Críticas

En persistente duelo con la realidad

El chico y la garza

Kimitachi wa dô ikiru ka. Hayao Miyazaki. Japón, 2023.

El chico y la garza aficheEl poder es la esperanza de un obsesivo reencuentro cimentado en la pertinaz acometida de una imaginación en llamas, pugna por concretar la escena traumática confinada en la suave voz de una madre añorada en la tragedia. Una y otra vez reaparece en medio del incendio para desvanecerse, la presencia ajena constriñe la realidad en los márgenes más elementales de la existencia humana; se impone la cotidianidad, las reglas se hacen sentir en contraste con una esperanza asociada a incertidumbres poco fiables.

Mahito es un niño que pierde a su madre durante el incendio en un hospital. Su padre se casará con su cuñada, quien se hará cargo del chico. Vivirán en el campo, en una casa colindante con la torre «mágica» que alberga a una garza. El animal incita el ingreso al castillo bajo la promesa de encontrar a su madre viva. El niño desconfía, pero igual inicia el viaje hacia un mundo desconocido donde la creación y la destrucción se dan la mano; la chance alborota el espíritu, el riesgo atempera la calma.

Una vorágine de incontrolables sucesos encierra la dicotomía entre mundos paralelos donde la posibilidad del reencuentro aguijonea la cinta hacia adelante. El pasado se ciñe en la figura de un hechicero abusado por la magia. Insidiosa creación, desata hostilidades y aventuras en nombre del poder: los periquitos clausuran su inocencia tras las puertas de una variable maldad. Aluden al vuelo y ansia de poder que omite la naturaleza real de la propia insignificancia, basta con alcanzar el mundo «auténtico» para volver al plano de una naturaleza pasible de ser transformada desde la idealidad de una dimensión asociada al poder de la imaginación.

Dios depende de la piedra recuperada en la sabiduría del maestro existencialista transportado desde sus lecturas ocultistas a la creación de un sistema que genera la guerra y la ambición de poder.

Miyazaki va a ordenar la peripecia en avances de tono impulsivo, recortes compaginados donde vida y muerte se dan la mano. Epopeya abortada, las lógicas de la incertidumbre perviven, «perduran»,  desarticulan cualquier glorioso intento de conducción. Mahito padece las «normas» del caos por anticipación, ni se imagina el destino, navega en la compresión obsolescente, recurrencia al pasado de una especie de demiurgo amparado en el poder de una piedra con poderes. No se aparta un ápice de emotivas contribuciones, mientras el coraje denota los deterioros de la otrora circunspección dibujada en el rostro de un niño paciente y educado que padece los avatares de la Segunda Guerra Mundial.

El chico y la garza fotograma

El reino de la muerte se asocia a la condena de seres vivos sometidos a la supervivencia por el riesgo de las almas; pelícanos, condenados a vagar en un mundo de hambruna generalizada, representan lo forzoso de la circunstancia anclada en las dificultades al vuelo libre. Es lo abstracto de la vida encarnado en la defensa de las almas. El depredador ciñe su vuelo en la desesperación del perseguido por un fuego selectivo destructor de vidas oprimidas en la protección de la inocencia. Los warawara demandan auxilio y cuidado. Vidas aun sin consumar, preparación impulsora de lo nuevo, flotación inhibidora que destruye paradojas. Nace el precio pagado por el débil en la incertidumbre de la noche; la vida aborta en la guerra del fuego, es la destrucción sin miramientos plasmada en cuentos infantiles. Los pelícanos siguen su rumbo aniquilador en la condena del siniestro irreparable, alguien los puso allí sin mediar explicación para que sufran, es el reino de la muerte fundido en almas por nacer. El agua, la vida, la muerte, el barquero, el tránsito, el alimento marino; recuerdo de mitos y leyendas de valor universal, funden la muerte con la vida, la destrucción con la creación; los seres emergen en medio de la noche.

Una gran alegoría que sitúa la guerra, el espacio aéreo, los aviones en forma de pelícanos, el privilegio en medio del desastre. Presencia de mundos antagónicos donde campea lo humano en contraposición a la miseria. Historia de disputas, de poder, de seres divorciados de la naturaleza mundana. Los periquitos vuelven a su tamaño normal cuando cambian de contexto; la conexión está dada, pertenece al espacio de la magia, la guerra encuentra su correlato en un mundo paralelo.

