos de gran intensidad emocional a través de un bello uso de la luz y la composición de los encuadres; una estética que se ajusta a la sensibilidad del tema y a la naturalidad de las interpretaciones que tienen lugar junto a los habitantes de la zona. El marco de la naturaleza, el sonido ambiente y el proceso de adaptación por el que todos transitan (los peces a su hábitat, la huerta comunitaria y la escolaridad de Ema) responden a los desarrollos evolutivos y al respeto hacia las diferencias.

Una escuela en Cerro Hueso es la película más esperanzadora y emotiva dentro de la Competencia Argentina, que alienta a luchar sin resignarse, apostando a los cambios, al contacto con lo natural y a creer en la solidaridad de quienes ayudan a vivir mejor sin esperar nada a cambio.

 

Punto rojo (Argentina, 2021)

Referente del cine de género, Nic Loreti, director de Diablo, ganadora como Mejor película argentina en el Festival de Mar del Plata 2011, nos ofrece ochenta minutos de acción recargada de desenfreno junto a un gran abanico de personajes y situaciones que conjugan el absurdo y la comedia negra.

Punto rojo
Punto rojo

Con pocos personajes y tres locaciones, la película es una ampliación del cortometraje Pinball (2019) presentado en la 34ª edición del festival y protagonizada, nuevamente, por Demián Salomón, en el papel de Diego, un fanático hincha de Racing que contesta una encuenta radial telefónica sobre “cuánto sabés de la Academia”, a cambio de una gran suma de dinero. La llamada ocupa el tiempo de espera de Diego dentro de su auto en medio de un descampado. No sabemos qué espera, pero intuímos que se trata de alguna movida turbia, dado el perfil recio-rockero del personaje.

Mientras tanto, la tranquilidad aparente de la secuencia inicial comienza a complicarse con la caída repentina de un hombre sobre el auto, seguida de la aparición de una agente especial (Moro Angheleri), al mejor estilo Lara Croft, y de otro hombre amordazado dentro del baúl (Edgardo Castro).

Con influencias del cine de Tarantino, en Punto Rojo los hechos se complejizan en una vorágine que irá in crescendo, dando paso al inverosímil, la violencia, los monólogos que oscilan entre lo cómico y grotesco, más una puesta en escena acorde al ritmo sostenido del policial.

Una vez más, Nic Loreti demuestra la solvencia en el manejo del cine de género, reuniendo a un elenco que siempre está al borde del colapso, los excesos y la tensión constante. El trío de personajes sostiene muy bien los desvíos inesperados que propone un relato de lo más power y visceral.

 

Filmar en otras regiones

Una de las particularidades de la Competencia Argentina de esta edición es encontrar cuatro películas que fueron filmadas en Asia y Europa. Se trata de Metok, Noh, La luna representa mi corazón y Estrella Roja. En ellas se fusionan la lengua original con el castellano, los lazos multiculturales, los sucesos históricos que han marcado a sus habitantes, el desarraigo, las raíces, la política y el arte, así como los lazos familiares y afectivos que unen a sus protagonistas.

 

Metok (Argentina, Italia, Tíbet, 2021)

Dirigida por el cineasta Martín Solá (Hamdam, La familia chechena), su nueva película, al igual que sus trabajos anteriores, se inscribe dentro de los documentales etnográficos que nos acercan a otras culturas. Rodada en India, Italia y el Tíbet, la historia gira en torno a una joven monja tibetana, llamada Metok, que vive en un monasterio de la India, donde fue enviada por sus padres para educarse y formarse en medicina. Ante la llamada de su madre, pidiéndole que asista el parto de una mujer que pronto dará a luz, Metok emprenderá el viaje hacia su hogar, del cual partió hace muchos años.

Metok
Metok

El camino al Tíbet es difícil, pero la preparación espiritual y la calma que contiene la personalidad de Metok la lleva a cumplir esa misión para la que fue destinada: ayudar a otros. Solá hace un registro minucioso de ese recorrido desde grandes planos generales y luminosos a tomas oscuras y cerradas dentro del interior de una cueva que deberá atravesar y pasar la noche hasta llegar a la frontera.

