Festivales 

Mar del Plata 2021. Competencia Internacional

Mar 36

Del 18 al 28 de noviembre se llevó a cabo, en la ciudad atlántica, la 36ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, celebrando el regreso a las salas después de la pandemia y de una edición anterior totalmente virtual. Esta vez, se presentó un festival híbrido, permitiendo la vuelta a la vida de los innumerables espacios que la ciudad dedica a este gran evento anual y abriendo la posibilidad de que un país extenso tenga acceso a muchas de las propuestas que presentó este año: películas participantes, encuentros con invitados y distintos eventos que acompañaron esta fiesta anual.

Como bien expresa el logo oficial del festival, esta edición estuvo dedicada al recientemente fallecido documentalista David “Coco” Blaustein, cuyo cine supo reflejar una etapa dolorosa de la historia argentina, promoviendo la memoria activa en un país que no debe olvidar su pasado reciente si quiere evitar repetirlo. En sus películas hay un compromiso con la ideología, la política, la militancia, la resistencia y una mirada hoy despojada de aquel idealismo juvenil sobre la lucha política de los 70. La proyección de su última película, Se va a acabar, da testimonio de lo dicho.

Este ha sido un año de dolorosas pérdidas. Además de Blaustein, se le rindió homenaje a Fernando “Pino” Solanas, con su obra póstuma, Tres a la deriva del acto creativo: un encuentro entre amigos (el cineasta convoca al artista plástico Luis Noé y al dramaturgo Eduardo Pavlovsky) que ya son forman parte, cada uno en su ámbito, de la historia artística argentina. También recibieron su reconocimiento Paola Suárez, joven productora cordobesa y al realizador Jorge Coscia, recientemente fallecidos.

El reconocimiento a la trayectoria de tres prestigiosas personalidades del cine argentino se lo llevó Annamaría Muchnik, directora del Festival La Mujer y el Cine, que compartió ese espacio con el actor Pepe Soriano y el director de fotografía Félix Monti.

A un festival con siete competencias y jugosas secciones llegaron películas muy esperadas –que, lamentablemente, no fueron puestas en las plataformas de streaming– de autores como Paolo Sorrentino, Jane Campion, Ryûsuke Hamaguchi, Mia Hansen-Løve, Hong Sangsoo, Apichatpong Weerasethakul y Álex de la Iglesia, entre otros.

Además de otros homenajes, el festival ofreció, como cada año, la presentación de libros, entre los que se cuentan: Entre preceptos y derechos. Directoras y guionistas en el cine mudo argentino (1915-1933), de Lucio Mafud; Una retrospectiva del futuro. Vida y obra de Ástor Piazzola, de Marcelo Gobello; y junto a la instalación Accueil livre d’image, el festival y la Embajada de Francia ofrecieron El libro de imagen, de Jean-Luc Godard.

Hubo retrospectivas de la actriz japonesa Machiko Kyō, del prolífico Clint Eastwood y de Helke Misselwitz, de quien vimos 35 fotos y Después del invierno llega la primavera. En el encuentro con los organizadores del festival, la realizadora alemana cuenta que siempre la acompañó en su historia la necesidad de filmar a mujeres para entender cómo era vista ella misma como tal. Sus recuerdos más antiguos se centran en espacios cotidianos, en una casa con una cocina grande donde late la vida familiar o cuando en la cama infantil, enferma, se entretenía mirando las fotografías que relataban la vida de su familia. Esto siempre estuvo presente en su pulsión cinematográfica.

Por eso, en 35 fotos (1985) narra, en apenas siete minutos, la vida de los entonces 35 años de la Alemania Oriental (RDA), a través de 35 instantáneas de la historia de una mujer nacida en 1949, que no es otra que ella misma. El corto, realizado por encargo, fue rechazado, porque una mujer divorciada no era el ideal para el 35° aniversario del sistema.

