Críticas

Ruta hacia el paraíso

Viento de libertad

Ballon. Michael Herbig. Alemania, 2018.

Cartel dela película Viento de libertadLos diferentes subterfugios mentales para sobrevivir a los campos de concentración nazis, a los gulags soviéticos y a la asfixia de mano de hierro ejercida en la antigua RDA han sido mostradas en el cine mediante abundantes personajes que demostraban esas características. El instinto de supervivencia ha conducido a muchos seres a soportar castigos furibundos que menguaban su resistencia. Muy pocos jamás perdieron la esperanza de aguantar con vida pese a las atrocidades recibidas. El anhelo de libertad es consustancial al ser humano y también es otra de las ideas llevadas a la gran pantalla. Sobre todo cuando vives bajo un yugo o régimen totalitario, debes convivir con la opresión y no te dejan moverte a tu libre albedrío. La fuga de un territorio dominado por el miedo, enmarcado en un estado cerrado e inflexible, ha conocido mucha literatura, abundante cine y lo que es mejor, algunas historias verídicas recogidas por escritores y cineastas.

La huida de un espacio hostil, en el que el individuo está atrapado en un contexto ingrato, como una ratonera, y debe cumplir a rajatabla una serie de doctrinas sociales y políticas que aborrece, es una de las aventuras, a pesar de sus riesgos, más enfáticas del hombre encarcelado por circunstancias ajenas al delito. El salir de una zona castradora de todo tipo de libertades es la quimera por antonomasia. Unos lo logran; otros perecen en el intento y muchos se quedan a un paso, detenidos como traidores y objeto de los castigos más aberrantes.

Vientos de libertad (Balloon, Michael Herbig, Alemania, 2018) es un drama muy templado y rodado con los códigos del cine de evasiones, que gira alrededor de la fe y la constancia. Está inspirado en hechos reales y su historia cuenta las peripecias de dos familias de la antigua República Democrática de Alemania que unen esfuerzo y tenacidad para construirse el medio de transporte, poner tierra de por medio y alcanzar la ansiada frontera de Alemania occidental.

Películas de este tipo y calibre se han rodado unas cuantas. En los últimos tiempos producciones sobre el miedo y el terror en la zona de Alemania regida con mano inflexible por los soviéticos y la dureza inclemente de su policía política, la temible Stasi, han proliferado, utilizando la estética de la crudeza y el horror. La ciudadanía vigilada, aplastada, sumisa y perseguida con inquina para detectar signos de felonía. Sin poder maniobrar a tu antojo y siempre obediente a las consignas. Esbirro de un sistema mordaza que además te exige airear su propaganda destacando sus virtudes. El interés del cine por las nefastas consecuencias de la dictadura las hemos visto en títulos muy hermosos, como La vida de otros (Das Leben der Anderen, Florian Henckel von Donnersmarck, 2006), Bárbara (Christian Petzold, 2012), La revolución silenciosa (Das schweigende klassenzimmer, Lars Kraume, 2018) o En tiempos de luz menguante (In zeiten des abnehmanden lichts, Matti Geschonneck, 2017). Casi todos estos largometrajes han sido rodados con una visión amarga y deprimente, con luz ocre y otoñal, redundando en la oscuridad del tema y su aspecto cruel.

Pero también, el cine nos ha aproximado a su lado más prosaico, haciendo hincapié en su lado exitoso. Es decir, transfigurando la siniestra incomodidad de una atmósfera cargada de tensión en el coraje innato del individuo para revertir esa situación y mudarla en la tenacidad inasequible al desaliento para organizar y preparar una escapada y alcanzar el otro lado. De esta vertiente, la que mejor recuerdo, es un filme algo olvidado, basado en eventos reales, titulado Un túnel hacia la libertad (Der Tunnel, Roland Suso, 2001), sobre la gesta de una anticomunista acérrimo que, en 1961, logra desertar, cruza a Occidente, pero luego vuelve para ayudar a largarse a su hermana y unos cuantos amigos. Ciento ochenta minutos de angustia, claustrofobia, denuedo y resistencia, que culminan con dulce sabor.

Vientos de libertad se inscribe en el mismo registro. Durante los títulos de créditos iniciales se ilustran con imágenes de gente anónima que son sorprendidos por los soldados que custodian la frontera y baleados al intentar encaramarse a la alambrada. Toques de advertencia que transmiten la ferocidad de unos siervos del orden que no tienen escrúpulos en disparar contra personas que únicamente quieren salir del atolladero. Solo el conocimiento exacto del caso que vamos a ver tranquiliza el ánimo.

Sin embargo, este motivo no es un obstáculo para que el cineasta Michael Herbig intente insuflar a su relato de toda la fuerza adicional a un guion muy limitado para construir una película, con elementos de suspense trillados, sobre la odisea de dos familias para fabricar un globo aeroestático y volar más allá de los confines del terror.

La realidad de su pobre discurso, una producción barata, los habituales tópicos de rigor, la discreta funcionalidad de los recursos, su televisiva puesta en escena, el grotesco maniqueismo de los personajes y las burdas ironías (el comisario político del pueblo en el que viven los personajes solicita un dispositivo en su antena para poder sintonizar canales de Occidente y captar la señal de la serie Los ángeles de Charlie) del argumento lastran un título pasable y de mero entretenimiento. Con estos mimbres, dispuestos para pasar el rato, la historia resulta parca en su contenido, elemental en lo emocional pero amigable para el espectador que busque distraerse sin preocuparse de nada más.

La estructura de la película es bastante básica y se concentra en el proceso de descripción de una evasión (posibilidad real). Los guionistas, Kit Hopkins y Thilo Roscheisen, dividen el filme en tres actos. El primero, además de la presentación de los simpáticos y animosos personajes, destaca, contado con cierta precipitación, el primer fracaso de su tentativa. El segundo bloque acomete la frustración de su empeño, que se agrava por el acecho de las letales autoridades que disponen de pruebas encontradas con los restos de un globo que les pueden incriminar, y el hijo mayor coquetea con una chica que es a su vez hija del comisario político. En el último tramo, el ballon del título original, la aeronave, es la metáfora del sueño cumplido y el éxito de la operación contrastada con la pesadumbre de los perseguidores y sus consecuencias (purgas).

Tráiler

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Ficha técnica:

Viento de libertad (Ballon),  Alemania, 2018.

Dirección: Michael Herbig
Duración: 120 minutos
Guion: Kit Hopkins y Thilo Röscheisen
Producción: herbX film GmbH / StudioCanal / SevenPictures Film
Fotografía: Torsten Brever
Música: Ralf Wengenmayr
Reparto: Friedrich Mücke, Karoline Schuch, Alicia von Rittberg, David Kross, Thomas Kretschmann, Jonas Holdenrieder, Ronald Kukulies, Emily Kusche,

3 respuestas a «Viento de libertad»

  1. Buen día, en què plataforma puedo encontrar la película. La vi en un viaje en avión y, lamentablemente, quedè en la mitad, no logró encontrarla, gracias

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