La voz en off de Metok acompaña su travesía mientras relata la historia de su pueblo invadido en 1959 por los chinos, quienes les coartaron su libertad y autonomía. En busca de esa reconstrucción, la llegada a su hogar y el reencuentro con su familia refuerzan los lazos afectivos y mantienen viva la memoria de quienes son como pueblo y cultura.

En su rol de gran observador, Martín Solá registra con refinamiento y estilización una muestra de la identidad cultural de la sociedad a la que llega con su cámara. Así lo demostró con Hamdan (2013) filmada en Palestina, al igual que en La familia chechena (2015), rodada en la República de Chechenia. En su último trabajo, el desplazamiento para adentrarse en un nuevo paisaje asiático, rescata las costumbres y los roles de género de la cultura milenaria tibetana, transmitiendo al espectador una armoniosa y apacible forma de mirar el mundo.

 

La luna representa mi corazón (Argentina, Taiwán, 2021)

El director Juan Martín Hsu (La salada) nos acerca una película en la que indaga sobre el pasado familiar, el desarraigo y la riqueza multicultural que se fue formando entre la cultura oriental y occidental, en este caso, entre Argentina y China. Proveniente de una familia de inmigrantes taiwaneses, sus padres llegaron al país para abrir un restaurante y luego volver a su país natal.

La luna representa mi corazón
La luna representa mi corazón

Con el propósito de realizar una película sobre la identidad y los lazos afectivos, Juan Martín y su hermano Marcelo, radicados en la Argentina, viajan a Taiwán para reencontrarse con su madre y algunos familiares. Y lo hacen en dos etapas: primero viajan en 2012 y luego en 2019. En cada una de las visitas, el registro informal del primer encuentro va acercándose hacia una narrativa más elaborada que refleja los cambios sufridos con el paso de los años.

Motivado a recibir un legado que lo ayude a reconstruir la memoria de su pueblo, la muerte de su padre y conocer más a fondo su historia, Hsu filma una película documental que se construye mientras se hace –un formato de cine dentro del cine–, al que incorpora la ficción con otras dos historias de migración.

Más allá de la intimidad familiar que comparte con el espectador, la sensibilidad y naturalidad con la que filma Juan Martín otorgan frescura y singularidad a un relato dinámico e informal que opta por una banda sonora compuesta por temas de Charly García, Spinetta y Ceratti versionados al chino; un guiño que sorprende y ratifica el proceso multicultural del que forma parte, junto a tantos otros que debieron alejarse de sus raíces y afectos en busca de un porvenir.

 

Noh (Argentina, Japón, Alemania, 2021)

Filmada íntegramente en Tokio, la película está dirigida por tres directores: Marco Canale, Ignacio Ragone y Juan Gebauer, quienes se basaron en el proyecto teatral “La velocidad de la luz” para realizar un film donde el teatro y el cine se fusionan para hablar de las tradiciones culturales, los legados, el arte como expresión y el poder de la representación visual en sus diferentes tipos.

Noh
Noh

Canale –que interpreta en la película a un director teatral– viaja para filmar una obra del clásico teatro noh japonés. Para ello, convoca a hombres y mujeres que deberán recrear sus vivencias personales, poniéndolas en tensión junto al resto del grupo. Entre las actrices se encuentra Chiyoko, dueña de un teatro, del cual su hijo quiere desprenderse tras la muerte de su padre, Akira, un maestro en el arte del teatro noh, y a quien escuchamos en off desde el inicio. Su voz guía el relato desde el más allá, aludiendo a la conexión entre el espíritu de los muertos que permanece en los vivos, como sucede con las máscaras que usan los actores en el teatro noh.

Bajo esa espiritualidad que atraviesa la película, la trama se conecta con un mito japonés en relación con los orígenes del teatro oriental. Chiyoko deberá llevar las cenizas de Akira a un bosque donde fue creado el Noh. El duelo que encierra ese viaje, acompañado de un nostálgico lirismo visual, recuerda varias secuencias de la película El bosque del Luto, de Naomi Kawase.

