Viñetas y celuloide 

Superman (no) vive

Según cierto pensamiento filosófico el mundo en el que vivimos (en el que hablamos, comemos, bebemos, escribimos, o sea todas las acciones que requieren nuestra presencia en tanto seres vivos) sería el mejor de todos los mundos posibles. Una idea, esta, que parece no funcionar bien si tenemos en cuenta nuestra actitud crítica en lo que se refiere a los deseos más básicos: este concepto de “mejor” no encaja con las muertes, los sufrimientos y la violencia que podemos ver o, si nos toca la mala suerte, subir. Otras opción sería la de pensar que nuestro es solo uno de los muchos mundos posibles y que el adjetivo de mejor quizás no lo merezcamos todavía. En este segundo caso, lo que aquí hubiera podido pasar sí ha pasado en otro universo, y así hasta la finitud infinita, o sea aquel número así grande que parece no tener fin (pero sí lo tiene). En la red caótica (¿armónica?) de estos mundos paralelos, lo que podemos decir es que si bien no podemos saber lo que significa cierto evento ya que nunca ha pasado, lo que sí podemos tener es cierta idea de que hubiera podido ser. No se nos presenta el acto en sí, obviamente, pero se nos facilita la habilidad de vislumbrar cierto tipo de consecuencias abstractas (juegos, estos, de nuestra imaginación).

Tesis: Kevin Smith había escrito hace algunas décadas un guión para un nuevo filme de Superman. Antítesis: el guión nunca se adaptó para la pantalla. Síntesis: la lectura del guión nos permite atisbar lo que habría sido el resultado final. Una visión como esta permite acercarse al mundo de los proyectos inacabados y permitirles tener lo que se define como una segunda vida o, más bien teológicamente, una resurrección. Hay limitaciones, por supuesto, las que se deben a la imposibilidad de ver la película, de tener un producto realmente visual, con unos movimientos de cámara y unas decisiones por parte del director que nos harían decir si se nota o menos la presencia del ojo artístico. Sin embargo, para los que están acostumbrados al oficio del cine leer una película puede ser una sensación parecida (obviamente no igual) a sentarse en una butaca y, con las luces apagadas, dejarse llevar a otro mundo. Se trata, entonces, de hacer un trabajo de análisis de la palabra escrita y de pensar en cómo habrían armado toda una película partiendo con solo unas frases sobre unas cien hojas.

¿Funciona, entonces, el Superman de Kevin Smith? Respuesta: a veces sí, a veces no. Cuando funciona se lee como un cómic de aquellos poco más que suficientes, no malos de por sí, solo un poco banales, mientras que cuando no funciona es una decepción de la que no es simple deshacerse. No se puede negar que no es una gran película pero, al fin y al cabo, las películas de superhéroes no intentan ser gran cine, sino un simple momento de diversión (y esto, me parece, es un objetivo aceptable). El problema es que se nota que el guión hubiera necesitado una nueva lectura, una segunda (o tercera, o cuarta) revisión, ya que aquellas parte que, como acabamos de decir, decepcionan se deben a unas estructuras no muy refinadas que nos llevan a decir “pero no, esto no lo puedo aceptar”. Efectivamente, la historia general funciona, demuestra cierto equilibrio, lo cual hace que se subrayen más aquellos momentos en los que las acciones se revelan demasiado absurdas, como si de un cómic malo se tratara. “A veces sí, a veces no” significa entonces que el producto final no permite entregarle al público (inexistente, obviamente, ya que la película misma no existe, pero sí real, si solo de lectores del guión se trata) una obra que merece la pena ser vista.

Si hubiera sido rodada, ¿hubiera gustado al público? No es, esta, una pregunta inútil, ya que acabamos de leer que el resultado final es un poco mediocre. Es un análisis necesario que nos lleva otra vez a hablar de mundos diferentes. El Superman de Kevin Smith, de hecho, es lo que se define una película de superhéroes de los años noventa. Es un producto que intenta hablarle a un público especifico, a lo mejor un público de niños y de adolescentes, los que hoy son padres de familia y que en aquel entonces habían empezado a acercarse al mundo de Marvel, DC e Image. Falta una lectura más profunda, la posibilidad de hablarles también a los adultos (¿jóvenes adultos? o ¿adultos jóvenes?), como si el mundo de los tebeos en la gran pantalla fuera algo más bien cerrado, un hortus incapaz de abrirse un poco más.

¿Un Smith completamente decepcionante, entonces? No exactamente, sino un Smith que acababa de empezar a escribir guiones (sus películas eran solo Clerks y Mallrats) y que, probablemente, se había encontrado ante una tarea demasiado grande. No significa esto que a los jóvenes no se le debe permitir “jugar con grandes proyectos”; todo lo contrario, la edad a veces solo es un concepto del que deshacerse (y esto funciona también para los mayores, los ancianos). Simplemente, el Superman de Kevin Smith no es una película muy profunda; puede entretener, esto sí, y a veces nos hace sonreír, pero sus momentos flojos y cursis no permiten hablar de un producto maduro. En otro mundo, ¿quién sabe?, podría haber llegado a aquella fase final con su proyección sobre la gran pantalla, pero aquí solo podemos contentarnos con leer lo que hubiera podido ser.

Comparte este contenido:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.