Viñetas y celuloide
Universo cinematográfico Marvel: Punto y aparte
El final también es parte del viaje. Después de un buen puñado de películas, de algún cambio de rasante, de éxitos rotundos y algún que otro tropezón, la gran franquicia de Vengadores llega a su fin. O, dicho de mejor modo, a un punto y aparte, que cierra tantos años alrededor de un inquebrantable concepto para abrir nuevas puertas que prometen a los fans un futuro lleno de emociones.
Parece que fue ayer cuando este inabarcable universo empezaba su andadura algo titubeante, a la búsqueda de identidad propia, con algún palo de ciego que desconcertaba a los espectadores. Pero, desde el principio, con cada estreno quedaba claro que primaba la idea de cohesión, de escenario compartido por todos los pintorescos superhéroes que dotaban de contenido a la idea, como en su momento hicieron los padres de la misma Marvel, Stan Lee y Jack Kirby (entre otros idealistas creadores que reescribieron casi sin querer la idea de cultura popular).
Si hay un nombre propio tras este gigantesco proyecto es Kevin Feige, el avispado productor que vio las posibilidades de los personajes que aún estaban en posesión de Marvel en ese momento. Los éxitos de las películas de los X-Men o el Spiderman de Sam Raimi puso en el candelero el concepto de héroe enmascarado para la gran pantalla. En Marvel eran conscientes de que sus grandes franquicias estaban en manos de productoras ajenas, pero Feige demostró fe en el fondo de armario de la conocida editorial, con personajes no tan exitosos, pero cuyos derechos cinematográficos todavía estaban en posesión del sello.
Iron Man fue el primero Y, a pesar de los cambios y mutaciones del concepto, Tony Stark ha sido el pilar sobre el que se ha sostenido este universo hasta, literalmente, el último suspiro. Lo que empezaba como la historia de redención, viraba de rumbo con cada película. Feige consiguió que los personajes tuviesen identidad por sí mismos, pero con la idea puesta en mega eventos que uniesen a las estrellas de la casa contra amenazas cada vez más enormes. Y así llegó Vengadores, la película que marcaba el camino. Si bien se percibía un hilo conductor, no fue hasta el primer encontronazo de los Héroes más poderosos de La Tierra que comprendimos lo que realmente se escondía tras bambalinas.
La amenaza en la sombra cobraba importancia cósmica, y la palabra universo no podía ser más adecuada. De repente, miles de mundos formaban parte de un todo bajo al amenaza de Thanos, personaje referencial que pasaba de villano conquistador al uso a idealista perturbado capaz de todo por cumplir con una misión de tintes casi divinos.
Feige contó para el desarrollo del universo con directores de primera línea, que la mayoría de las veces renunciaban a sí mismos para mantener la idea de cohesión estructural, de todo encajado como un enorme rompecabezas con ramificaciones planetarias.
Mucho ha ocurrido en estos años. Paso a paso, se construía la tragedia cósmica que significó Infinity War, y que culmina con Endgame.
Y termina el viaje. Por lo menos, esta etapa.
Hay mucho debate sobre el exceso de superhéroes en el cine, sobre la calidad de las cintas de este género, acerca de la simpleza perniciosa que, según algunos, convierte estos subproductos en algo menor y despreciable.
Personalmente, no puedo estar de acuerdo. Porque el cine nace como espectáculo circense, de barraca de feria. Y creo firmemente que necesitamos que guarde algo de esa esencia, de entretenimiento puro y duro, sin paliativos, directo a la épica mitológica revestida de luminosa modernidad.
Estos años de películas Marvel han alimentado los sueños de niño de muchos que crecimos leyendo cómics, y jamás pensamos que llegaríamos a ver algo tan enorme en una pantalla de cine. También ha conseguido que exista una excelente comunicación entre medios, y nuevas generaciones se vean enganchados a otro medio lleno de posibilidades como es el mundo de la viñeta. Varias generaciones se han visto reunidas por la magia del cine.
Endgame, como todas las producciones Marvel, es un espectáculo imperfecto, pero que trasciende la idea de simple película para acercarse a la idea de experiencia. Regala la sensación de cierre, con emoción y contundencia, demostración del vínculo creado entre personajes y espectador. Cerramos el círculo, decimos adiós sentido a muchos, saludamos a caras nuevas y morimos de ganas de ver lo que sucede con el estrenado estatus de la mayoría de los personajes.
La, en ocasiones forzada, fórmula Marvel ha funcionado. En la taquilla, de manera innegable, y en lo cinematográfico, por mucho que a alguno le pese, ha marcado el paso de las producciones masivas, cargadas de igual manera de ideas y de dólares, perpetuando y modernizando un concepto que existe desde que el cine es cine (recordemos despliegues primigenios como Intolerancia, de Griffith, en 1916, por no hablar de los excesivos espectáculos bíblicos al estilo de Los diez mandamientos, rodada por Cecil B. DeMille en 1956).
Por mi parte, he disfrutado mucho del viaje. El punto y aparte avisa de que ninguna historia tiene un final, El concepto casi televisivo de serial a largo plazo que manejan Feige y sus secuaces parece gozar de buena salud, y los planes a lo largo de los próximos años indican que las ideas no se han agotado. Lo tienen muy complicado para superar la bestialidad cósmica que ha significado la pugna con Thanos, pero, si algo ha demostrado la gente de Marvel es que, en eso de las sorpresas, son unos especialistas.
Nos vemos en los cines.
El fin de una era, Avengers y Game of Thrones simultaneamente, habrá un antes y un después.
Veremos como arma Marvel la continuidad o no del super grupo o se decide por otro, (tiene tantos…).
De todos modos, Marvel ha dado una lección de como se encaran las cosas a lo grande y bien, con muchos puntos altos y algunos bajos que son disfrutables también, y mejor que los «aprobados» de DC.