Críticas

Solitudes permanentes

Stray dogs

Jiao you. Tsai Ming-liang. Taiwán, 2013.

Desde que en 1992 Tsai Ming-liang rodara su primer largo, Rebels of the Neon God, este director, nacido en Malasia pero afincado desde hace muchos años en Taiwán, ha explorado los temas de la soledad y la incomunicación en todas sus películas. Puede sonar a tópico gastado, pero lo cierto es que su lenguaje visual y su narrativa han ido depurándose  en ese sentido, mostrándonos un universo propio abocado a historias, lugares y personajes cuya esencia navega a través de la soledad y sus límites.

En Stray Dogs, el cineasta nos transporta a las afueras de una gran ciudad taiwanesa, donde los espacios deshabitados de belleza incierta sirven de refugio a seres que subsisten en la marginalidad. Así los protagonistas, un padre alcohólico (protagonizado por su actor de siempre, Lee Kang-sheng, que envejece junto a las historias del propio director) y sus dos hijos, se mueven a diario cruzando la frontera entre lo socialmente aceptado, la ciudad, y lo marginal, sus alrededores baldíos. Cada día se trasladan para que el padre trabaje como hombre-anuncio y logre algo de dinero que les permita comer. Mientras lo hijos esperan haciendo tiempo en un supermercado o en cualquier espacio alejado de las inclemencias climatológicas. De noche, tras asearse en algún baño público, vuelven a descansar a esos lugares olvidados, de atmosfera surrealista, en los que todavía se respira un pasado, que hace más patente la enorme soledad del presente.

Toda la filmografía de Tsai Ming-liang se encuentra llena de lugares relegados o poco frecuentados, son un protagonista más que respira enfermo o agoniza, como las paredes podridas de la casa de la mujer que los acoge o el cine que va a echar su cierre en su gran película Goodbye, Dragon Inn (2003). En muchos casos, estos lugares vuelven a ser rehabitado en circunstancias lejanas a su esplendor inicial, que tan solo ya se adivina a través de detalles, como es el caso del mural cuya imagen de un paisaje  hipnotiza a los protagonistas.

Tiempo y espacio son coordenadas inciertas en la narrativa de este cineasta, cuyo relato minimalista prescinde de los diálogos, dando prioridad al silencio y a una sucesión de imágenes estáticas que parten de una mirada única, la de Tsai Ming-liang, en la que la posición de la cámara siempre nos sorprende y donde la linealidad temporal tiende a la ambigüedad  y a una reconstrucción subjetiva de los hechos.

Narrada casi siempre a través de largos planos generales, cuya amplitud permite al espectador tomar conciencia de unos personajes que no hablan y que se expresan a través del movimiento y los largos silencios; también el director se permite el uso de unos primeros planos muy expresivos en los que los protagonistas explotan porque la carga de sus vidas se ha vuelto demasiado inmensa. Así pasa cuando el padre estalla gradualmente mientras soporta el viento, la lluvia y el frío mientras se pone a recitar primero y luego a cantar una serie de versos entre los que le escuchamos decir: “mi corazón valiente pierde la esperanza” mientras acaba llorando. Es totalmente cierto. Hay tan poca esperanza en sus vidas que, cuando parecen ser rescatados, no sabemos si en el presente o en el pasado, por una mujer de edad incierta (son tres actrices diferentes), la soledad y la incomunicación siguen ahí, porque son permanentes. Es por ello que cuando el padre acompaña a la mujer a dar de comer a esos perros fantasmagóricos que nunca ladran, se da cuenta de que estar con ella es estar con la soledad.

 

Tráiler:

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Ficha técnica:

Stray dogs (Jiao you),  Taiwán, 2013.

Dirección: Tsai Ming-liang
Duración: 138 minutos
Guion: Tsai Ming-liang, Tung Cheng-Yu
Producción: Homegreen Films
Fotografía: Liao Pen-jung, Lu Ching-Hsin, Sung Wen-Chung
Reparto: Lee Kang-sheng, Lu Yi-ching, Lee Yi-Cheng, Wu Jin-Kai, Chen Shiang-chyi, Lee Yi-Chieh

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