El chico y la garza escena

En la defensa anida la propia destrucción sin miramientos; el fuego es resistencia y ataque a la vez, nacimiento y muerte. Miyazaki y sus recuerdos se funden en la tradición de símbolos arcaicos; notas acuciantes nos remiten a necesidades inconclusas de un niño en tránsito. Viaje entre dos mundos, rescates inciertos impulsan la aventura de la vida hacia una acomodación propiciadora de ambiguos heroísmos. Mahito es el descubrimiento de caminos insuficientes en la expresión de una hostilidad ambivalente; la garza y el maestro, personajes que acogen en la duda. Alusión a lo siniestro, desborda un camino de asociaciones que contribuyen al salvataje del necesario destino en la maduración. Resolución en la disolución, un «más allá», con connotaciones de exterminio, deviene superación de la prueba; todo retorna a su orden. En retroceso, el enigma se une a la destrucción, el fuego purifica y transforma, los periquitos vuelven a su tamaño normal, las fuerzas capitulan en el trayecto hacia una naturaleza verdadera, operativa en el auxilio a la transición del niño hacia el cierre de un capítulo en su vida.

El chico y la garza plano

La garza es un híbrido que asegura el acceso a la pureza, transición afincada en la generación vital que los egipcios le atribuían al ave representativa de una mañana que urge hacia la espiritualidad del renacimiento. Es también presente en la figura de los warawara, imágenes necesitadas de guía y protección en su retorno al mundo real. Es el viaje de Mahito en compañía de este personaje enigmático que parece portar un disfraz de garza en continuo desacomodo. Lo humano y lo animal se entremezclan en la sinceridad y el engaño, la protección y la amistad. La garza hace un proceso de reconocimiento en el camino, es el guía que incentiva al riesgo, pero también la solidaridad que ejecuta el rescate; el sarcasmo inicial deviene sensibilidad ante la amenaza.

Originalmente, El chico y la garza se titula Kimitachi wa Dō Ikiru ka (¿Cómo vives?) y se basa en la obra de Genzaburo Yoshino publicada póstumamente en 1937, donde se narra el desarrollo espiritual de un chico de 15 años que debe enfrentarse al mundo real. Miyazaki introducirá el riesgo del camino en medio del contrapunto que se adentra en lo mágico. Iniciática experiencia obligada, transición necesaria, aunque siempre a condición de retorno; la fantasía es un peldaño más hacia un mundo espiritual que nos reconduce a lo real enriquecidos. La referencia nunca se pierde, las cosas culminan en la reorganización del reencuentro familiar en medio de sucesos naturales habituales.

Aunque sensiblemente por debajo de obras anteriores, como La princesa Mononoke (1997) o El viaje de Chihiro (2001), El chico y la garza ofrece un drama cargado de enigmas sustentados en la magia de mundos paralelos.

La fantasía se asienta en fenómenos vitales; la guerra supo marcar los primeros años de vida de Miyazaki. Su nacimiento es coincidente con el bombardeo de Pearl Habor y el ingreso de Japón a la Segunda Guerra Mundial. Su padre era el director de una empresa fabricante de timones para aviones de combate. Su familia  fue evacuada de Tokyo a Utsunomiya y luego a Kanuma, lugar donde se encontraba la fábrica; los recuerdos aluden a la ciudad en llamas, tal cual Miyazaki la describió en el festival de cine de Nagaoya en 1998.

El niño y la garza impregna las vivencias de un autor inquieto por la expresión de significados; símbolos en ebullición que disparan sin cesar una multiplicidad de posibilidades a la creación del espectador.

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Ficha técnica:

El chico y la garza (Kimitachi wa dô ikiru ka),  Japón, 2023.

Dirección: Hayao Miyazaki
Duración: 124 minutos
Guion: Hayao Miyazaki
Producción: Studio Ghibli. Productor: Toshio Suzuki. Distribuidora: Toho
Fotografía: Animación, Atsushi Okui
Música: Joe Hisaishi. Canción principal: Kenshi Yonezu
Reparto: Animación

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