Críticas

La clase obrera va al paraíso

Vitoria, 3 de Marzo

Víctor Cabaco. España, 2018.

Cartel de la película Vitoria 3 de marzoSalvo honrosas excepciones, el cine político no es un género frecuentado por la cinematografía española como soporte para construir tramas que respondan a las claves de su inmediata y cercana realidad. En los últimos tiempos, en España, se ha producido una retahíla de acontecimientos de sesgo fácticos que bien podían haber sido tratados por guionistas y directores españoles para labrar una mirada personal que atendiese a cómo la realidad se integra en la ficción del cine.
Es una lástima que la utilidad política del cine como instrumento de testimoniar atmosféricamente hechos de rabiosa actualidad no haya tenido un seguimiento incisivo y afilado en la pantalla grande. La posibilidad de tomar nota de la vida y testar la grandeza de líderes impecables y estrictos en su gestión o la toxicidad de corruptos y depravados manipuladores de los caudales públicos no ha tenido un correspondiente seguimiento en el cine. En los últimos tiempos, sin entrar en detalle sobre series televisivas o telefilmes coyunturales, solo resuena, como un islote en medio del inmenso océano, un largometraje facturado por Rodrigo Sorogoyen, El reino (2018) que, pese a abordar el ruin azote de la corrupción, ganar diversos premios, contar con el apoyo de la crítica, no tuvo, sin embargo, el esperado respaldo por parte del espectador. Un traspiés comercial inesperado que obliga a reflexionar sobre el papel sociológico que juega este tipo de cine y el desafecto comunicativo con el público, que ignora la llamada por hartazgo o porque no le interesa ver sentado en una butaca lo que ha leído en la prensa o escuchado en radio o televisión.

Fotograma de Vitoria, 3 de marzo

Sea como fuere, tampoco es el momento de establecer una sesuda teoría, las películas que tratan temas espinosos de raíz política no cuentan con el apoyo y entusiasmo del ciudadano de a pie, que se mantiene alejado de todo conflicto que husmea en las cloacas del poder político. Atrás quedaron los años setenta y sus buenos tiempos, sobre todo en algún país con tradición (el cine latinoamericano del los años 70) de hincar el diente, como Italia, Francia o, incluso, los Estados Unidos, que se inspiraban, a veces a modo de crónica, en sus convulsiones sociales para armar contundentes thrillers en los que un barniz de tono político dejaba entrever la mirada/investigación/opinión del guionista y del realizador.

Por lo tanto, en un páramo yermo y de muy escasa actividad, es una enorme satisfacción saludar el estreno de una película como Vitoria, 3 de marzo (Víctor Cabaco, 2018), producción que recoge los graves hechos que sucedieron en la capital alavesa en la fecha señalada de 1976 cuando las fuerzas de seguridad de la zona, siguiendo órdenes del ministro del Interior y del gobernador de la provincia acorralaron el movimiento asambleario que estaba teniendo lugar en la Iglesia de San Francisco, en el barrio obrero de Zaramaga de Vitoria, provocando la estampida de los manifestantes y la violenta actuación de la policía. El altercado finalizó trágicamente con la muerte de cinco trabajadores que se habían sumado a la jornada de huelga general en la que los obreros pedían una mejora salarial.

Fotograma de Vitoria, 3 de marzo

El debutante Víctor Cabaco se acerca a estos dramáticos sucesos desde el prisma, como se asegura antes de iniciarse el relato, de ser una ficción inspirada en eventos reales. De esta manera construye, junto a sus guionistas, Héctor Amado y Juan Ibarrondo, una historia en la que se permite inventar unos personajes, algo idealizados, incrustados en un agitado y crispado polvorín de descontento laboral, a la vez que intercala, en el montaje, escenas rescatadas de los noticiarios de la época para trazar una visión lo más impactante posible y cercana al docudrama. Un maridaje en el que la ficción, es decir, la porción creada para articular la propuesta novelesca, tenga el suficiente eco para que las imágenes captadas por los informadores gráficos que registraron los incidentes aporten la veracidad y potencia que se merecen.

El cineasta cántabro, licenciado en Bellas Artes, rama audiovisual, propone un episodio sindical de mucho empuje en un momento en que España comenzaba a caminar hacia la democracia. Los rescoldos de cuarenta años de dictadura todavía se dejaban sentir con furor y virulencia en los estamentos de gobierno. El miedo y la represión todavía se imponían a la libertad y las reformas sociales. Vitoria, a principios de 1976, se había convertido en un núcleo donde se estaba gestando con cierto éxito una protesta gremial, cuyo objetivo primordial era la huelga general y la paralización total de la industria. Empresarios y fuerzas políticas deseaban su fracaso para no contagiar al resto de ciudades. La ciudad alavesa se convirtió en un emblema y llamada a la unión. Como soporte sonoro, el cineasta coloca al arranque de su largometraje el arrollador tema A galopar, interpretado por el cantautor Paco Ibáñez en su mítica actuación en el Olympia de París en 1969.

Escena de Vitoria 3 de marzo

La película, bienintencionada, está contada a través de los ojos y conciencia de un puñado de personajes. Su estructura coral presta voz y sentimiento a José Luis (Alberto Beral), un periodista de una radio local al servicio del pueblo que difunde comunicados veraces sobre la situación, pero incómodos para los que todavía mandan y no quieren perder el timón después de tantos años. Su papel es el de relator objetivo de una realidad dominada por la masa social y reprimida por el sistema coercitivo de los añoradores del régimen. Su hija, Begoña (Amaia Aberasturi), estudiante, representa la juventud y por amor a su novio Mikel (Mikel Iglesias), conoce y toma partido por la lucha corporativa. La mujer de José Luis, Ana (Ruth Díaz) es una mujer práctica, acuciada por las deudas y amiga de Eduardo (José Manuel Seda), líder de los empresarios, hombre influyente, enamorado de Ana, ser arrogante y poderoso que pretende un juego sucio y despreciable.

Escena violenta de Vitoria 3 de marzo

Vitoria, 3 de marzo es una mezcla de melodrama tiznado de capítulo de Historia que si bien la parte ficcionada queda demasiado convencional y sedimentada por tópicos muy evidentes y previsibles, coge munición y fuelle en los instantes en los que se recurre a las imágenes documentales y, sobre todo, al audio extraído de las conversaciones reales entre el gobernador y los mandos policiales que ofrecen un testimonio de gran magnitud de cómo se gestó la matanza de los cinco manifestantes.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Vitoria, 3 de Marzo ,  España, 2018.

Dirección: Víctor Cabaco
Duración: 90' minutos
Guion: Héctor Amado y Juan Ibarrondo
Producción: Departamento Cultura del Gobierno Vasco/ETB/Gariza Films/ICAA/Sonora Estudios
Fotografía: Gaizka Bourgeaud
Música: José Luis Canal
Reparto: Ruth Díaz, José Manuel Seda, Alberto Berzal, Mikel Iglesias, Amaia Aberasturi, Íñigo de la Iglesia y Oti Manzano

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