After Winter Comes Spring

Sin embargo, ese fue el germen de una de las más bellas películas ofrecidas por el festival: After Winter Comes Spring (1988). Historias de diferentes mujeres, entrelazadas por imágenes de estaciones de trenes y vagones de pasajeros. Trabajadoras, independientes, se hacen cargo de su divorcio y del crecimiento de sus hijos en soledad, mientras luchan para sostenerse económicamente y obtener un lugar en la sociedad. Contrastes y coincidencias, como la solidaridad de la publicista joven hacia las mujeres que trabajan en su empresa confrontada con la frase de la anciana profesora de baile que lapida cualquier intención de independencia, al decir que el profesor (su marido) “les enseña a las mujeres cómo satisfacer al caballero para que las conduzcan” (en el baile). A pesar de sus diferentes historias, ambas se casaron prematuramente, por estar embarazadas. Una, luego de divorciarse buscó en varias parejas al padre que necesitaba su familia. La otra ha pasado toda su vida al lado de un esposo que no la respeta, pero su rostro avejentado nos dice que es incapaz de sobrevivir fuera de su “protección”. En blanco y negro, con una fotografía limpia y la fuerza de las mujeres plasmadas por el cine soviético, seguimos a otra joven que golpea con una pesada masa las chimeneas de una fábrica para que el hollín no se acumule en su interior. En su historia hay un hermano irresponsable, una hija discapacitada mentalmente y el anhelo del amor de un hijo aún niño que la sostiene ante una sociedad que la discrimina y margina. La autora le pregunta: “¿hay alguien que sea tierno contigo?”, “¿tienes sueños?”. No hay más respuesta que un rostro joven y cansado en primer plano.

Las mujeres de distintos orígenes y clases sociales siempre han sido el centro de las historias narradas por Misselwitz, aunque –reconoce– ha sido inconsciente. Considera que tienen vivencias muy diferentes a las de los hombres, y no solo por razones biológicas, sino también históricas y sociales. En su cine, no solo trata de plasmar las imágenes de personas que atraen su atención –como el caso de las dos amigas adolescentes que huyen de casa, condenadas a un futuro condicionado por su entorno–, sino que intenta obtener, a través de lo que las otras personas perciben de ella, su propio retrato… Y el retrato de transformación de una RDA que pronto desaparecería tras la reunificación, revelando, en la sincera respuesta de sus protagonistas, que la tan ansiada paridad de género preconizada no era tal en esa sociedad.

A Woman
A Woman

También inspirada en fotografías –como en las 35 fotos de Misselwitz–, Jeanine Meerapfel presentó, en la sección Panorama: Autoras y Autores, A Woman. La autora se sumerge en los recuerdos, objetos, relatos y fotografías de su madre para trazar la vida de inmigrante en su paso desde Francia a Alemania, de allí a Holanda para, finalmente, recalar en la Argentina. En esa reconstrucción de un personaje que, por momentos, se vuelve inasible, Meerapfel intenta descubrir los sentimientos que habría tras ese rostro sonriente y una alegría juvenil, que se fue marchitando y enredando con otras emociones más  oscuras a través de las despedidas y el paso del tiempo. Marie-Louise Chatelaine (Malou) fue esa mujer que dejó huella en esta otra, su hija nacida en la Argentina, que logra atar lazos entre una guerra mundial, desatada en Europa, que pisaba los talones de sus padres  y una dictadura que despojó de identidad a varios detenidos desaparecidos de este lado del Atlántico muchos años más tarde. El filme está compuesto de retazos que, como la memoria, se compone de recuerdos. Individualmente, pueden transmitirnos momentos de felicidad o tristeza, pero en conjunto hablan de algo más profundo. Si la memoria es la que nos constituye como seres humanos, debemos saber de dónde venimos para poder decir hacia dónde vamos. Meerapfel va tras los pasos de su Malou, visita las casas donde vivió y allí coloca sus fotografías, logrando un contraste violento entre la belleza de la mujer y la decadencia y ruindad de los edificios que habitó. Ante cada descubrimiento, nos narra un episodio en la vida de su madre y, como sin querer, nos habla más de ella misma que de su progenitora. Por momentos, esos retazos parecen inconexos, pero como espectadores resuenan en nosotros ecos de nuestra propia historia, que enlazamos con recuerdos y fotografías de nuestros seres queridos. Así de convocante es A Woman.

