Críticas

Quién soy yo, tú no sabrás

Que nadie duerma

Antonio Méndez Esparza. España, 2023.

QuenadieduermaCartelAntonio Méndez Esparza, director español afincado en Estados Unidos, se ha caracterizado, en los cuatro largometrajes realizados hasta el momento, por transmitir autenticidad y cercanía. Buena muestra de ello es su segunda película La vida y nada más (Life & Nothing More, 2017), en la que se compromete en una historia que se desarrolla en Florida y trata de una mujer en su lucha por salir adelante con sus dos hijos. Un filme doloroso sobre la intransigencia y exclusión social; un dolor que también surgirá en su última obra,  en Que nadie duerma, ante la maldad y el egoísmo humano. Su protagonista, Lucía, es una mujer a la que despiden de su trabajo como informática en una empresa dental. Con meses sin cobrar, se debe enfrentar a la elección de un nuevo rumbo, tras veinte años en el mismo trabajo. Sin hijos y sin pareja, tiene que ocuparse de su padre enfermo. Inesperadamente, se topará con un nuevo amor, un nuevo trabajo y nuevas relaciones de amistad. 

Lucía decide cambiar su trayectoria vital dedicándose al oficio de taxista por las calles de Madrid. Precisamente, un medio de transporte que es susceptible de conversaciones y confidencias efímeras pero rebosantes de libertad, en un espacio cerrado. Méndez se basa en una novela homónima de Juan José Millás para elaborar una propuesta en la que la realidad y la ficción, la existencia y la fantasía, se entrelazan con tantos y tantos hilos para acercarse a la creación literaria. Drama, comedia, costumbrismo, película de carretera… Los géneros cinematográficos se van saltando hasta conformar una obra en la que los distintos planos narrativos se entremezclan redondeando una película que atrapa, entretiene, sorprende y además, contiene muchos guiños literarios o cinéfilos. Entre estos últimos, encontramos a la inolvidable Ser o no ser  de Ernst Lubitsch (To Be or Not to Be, 1942), con su representación de Hamlet y la ingeniosa declamación del monólogo “¿El judío no tiene ojos?”. También merece especial mención el homenaje a El resplandor de Stanley Kubrick (The Shining, 1980) en lo referente a la escena del hacha. 

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Además de los guiños cinéfilos, no hay que olvidar las inspiraciones, en especial aquellos filmes que llevan el vehículo de transporte protagonista en su denominación. Mencionamos aquí a Taxi Driver de Martin Scorsese (1976) o Taxi Teherán (2015), el primero en su recorrido por las calles de Nueva York y el segundo por las de Teherán, en la clandestinidad. Las mejores escenas del largometraje se desarrollan dentro del coche de alquiler, algunas muy entrañables: desahogos sobre enfermedades, intercambios con músicos ciegos, traslado de yonquis… En cualquier caso, creemos que la película destaca fundamentalmente por dos elementos: la interpretación de Malena Alterio como Lucía y la banda sonora. Alterio, en una puesta en escena que adopta el punto de vista subjetivo de su personaje, nos regala una actuación con amplia variedad de registros. Y además, debe desarrollarlos en prácticamente todos los planos del largometraje. Tierna, colérica, costumbrista, alucinada, terrible, perdida, ultrajada… Con desparpajo y naturalidad, desprende  franqueza, alegría y desolación. Responde a aquellas premisas que intentan introducir ficción en la realidad para hacerla soportable y bañar la ficción de realidad para convertirla en atrayente. 

Por lo que respecta a la banda sonora, la obra arranca acompañada de sonidos indescifrables. Su autora, Zeltia Montes, nos introduce en el filme con un tono ensordecedor que se interrumpe de golpe, para dar paso a una de las arias más bellas de la historia de la ópera. Nos referimos a Nessun dorma del tercer acto de Turandot de Puccini. Célebre partitura que ya ha sido usada con profusión cinematográficamente, también en España; por ejemplo, Alejandro Amenábar, con su Mar adentro (2004), en esa escena onírica en la que Ramón Sampedro se ve a sí mismo volando. La princesa Turandot sometía a sus pretendientes a una prueba diabólica como venganza por una de sus antecesoras. La asesinaron después de robarle todo lo que tenía. Tomen nota del argumento de la obra de Puccini pues el guion de Que nadie duerma se erige en un instrumento que sabe utilizar sus referentes de manera muy habilidosa y acertada. Además, el filme, en el que resultan tan numerosos los simbolismos, no prescinde de aquellas aves negras premonitorias del mal y la muerte, de los cuervos. Aquellos animales de mal agüero tan presentes en películas como La bella durmiente de Clyde Geronimi (Sleeping Beauty, 1959) o Los pájaros de Alfred Hitchcock (The Birds, 1963).

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En realidad, estamos ante un relato de traición y venganza; en una de aquellas historias que desembocan en una fechoría a la que no se sabe o no se quiere buscar reparación por los cauces habituales. Ello lleva a la protagonista, poseída por una insobornable exigencia subjetiva de hacer justicia, a perpetrar una reparación que le compense la felonía. Un asunto que ha tenido gran tradición cinematográfica desde la figura de Orestes. En un espacio en el que la gente “actúa” en vez de ser personas auténticas más que en apariencia, la cotidianidad se vuelve extraña, anómala, y los ofensores pueden dejar de ser percibidos como humanos. Es posible entrar así en una crisis psicótica, envuelta en una atmósfera delirante. Como un Truman cualquiera (El show de Truman The Truman Show, 1988 – Peter Weir), Lucía es introducida en una especie de “sociedad del espectáculo”, como diría Guy Debord, donde los simulacros suplantan la realidad (Jean Baudrillard). La idea clásica de Shakespeare de la sociedad como un escenario, el gran teatro del mundo de Calderón. En definitiva, Lucía, sumergida en la caverna de Platón y amarrada a las sombras de la realidad que se proyectan en la pared. Nadie se vuelve loco sin razones.

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Resulta complicado trazar un mapa lo más completo posible de las fuentes más prolíficas del mal a día de hoy y seguir todas sus trayectorias en nuestra sociedad, atomizada y globalizada al tiempo. Un mal líquido, como denomina Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis, que queda oculto a simple vista y tiene la capacidad de adoptar disfraces muy eficaces, incluso bajo la capucha de la bondad y el amor.  La inocencia de Lucía es atacada impunemente hasta desembocar en el desvalimiento y desamparo, en una violación a la propia dignidad. Méndez Esparza se ha inclinado por mostrarnos una de aquellas caras de la maldad. “Quién soy yo, tú no sabrás”, esas palabras de la ópera Don Giovanni de Mozart, revelan el punto crucial de los manipuladores de esta película. Sí, quién soy yo tú nunca lo sabrás, pero yo sí averiguaré todo acerca de ti.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Que nadie duerma ,  España, 2023.

Dirección: Antonio Méndez Esparza
Duración: 122 minutos
Guion: Antonio Méndez Esparza, Clara Roquet. Novela: Juan José Millás
Producción: Coproducción España-Rumanía; Aquí y Allí Films, Wanda Visión, ICAA
Fotografía: Barbu Balasoiu
Música: Zeltia Montes
Reparto: Malena Alterio, Aitana Sánchez-Gijón, José Luis Torrijo, Rodrigo Poisón, Manuel de Blas, Iñigo de la Iglesia, Mariona Ribas, Federico Pérez, Mariano Llorente

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