Willie and Me

Esta es la curiosa historia de un ama de casa, Greta Weingarten, que vive en Alemania, con un esposo que la quiere, pero en medio de problemas de temperamento y comunicación. Ella se siente insatisfecha, con frecuencia sueña con mundos distintos, sin saber qué rumbo tomar. Vienen a su mente recuerdos de su padre, de su infancia que, aunque no fue muy feliz, le hacen revivir y apreciar el cariño que su padre tenía por las canciones de un cantante de música folclórica norteamericana, Willie Nelson. Eran canciones sentimentales, tiernas. De pronto, se entera por la radio, mientras prepara la cena en su hogar, que el cantante, ya de edad, se va a retirar con un concierto de despedida cerca de Las Vegas, en Estados Unidos. Un extraño, inesperado y bastante loco impulso la lleva escaparse del hogar, sin avisar, vendiendo el auto de su esposo sin su consentimiento, para acopiar fondos e irse para Las Vegas y así conocer en persona a Willie en este su último concierto, agradecerle y hablarle de esos recuerdos de infancia.

Sin duda, se trata de un viaje sin planeación, que la llevará a experimentar y a sortear todo un conjunto de aventuras y de eso trata la película. Ella es una mujer de entre 40 y 50 años, agradable, que fácilmente se deja arrastrar por los avatares que se atraviesan en su camino, siempre obsesionada por su persistente determinación de conocer a Willie. Nada se le facilita, estando corta de dinero, sin relaciones ni contactos, sin medios ni conocimientos reales para cumplir su deseo. En medio de todo esto, la persigue lo que ha dejado en Alemania, con los desafortunados impactos y consecuencias de su alocada partida. Y la acompaña el mundo de las oportunidades que siempre advierte un caminante curioso.

Me ha parecido extraordinario y de mucha calidad el papel tan protagónico que ha hecho Eva Habmann en esta, que verdaderamente es su película. Su recorrido es un viaje por la nostalgia. Muchos vienen a Las Vegas a sentirse distintos, a experimentar la ilusión de las luces y del glamour, a tentar la suerte en los casinos, a acercarse a la fama a través de los espectáculos; quizás a casarse y a tener una boda y una luna de miel únicas. Pero Greta viene en una especie de jornada de autoconocimiento, cuyo recorrido transita por los senderos de la nostalgia, conectada con las letras, las músicas y las canciones sentimentales de la música country y las de los inicios del rock. Resuenan en ella las posibilidades de amores que en realidad no se han dado.  Y qué mejor encuentro que el que ocurre cuando se aparece en su viaje uno de esos artistas de Las Vegas que imitan a Elvis Presley, vestidos como el mítico cantante, entonando esos éxitos ya antiguos que lo volvieron famoso.  El Elvis en cuestión es Nick (Blaine Gray) que se convierte en el inesperado amigo fiel de la inocentona y alocada Greta, que la protege, la ayuda y la orienta en ese nostálgico camino que se va convirtiendo en proyecto común de los dos.

Greta se enreda y se desenreda, se halla y se pierde, se anima con frecuencia y se siente derrotada también, por momentos, en su aventura, que pasa por habitaciones de hoteles, por carreteras, y por las soledades y los calores del desierto. Hay en ella ataques de serpientes, encuentros con extraños criminales y con sanadores chamánicos, robos que la dejan en la miseria y generosidades que todo lo compensan; contemplaciones y caídas desde lo más alto. En su búsqueda hace de todo y en ella va encontrando tesoros también, de la mano de la bella música y las sugerentes letras, que la va guiando para que ocurra lo que debe ocurrir.

El cine cumple un papel precioso cuando deja registradas las épocas, cuando va describiendo los sitios, cuando nos llena de pequeñas anécdotas e historias, cuando nos acerca a vivencias, a búsquedas y encuentros. De alguna manera nos conectamos y vamos resolviendo, como espectadores, con imaginación y con imágenes, pequeñas o grandes inquietudes a través de los escenarios y escenas de la película, que se convierten en oportunidades para valiosos ensayos y recorridos personales. Siento que Willie and Me tiene capacidad para arrastrarnos por esas posibilidades. Propongo a mis lectores que la visionen con espíritu de curiosos viajeros del cine, sin dejarse negativizar por las críticas poco favorables que, en promedio, ha obtenido la cinta, críticas que buscan, algunas de ellas, como decimos en estas tierras, el ahogado aguas arriba.

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