Críticas

Cazando sensaciones pasadas

Cazafantasmas: más allá

Ghostbusters : Afterlife. Jason Reitman. EUA, 2021.

Volver con los recuerdos hacia el pasado puede ser una acción capaz de destruir nuestra relación con el presente. Es posible, efectivamente, que la necesidad de abrir las puertas hacia lo que fue y que ya no puede ser (por razones de física, ya que todo en este universo sigue en dirección de un futuro siempre en movimiento hacia delante) nos lleve a darle más importancia a eventos cuya forma tangible y cuya conformación etérea podrían llevar a una serie de errores de evaluación; lo que fue quizás no haya sido lo grandioso que pensamos (y, peor aún, la presencia de la mediocridad nos puede llevar a hacernos consideraciones deprimidas sobre nuestra capacidad de juicio, hasta empujarnos a pensar si lo que nos gusta ahora es, efectivamente, algo bueno). Volver al año 1984, a unos pocos años de la caída del bloque soviético, nos pone entonces ante el dilema de despojarnos de los ojos del arte de rememorar y sumergirnos en el acto de juzgar y analizar: ¿fue la segunda película más taquillera de aquel año efectivamente buena? Respuesta simple (y, quizás, pregunta inútil): sí, lo fue, lo cual nos lleva a 2021.

El lazo que se crea, en el elemento cultural del que formamos parte, entre esta tercera entrega cinematográfica y su predecesor cubre casi cuarenta años. Un número bastante grande que nos hace pensar si lo que estamos viendo es efectivamente la continuación directa de aquellos hechos (ocurridos, estos, en Nueva York) con una contemporaneidad (en un pueblo americáno perdido en la nada) que, dentro de pocos años, ya será parte de un pasado (in)olvidable. La culpabilidad del éxito o de la derrota estaría a cargo del hijo del director del primer Cazafantasmas; dos generaciones que se enfrentan, entonces, pero no en el sentido de crear un choque de puntos de vistas diferentes (a veces hostiles), sino una correcta reelaboración de los sentimientos suscitados por el producto de 1984 y la construcción de una estructura inteligente que nos ayuda a crear un puente ideal entre el pasado y el futuro. Cazafantamas : más allá, dicho con otras palabras, no solo es una película que funciona en su organización narrativa interna, sino que nos permite apreciar el salto temporal sin por esta razón caer en el peligro de querer revivir un pasado irrepetible.

Lo que el director hace es proponernos una reelectura de lo que había funcionado anteriormente (y, ¿por qué no?, también en la secuela de 1989, el año del muro de Berlín) pero añadiendo una fuerte huella autorial que nos ayuda a tener un punto de vista nuevo (con un ritmo fuertemente distinto) y al mismo tiempo respetuoso. Se nos permite, así, acercarnos a la obra sabiendo muy bien que no es posible repetir algo que fue, de todas formas, un producto inesperado, nuevo, capaz de mezclar diferentes géneros sin llegar a una saturación negativa en el público (ver demasiado hasta cruzar el límite de la saciedad tolerable): la inteligencia de esta mise-en-scène se sitúa efectivamente en otra mezcla de géneros, diferentes de pero al mismo tiempo parecidos a la obra de 1984, como es el caso de la falta de los padres o la necesidad de crearse una pequeña red de amigos. El juego de puesta en marcha de un puente entre las generaciones, entonces, no es tal que incapacita la fruición de la película de por sí: si el original está allí, presente, es porque se trata de un mundo del cual hay que subrayar los puntos de contacto, y la modernidad de 2021 se recrea en la presencia de unas huellas que no impiden la presencia de una característica individual.

Se podría pensar, de todas formas, ¿por qué sentarse ante el tercer episodio de una serie sin saber nada de lo anterior? Esta necesidad de analizarse a sí misma de la serie, de instaurar unos elementos de partida (y de llegada), no puede ser – ni nunca podrá serlo – algo negativo. El espectador que reconoce los objetos con los cuales ha ido creando una visión necesaria de referencias es el mismo espectador al que se dirige la película; los otros poco podrían ganar de la película en sí, sin olvidar, por esto, que la estructura, los diálogos, la fotografía y las actuaciones son de alta calidad. No se trata, como se podría pensar, de un factor negativo, sino el tenerse que dar cuenta que nadie puede pensar entenderlo todo si decide leer la tercera o la cuarta parte de una serie de novelas que se entrecruzan. La exégesis fílmica nos impone esto también (lógicamente, se podría añadir).

La sensación que impregna las escenas, de todas formas, no es el simple remembrar. Si de emociones hay que hablar, entonces lo correcto sería definirlas como la seguridad de que el universo todavía está lleno de misterios y que, hasta ante el paso del tiempo, es posible volver a vivir unos eventos que en su diferencia (o casi) exterior llevan en sí las huellas de un pasado que sigue en vida y que nos conduce hacia un futuro lleno de posibilidades. Se define, por esta razón, la película no solo como una carta de amor a lo que fue, sino también como la seguridad de que es a través del pasado que podemos ponernos en marcha hacia el futuro. Con la muerte de Ramis la posibilidad de ver al cuarteto otra vez junto, entonces, ha desaparecido para siempre en el mundo de la realidad, pero las imágenes que se mueven ante nuestros ojos profundizan el concepto mismo de herencia, de respeto y de anulación de la muerte. Este más allá, entonces, el afterlife del título original, nos pone ante la obviedad de que nunca, en la vida humana, todo puede seguir igual pero que una vez que hemos terminado nuestro cuento habrá otros (con o sin nuestras huellas genéticas) que van a seguir con nuestro trabajo.

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Ficha técnica:

Cazafantasmas: más allá (Ghostbusters : Afterlife),  EUA, 2021.

Dirección: Jason Reitman
Duración: 125 minutos
Guion: Gil Kenan, Jason Reitman
Producción: Ivan Reitman
Fotografía: Eric Steelberg
Música: Rob Simonsen
Reparto: Carrie Coon; Finn Wolfhard; Mckenna Grace; Paul Rudd

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