Muestras, Festivales y Premios
15º Festival de Cine Alemán
Cumplir quince años como festival de cine en la capital española puede considerarse un éxito, algo cada vez más difícil de conseguir, que significa principalmente dos cosas. Por un lado, que el cine periférico e inédito encuentra a un público cada vez más sustancioso y hambriento de propuestas alejadas de la inescrutable dinámica que rige la cartelera y, por otro, que en este caso en concreto del festival de cine alemán, el factor económico que es clave para mantener en pie o vaporizar las muestras de cine, en manos de German Films, no parece tambalearse, sino más bien todo lo contrario. Tanto es así, que este año, apenas tres días después de que diese el pistoletazo de salida en Madrid, lo hacía por primera vez en Barcelona.
La programación del festival ha contado con un total de diez películas representativas de las mejores producciones del último año en Alemania y por tercer año consecutivo la sección Next Generation Short Tiger, que incluye una selección de los trece mejores cortometrajes de las competiciones más destacadas en lo que se refiere a los trabajos de jóvenes estudiantes de escuelas de cine alemanas. Además, como ya es habitual dentro de la estructura del certamen, existe un bloque anexo dedicado a la retrospectiva de los realizadores germanos más relevantes, que este año ha estado centrada en la directora Margarethe von Trotta, autora feminista de la nueva generación de cineastas alemanes que se abrieron camino en los años setenta. Aunque su primera película como realizadora la presentó en 1975 (El honor perdido de Katharina Blum), sus comienzos en el mundo del cine comenzaron como actriz, trabajando para realizadores como Rainer Werner Fassbinder y Herbert Achternbusch, y como guionista, en colaboración con el que fue su marido, el director Volker Schlöndorff. Sin duda, esta retrospectiva, que además ha estado apoyada por la presencia de la directora, que aprovechó para presentar su último film, Hannah Arendt, ha sido el plato fuerte del festival. Se han podido ver algunos de sus mejores films que nunca antes se habían proyectado en nuestro país, todos ellos representativos de los temas centrales de su filmografía y que están relacionados con el Holocausto (Rosenstrasse, 2003), el trasfondo del muro de Berlín (La promesa,1994) y su interés por el pensamiento filosófico y el feminismo (Rosa Luxemburg, 1985 y Visión, 2009).
La película Costa Esperanza (Wir wollten aufs Meer, 2011), segundo largometraje del realizador Toke Constantin Hebbeln, fue la encargada de abrir el certamen. Un drama histórico cuya mejor virtud es saber combinar la intriga de los métodos de control que la Stasi practicó durante la década de los ochenta, con un fuerte significado de la traición y fidelidad en la relación entre tres amigos que buscan una vía de escape al otro lado del muro.
Fin de la Veda (Ende der Schonzeit, 2012), primer largometraje de ficción de la directora Franziska Schlotterer, incide en una de las vetas cinematográficas que más fruto han dado dentro del cine alemán: otra vuelta a la memoria histórica y las relaciones humanas que se crearon en un contexto tan deshumanizado como fue el conflicto judío-alemán. La película es casi al completo un flashback que comienza cuando un joven alemán visita Israel en busca de algunas respuestas sobre su vida y el pasado de su madre. Esto nos llevará a conocer la historia de un superviviente judío que fue acogido y escondido en la granja de un matrimonio alemán, a cambio de algo que la pareja necesitaba. La compleja relación que se crea entre ellos tendrá serias consecuencias para cada uno y es aquí donde el film tiene su mayor atractivo.
Culpables son los otros (Schuld sind immer die anderen, 2012), ópera prima del director Lars-Gunnar Lotz comparte con Merced (Gnade, Matthias Glasner, 2012) –película que vimos el año pasado en el festival- el tratamiento sobre la culpabilidad y la confesión ante la necesidad de redención de un hecho reprobable, aunque en esta ocasión menos afortunado, toma como protagonista a un adolescente violento acostumbrado a delinquir. Si bien el film consigue que el espectador se encuentre dividido en el sentimiento hacia el autor de la fechoría, lo que le plantea una cuestión importante sobre la moral, en términos generales, el visionado decae y se hace tedioso a mitad del metraje.
En el balance de esta edición es inevitable echar la vista hacia atrás sobre ediciones pasadas para lanzar alguna reflexión en la línea de lo visto a lo largo de estos años. Teniendo en cuenta que el festival reúne muestras del cine alemán más actual y exitoso dentro en las carteleras germanas y deja a un lado el cine menos convencional o de vanguardia que pueda existir en este momento en el país teutón, la apuesta más fresca y más arriesgada la hemos podido ver dentro de los trabajos de cortometrajes. Los temas recurrentes, aquellos que tienen una presencia constante con el paso de las ediciones siempre están relacionados con los conflictos políticos y sociales del último siglo en Alemania. Con la Segunda Guerra Mundial y el conflicto de la división de las dos Alemanias por encima de cualquier otro, cabe preguntarse si el pálpito que se respira a través del celuloide se corresponde con el sentir del pensamiento colectivo. En este sentido, la tendencia casi absoluta hacia un cine sobre las realidades que atraviesa el país es la base sobre la que se sustenta el grueso del certamen. Otra vía diferente a los temas recurrentes de la historia alemana, con peso en los discursos sociales más de actualidad, es el debate sobre los derechos de las parejas homosexuales y así ha estado presente en dos de las películas presentadas: Caída libre (Freier Fall, Stephan Lacant, 2013) –que esultó ganadora del premio del público- y Transpapa (Sarah Judith Mettke, 2012). Ambas nos devuelven a la cuestión sobre el compromiso que puede tener el cine como medio de creación para poner en tela de juicio y reflexionar sobre los hechos que son fruto del devenir de la realidad. Esto nos recuerda la pasada edición del festival de Cannes, donde dos de las películas ganadoras, La vie d’Adele (Abdellatif Kechiche, 2013) y L’inconnu du lac (Alain Guiraudie, 2013) ponían de manifiesto el malestar que existe en Francia en pleno debate social sobre los derechos de los homosexuales.
La nota de color vino de la mano de tres films alejados del tono serio y tintes dramáticos que ha caracterizado al festival: el documental Speed – En busca del tiempo perdido (Speed-Auf der Suche nach der vertlorenen Zeit, Florian Opitz, 2012), la película infantil Las hermanas vampiresas (Die Vampirschwestern,Wolfgang Groos, 2012) y la comedia romántica Rupturas por encargo (Schlussmacher, Matthias Schweighöfer, 2013) que obtuvo el premio del público en la muestra celebrada en Barcelona. Un film que se recibía como un viento fresco entre la aridez generalizada, pero que resultó ser una propuesta cargada de los clichés más característicos de la comedia romántica americana que todos tenemos como referente y un uso sin paliativos de la publicidad de productos automovilísticos y de telefonía móvil.
Tal vez sea momento para pensar en una próxima edición que conlleve un poco más de riesgo. Terminaba el festival y leía un artículo sobre una exposición en el museo Kunsthalle de Hamburgo que ofrece una colección de audiovisuales que muestran las diferentes caras del fallo. El miedo a errar. Y el cine, como una de las más completas facciones artísticas, se nutre del riesgo y del fallo para poder avanzar.