Críticas

A las puertas de la fragilidad

El destierro

Otros títulos: The Banishment.

Izgnanie. Andrey Zvyagintsev. Rusia, 2007.

El destierro aficheEl destierro de la propia vida, fórmula de resistencia pasiva sin retroceso, nos ofrece una lenta travesía por los caminos de lo agreste, paisajes que no solo son naturaleza, sino también habituación a lo inmutable, a lo en esencia irreconocible. Zvyagintsev sostiene un ritmo dotado de persistencia en la fijación de imágenes, lentos travellings intensifican la presencia de trayectos y habitaciones que trasmiten una monotonía cargada de expectativa por lo cotidiano, no tanto en acción diaria, como en cuestión mundana de aparente irrelevancia. Lugares y espacios, marcados por el silencio, describen pasivos momentos que albergan problemáticas distribuidas en diálogos parcos. La información circula en pequeñas dosis; la expectativa, entremezclada en conversaciones familiares, es consecuencia de tensiones expresadas en ocultamientos que fomentan falsas obviedades. El interés sustituye a la tensión, los climas sostienen una expectativa que lucha contra el tedio de la vida rutinaria esparcida en únicos momentos de aparente irrelevancia. Son los restos que soportan la presión de lo no dicho, lo tan solo a medias comunicado. La naturaleza de lo derruido superpone la lluvia a un austero y precario desenlace arropado en un persistente motivo musical de sobria expectativa.

Alex y Vera conforman un matrimonio con dos hijos que va a vivir transitoriamente al campo. Ella confiesa estar embarazada de otro hombre. El marido comenzará a dudar sobre cuál es la mejor solución: el aborto o el asesinato.

El destierro fotograma

La pesadilla transita en silencio sobre las conciencias, refuerza la capacidad imaginativa del espectador en medio de lo mundano. Llamadas telefónicas interrumpidas, hermanos aludidos en presencia transitoria, discursos que, en medio de la embriaguez, sugieren lo secreto; desatan todo tipo de hipótesis alternativas. Es el fomento permanente de anticipaciones desde comentarios y alternativas cotidianas. Lo grave se articula con lo simple en un estilo que, a cierta distancia,  parece seguir los pasos de Tarkovsky. Un cine semejante al del maestro, aunque menos rico en simbolismo, conserva la lentitud de desplazamientos, cámara sin cortes abruptos y ritmo cansino, solo tolerable en aras del peso de una temática que ejerce presión por dirimirse. Un filme plagado de insinuaciones y alusiones, el parentesco reúne a los “culpables”.

Konstantin Lavronenko, idóneo jefe de familia, inexpresivo y distante, nos recuerda al Otets de la magnífica El regreso (Andrey Zvyagintsev, 2003). María Bonnevie es la esposa sufriente, punzante en la vengativa demanda de amor que, por inacción, se deshace de culpas innecesarias. Su sonrisa es el fugaz esbozo del componente sádico que victimiza al victimario. La idea pasa de contrabando en medio de un, por demás explícito, machismo teñido de presumibles componentes delictivos en la figura de Mark (Aleksandr Baluev).

Drama transitado con pasmosa lentitud, en apariencia y realidad fiel reflejo del contexto. Todo lo que pasa se verbaliza en pocas palabras de efecto contundente, movimientos depresivos más resolutivos que comunicativos; Alex expresará la solución en dos alternativas.

El destierro plano

Planos fijos extendidos en el tiempo, los movimientos de cámara, extremadamente lentos, toman espacios vacíos, paisajes o coches a la distancia. Efecto letal, expresa la realidad de una pareja que sufre la incomunicación. La vacuidad invade los interiores reflejados en las piezas de una vivienda amplia, pero precaria, es el deterioro en soledad de dos almas desterradas, agonizantes en el desamparo que corroe los vínculos y aproxima las tragedias. La extensión y simpleza del paisaje amplifica el abandono inconsciente expresado en el vínculo consigo mismo y el otro. Todo esto agrega ingredientes que desembocan en un clima depresivo por demás.

Lo oculto está presente en el vacío, el silencio y la expansión; se dice sin decir, se expresa sin nombrar; paradoja envuelta en metáfora viviente, personas y paisajes rinden culto al concepto de destierro de uno mismo y los demás; es lo escondido detrás de la apariencia del día a día silencioso.

Zvyagintsev elige un drama sin tensión, el clima depresivo y agobiante clausura cualquier atisbo de presión y rigidez; al decir de Mark: “Está pasando lo que está pasando. Apuesta. Como en un juego de cartas. Juegas con las cartas que te tocan”. Es la simplificación de las pasiones. La lógica del “da lo mismo” se aviene a cualquier tipo de solución, introduce la tradición del macho resolutivo que intenta lavar su afrenta a cualquier precio.

El papel del remordimiento se reduce al acto post solución y no al reclamo personal. Vera demanda un cambio, abre la puerta a la duda, pero siempre ante la exigencia de una puesta a prueba que exige demasiado: no es admisible convivir cuando el “hijo es de otro”. Es la apuesta que resguarda la decisión auténtica, la expresión de amor nunca llegará; fiel demostración de lo imperativo de salvaguardar un honor cimentado en la egolatría. Tradición que antepone el orgullo a los sentimientos, la rabia a la compasión.

El destierro escena

Zvyagintsev esquiva las aperturas, conquista las complacencias, estimula, a regañadientes, la vida que, por partida doble, pretende esfumarse. Lo voluntario se traduce en oculta transgresión allanada por la culpa, Alex se desvirtúa acongojado en lo esquivo de los sucesos, fracasó lo previsto.

De belleza estética indiscutida, El destierro compagina la naturaleza de lo agreste con la inoperancia de un matrimonio fracasado. Relato espacioso, sobrante, carente de acotaciones innecesarias más allá de lo no tan obvio.

La película también es un destierro situacional que amalgama lo particular en extensión a un drama humano general. Con locaciones que evaden la precisa identificación de un espacio reconocible, la filmación incluye diferentes países, no distinguimos con exactitud un espacio físico determinado como perteneciente a una campiña o ciudad específicas.

Zvyagintsev nos traslada a una experiencia donde la soledad interior se propaga en el disimulo de lo cotidiano. El destierro no será su mejor trabajo, pero mantiene el grado de calidad a que nos tiene acostumbrados.

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Ficha técnica:

El destierro  / The Banishment (Izgnanie),  Rusia, 2007.

Dirección: Andrey Zvyagintsev
Duración: 150 minutos
Guion: Andrey Zvyagintsev, Oleg Negin, Artem Melkumjan
Producción: Hélicotronc
Fotografía: Mikhail Krichman
Música: Andrey Dergatchev, Arvo Pärt
Reparto: Konstantin Lovronenko, María Bonnevie, Alexander Baluev, Dmitry Ulyanov, Vitaly Kishchenko, Katya Kulkina, Aleksey Vertkov, Igor Sergeev

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