La competencia oficial no estuvo totalmente accesible de manera virtual, así que nos enfocaremos en lo que pudimos ver, lamentando que películas de mayor calibre hayan sido vedadas para quienes asistimos a la distancia al festival, calculamos que el motivo es que pronto tendrán su proyección comercial en el país.

Espíritu sagrado
Espíritu sagrado

Bajo el argumento de una historia sobre la ufología y una sociedad para mantenerla viva y trascender más allá de los límites de nuestro planeta, Chema García Ibarra presenta Espíritu sagrado (España, Francia, Turquía, 2021). Ubicada en los espacios cotidianos de Elche, Alicante, y con un grupo de actores no profesionales, nos sumergimos en la delirante historia de una asociación ufológica que ha perdido a su rector y encuentra en el dueño de un bar su reemplazo. Ambientes recargados de adornos temáticos forman parte de la vivienda del nuevo director de la asociación, donde una mujer enferma parece comandar el misterio que pretende imponer el tema. Sin embargo, hay de trasfondo otra historia que va marcando un ritmo inquietante en el devenir del relato. La ciencia-ficción, la ingenuidad, la maldad van ocupando un lugar que se develará a través de una noticia recibida en un momento inadecuado con el testigo menos indicado. Si casi hasta el final la película parecía un juego de mal gusto para el espectador, con una última escena fundamental, la historia secundaria se redimensiona y cobra sentido la vulgaridad desplegada hasta entonces. Si enfocamos la atención en los experimentos que el grupo de lunáticos lleva a cabo, perderemos de vista la verdadera perla del film. La hermanita de la niña desaparecida se lleva todos los aplausos por su actuación natural y tan apropiada para su edad, fundamental para entender que en ella está el foco donde hay que centrar la mirada que se nos había extraviado entre tanto dorado. La película recibió una Mención Especial: “Porque en clave de realismo fantástico plagado de humor nos conmueve mostrando que el horror puede estar escondido detrás de los fanatismos”.

El otro tom
El otro Tom

La mansedumbre de la niña de la película de Chema García encuentra su contrapunto en El otro Tom (Rodrigo Plá y Laura Santullo, EUA, México, 2021), la historia de un niño con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), que debe ser medicado si quiere seguir estudiando en el colegio. Su madre, una inmigrante latina en el sur de los Estados Unidos, depende de los servicios sociales, donde acude en busca de ayuda. Un accidente casi fatal de su hijo la lleva a romper las reglas impuestas que convierten a su hijo en ese Otro Tom que ella desconoce. Radiografía de una sociedad que pretende que cada ser entre en un casillero establecido, donde no hay lugar para los desobedientes ni para los que no tienen herramientas culturales o económicas para defenderse. Un fuerte alegato en contra de la medicación agresiva en los niños para volverlos seres dóciles, que no den trabajo ni expresen las carencias que traen de su casa. Una historia dura, pero narrada desde el amor de una madre en conflicto con su realidad, que encuentra en la obra de Plá y Santullo apenas una pequeña caricia al alma en una de las pocas escenas en que el espectador puede relajarse.