Compuesta por diferentes líneas narrativas que atraviesan la película, el trío de directores logró un cuidadoso trabajo en la composición visual, en la que conviven dos puestas en escenas simultáneas –la de la obra teatral que se ensaya y la de la película en sí misma–. El diálogo entre ambas disciplinas y formatos propone una mirada singular hacia la importancia de la memoria y la preservación del arte tradicional como expresión cultural de un pueblo.

 

Estrella roja (Argentina, 2021)

Entre los reconocimientos otorgados por el Festival, Estrella Roja, de la realizadora cordobesa Sofía Bordenave recibió, el Premio de la crítica joven a la Mejor ópera prima latinoamericana.

Estrella roja
Estrella roja

La película transcurre en San Petersburgo, Rusia, en el marco de los festejos por el Centenario de la Revolución bolchevique en octubre de 2017, una fecha por demás simbólica, que invita a reflexionar sobre los cambios de paradigma que sufrió la izquierda y cómo aquel proyecto emancipador, en manos del pueblo, hoy permanece más al resguardo de los museos que sostenido por la memoria activa del pueblo en las calles.

El recorrido por la memoria de aquellos tiempos que prometían un futuro igualitario, se contrasta con el presente a través de varias líneas narrativas que forman un complejo entramado de puntos de vista sobre el pensamiento revolucionario. Uno de ellos es el testimonio de Anastasia, una joven que relata en off el recuerdo de su padre, quien participó del idealismo de aquellos hombres, como el biólogo Aleksander Bogdánov, amigo de Lenin y autor del libro de ciencia ficción que le da nombre a la película, en el que habla sobre la conquista del planeta Marte y las transfusiones de sangre para el rejuvenecimiento. La otra voz que participa es la de Katya, una mujer que participó en la revolución y transmite su experiencia como el recuerdo de quienes ya no están. A esos testimonios, se suman los de los hermanos Karl y Nikita, dos jóvenes “roofers” (amantes de las cúpulas y los techos) que registran como arqueólogos las huellas del pasado soviético en los viejos edificios abandonados por el Estado.

Sofía Bordenave ofrece un interesante diálogo entre el pasado y el presente, tal vez por momentos muy heterogéneo y volcado a la ciencia, con una composición visual que fluye entre la cámara en mano y los planos solemnes, al mejor estilo de Tarkovsky. Reflexiva y crítica, Estrella roja deja abierta una pregunta ¿Qué futuro le espera a la política de este siglo?

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Una respuesta a «Mar del Plata 2021 – Competencia Argentina»

  1. En los films que presencie en el festival, en primer lugar debo nombrar «Danubio» que el documental nos permite tomar conciencia politica de lo ocurrido en esos años tenebrosos y mas oscuros que nos iban agobiar. El film «Reloj Soledad», considerado una ficcion documental, con un trabajo inmenso de la actriz. Pero la discucion que no cierra, es la actitud de esa obrera que roba, su robo las consecuencias que emergen y su condena por el grupo social al cual pertenece y ese final abierto, pero condenada.- El proximo film «Una escuela en Cerro Hueso». Segun expreso la directora, es una historia veridica, que pasaria a ser una ficcion documentada. En ese relato me aparecen algunas dudas. El primero que los lugareños no conocen que pueden armar una quinta. LOs ciudadanos urbano le abren los ojos. Raro no?. En otra duda, los chicos del pueblo, en ninguna momento hasta que le hicieran comprender la situacion del comportamiento de la compañera no tuvieran alguna expresion de burla. Cuando somos pequeños, nadie duda de nuestra conducta. Sobre el film «Metok» su fotografia y su manejo de camara en los campos de profundidad y en las secuencias nocturnas en las galerias es una belleza superior. Felcitaciones a los tecnicos. La tematica esta fuera de nuestra cultura.. EL FILM «Estrella Roja»i Un film que no me atrapo y no pude darle un concepto.

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