quién lo impide
Quién lo impide

Si la infancia encontró su lugar en la programación internacional del festival, la adolescencia también captó la atención del espectador. La esperada Quién lo impide (Jonás Trueba, España, 2021) es definida en la misma película por su autor como una inmersión en la mencionada etapa juvenil. Rodada como documental, con diálogos creados por los participantes bajo la dirección de Trueba, registra el crecimiento de un grupo de chicos y chicas durante cuatro años, con la intención de plasmar los grandes cambios a los que son sometidos, tanto en su vida privada como colectiva. La experiencia dura 3.40 horas y está dividida en tres capítulos con intermedios. El primero nos sitúa frente a los jóvenes que improvisan situaciones, mientras la cámara los sigue indagando en sus encuentros. El segundo está dedicado al viaje de egresados que los lleva a Granada, donde comienzan sus escarceos amorosos e improvisaciones por parte de los chicos, lo que lo convierte en un documental más ficcional. En el tercero están puestas todas sus expectativas sobre el futuro. Aunque la acción transcurre siempre en espacios comunes, al aire libre o en instituciones educativas, hay en la película de Trueba un trasfondo político y económico que supone trabas de crecimiento a los ojos de los chicos. Quien lo impide obtuvo el Premio Astor Piazzolla a la Mejor Interpretación Ex Aequo para Candela Recio: “Por un innegable e impactante carisma y un talento que impacta profundamente en la identidad de las películas y define el papel de los actores como fuerzas creativas centrales”.

Hellbender
Hellbender

La película de Trueba llegó respaldada por varios premios de festivales precedentes y logró compartir con la oscura y misteriosa Hellbender (John Adams, Toby Poser y Zelda Adams, EUA, 2021) el Ástor Piazzolla a la Mejor Interpretación “por un innegable e impactante carisma y un talento que impacta profundamente en la identidad de las películas y define el papel de los actores como fuerzas creativas centrales”. La propuesta de los Adams le otorga al paso a la adolescencia un carácter de iniciación para aprender a controlar el deseo sin dejar de experimentarlo, en manos de una madre con poderes sobrenaturales y una hija que percibe tal herencia en una edad que la impulsa a la independencia, al descubrimiento del mundo e, incluso, al refugio en la música. Esa dicotomía entre la ingenuidad de la infancia y la curiosidad de la adolescencia encuentra su contrapunto en los ambientes naturales de un bosque bucólico y el hogar que, de pronto, se convierte en un ambiente tétrico y profundo donde dar rienda suelta a impulsos oscuros.

Album para la juventud
álbum para la juventud

Fue Álbum para la juventud (Malena Solarz, Argentina, 2021), la que nos dejó abierta una esperanza sobre esta generación que comienza a buscar su propio destino. Dos jóvenes, Pedro y Sol, están en ese momento en que han finalizado el colegio secundario y esperan poder iniciar estudios superiores. Meses en que han dejado una responsabilidad diaria y deambulan pensando en su futuro. Sin prisas ni pausas, sin conflictos ni emociones fuertes, el filme de Solarz nos sumerge en esa especie de tiempo muerto que termina siendo definitivo para el porvenir. Parece un retazo de la vida de estos chicos, donde sin angustias existenciales y con cierta paz se preparan para asumir el camino a seguir. Alejado de los estereotipos de adolescencias conflictivas, autodestructivas, violentas o ensimismadas, Álbum para la juventud es una especie de aire fresco en una noche de verano. Claro que no deja de ser la mirada de una pequeña población de clase media que tiene resueltas sus necesidades económicas y puede darse el lujo de imaginar un futuro posible.

Re-granchio
Re-Granchio

En nuestro recorrido por el festival también encontramos un tema que une las dos películas que nos falta reseñar. El del viaje para depurar fantasmas propios y ajenos. Es el caso de Re Granchio (Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, Italia, Francia, Argentina, 2021), una historia decimonónica contada por los pobladores de un rincón rural de Italia. Dividida en dos partes, narra los hechos por los que Luciano debe huir hacia un lugar remoto para escapar de la ley que condena el crimen cometido. Si en Italia ha sido considerado un borracho, un noble o un santo, en Tierra del Fuego es una especie de adelantado en busca de un tesoro. La primera parte está ambientada en un territorio de colinas y lagos, con ruinas romanas, donde conoce el amor y desafía la autoridad del príncipe, con evidentes influencias pasolinianas. La segunda, lo instala en las áridas estepas patagónicas, con un paisaje típico de un western, evocando a El topo, de Alejandro Jodorowsky. Como en los relatos orales, pareciera que estamos ante dos cuentos diferentes. Lo más interesante, es la leyenda que evocan los campesinos actuales del lugar y las canciones que acompañan la historia de Luciano. En particular, nos atrapa más la historia patagónica.

Azor
Azor

Azor (Andreas Fontana, Argentina, Suiza, 2021) fue presentada fuera de competencia. Y no se trata de un viaje en sí, sino de la llegada de un banquero a la Argentina de la etapa de la dictadura para “blanquear” los bienes secuestrados por los militares. La incursión del financista “respetable” en un mundo nuevo, donde debe vestir a tono con el objetivo y suplantar a un veloz socio que tenía encantados a los clientes, nos muestra su debilidad por no saber cómo remontar el “negocio”. Aparentemente, esa lucha interior era el centro de la historia, pero la película se interna en ambientes de la clase alta, que en aquel entonces se “codeaba” con los rudos generales y coroneles que se iban posesionando de las propiedades de los desaparecidos. Allí hay dos clases evidentemente diferentes, que se repelen, pero que, a la vez, se necesitan. Entre los banqueros también hay clases: los comerciales (meros “mercachifles”) y los privados (de “linaje”). Se abren, entonces, nuevas perspectivas para un filme que nos encuentra desarmados ante la oscura complicidad que se va gestando frente a nuestros ojos, remitiéndonos a una etapa dolorosa de la historia argentina y dejándonos un gusto amargo que tardará en abandonarnos.

Quedaron fuera de nuestro recorrido las siguientes películas, muchas de ellas ganadoras de los premios Ástor Piazzola, que les dejamos con la debida justificación del jurado:

Hit the Road (Panah Panahi, Irán, 2021). Premio Astor Piazzolla al Mejor Largometraje: “Una película maestra que nos sorprende continuamente durante el transcurso de un road trip que compartimos con una notable familia cuya ternura, amor y ansiedad por una futura incierta se expresa tanto a través de las canciones comunales y bromas extrañas como a través de los paisajes singularmente expresivos utilizados con tan poderoso efecto por el director. El premio de Mejor Largometraje se otorga en reconocimiento al extraordinario logro de Panah Panahi y la excelencia y rigor de los cuatro actores principales que capturan nuestros corazones y nuestras imaginaciones”.

What Do We See When We Look at the Sky? (Alexandre Koberidze, Georgia, 2021). Premio Astor Piazzolla Especial del Jurado: “Si el cine ha buscado desde su génesis formas de mostrar la magia y el ensueño, esta película consigue, en su estética y en su narración, llevar a la pantalla el espíritu de un sueño”.

Diários de Otsoga/The Tsugua Diaries (Miguel Gomes y Maureen Fazendeiro, Francia, Portugal, 2021). Premio Astor Piazzolla a la Mejor Dirección: “Por la valentía en el relato, por la aparición de la deriva, por la ruptura de los límites, por la vuelta al fílmico y por los encuadres y la luz, que nos llevan a lo más puro del cine”.

The Girl and the Spider (Silvan Zürcher y Ramon Zürcher, Suiza, 2021). Premio Astor Piazzolla al Mejor Guion: “Para un trabajo de gran precisión y poesía, a la vez delicado y robusto como una tela de araña, base esencial para la bomba milimétrica que es esta fascinante película sobre la transición y los pequeños momentos que hacen los grandes dramas”.

Kim Min-young of the Report Card/Seong-jeok-pyo-wui Kim Minyoung (Lim Jisun y Lee Jae-eun, Corea del Sur, 2021). Mención Especial: “Por su tierno, sensible y fino estudio de personajes en transición hacia una madurez incierta”.

Petite maman (Céline Sciamma, Francia, 2021) no recibió ningún premio, pero viene respaldada por una directora de valía y una historia que parece atrapante. Era nuestra apuesta en este festival. Lamentablemente, no estuvo accesible, pero pueden leer la reseña de Alexandra Vázquez en su cobertura del Festival de Berlín 2021.

 

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