El primer día de mi vida

¿Cuántos no hemos pensado en cómo sería el mundo si no estuviéramos acá? Pues en El primer día de mi vida (Il primo giornio della mia vitta, 2023), el director y libretista italiano Paolo Genovese lleva a cuatro personajes a verlo con sus propios ojos. Un extraño personaje, el Hombre (Toni Servillo), recoge a cuatro personas a punto de suicidarse y les da la oportunidad de ver cómo sería el mundo si ellos continuaran con su plan. Por supuesto que no es una idea nueva, desde Charles Dickens y su recordada Canción de Navidad hemos visto este tipo de historias, tanto en libros como en series y películas. ¿Qué hace de especial esta versión de Genovese? Está basada en su libro homónimo y tiene, por todo lado, la marca del autor: abunda el humor negro, los personajes son claros y fáciles de entender y su temática es, tristemente, muy actual. Es una invitación a valorar la vida y a reflexionar acerca de nuestra importancia en el mundo.

Los suicidas son: Napoleone (Valerio Mastandrea), un insoportable coach emocional que ayuda a todos los que se le cruzan, pero vive en una desazón permanente; Emilia (Sara Serraiocco), una bella atleta que siempre ha quedado de segunda y se esconde tras su silla de ruedas; Arianna (Marguerite Buy), una detective que ha perdido las ganas de vivir desde la muerte de su hija; y Daniele (Gabriele Cristini), el más encantador de todos, un niño influenciador por obligación que intenta suicidarse con una excesiva cantidad de donas. Cada uno lleva por dentro el peso de sus vidas y los dolores que no comparten con nadie: el bullying, la pérdida, la depresión, la frustración, la soledad… Al menos con una se puede identificar cualquier espectador.

El misteriosos Hombre lleva a cada uno de ellos a ver cómo están sus familias y sus amigos sin ellos, todas las cosas que se perdieron, los secretos que los otros también han escondido y solo en la muerte surgen con el dolor de la oportunidad perdida y la palabra que no se dijo… Los cuatro suicidas tienen una semana para decidir qué van a hacer con sus vidas, y creo que todos sabemos cómo termina una cinta así. Gracias a unas excelentes actuaciones, una Roma lúgubre que envuelve la historia y un guion interesante con toques de humor negro y críticas a la religión, la cinta logra mantener la tensión y el interés, además de meter el dedo en la llaga del tema del suicidio con cuatro personajes sencillos, fáciles de entender y con quienes se va empatizando hasta llegar a quererlos.

¿Podría ser mejor la historia? Por supuesto, hay cosas de guion que son poco verosímiles y hasta absurdas, pero las actuaciones logran convencer y conectar, haciendo que la cinta se pueda disfrutar hasta el final, omitiendo las fallas que pueda haber. Finalmente, se logra transmitir el mensaje que encierra el tema: la vida vale la pena, a pesar de sus momentos difíciles y lo dolorosa que puede llegar a ser. Pero todo es una decisión personal, hay gente que se arrepiente de suicidarse y empieza una nueva vida, así como hay otros que no. La cinta respeta los dos lados de la moneda y los expone, para que sea el espectador el que salga pensando en lo que acaba de ver y cómo se relaciona con su propia vida.

Genovese ya es un experto, a estas alturas, en historias corales, después del éxito internacional de El precio de un deseo (The Place, 2017), Inmaduros (Immaturi, 2011) y Perfectos desconocidos (Perfetti sconosciuti, 2016), que hasta tiene el récord Guiness de la película con más remakes en la historia del cine (24 veces en 7 años), sin hablar de las versiones teatrales. Y no es difícil entender el porqué. Sus películas tienen grupos de personas diversos para ofrecerle variedad al espectador y que, seguramente, encuentra afinidad con alguno.

Las temáticas a las que Genovese recurre en sus historias son universales: los secretos que escondemos, los deseos que guardamos en lo profundo del alma, las tristezas, los miedos… Suena absolutamente cliché, y lo es, pero funciona. De eso está hecho el cine exitoso, de historias con las que los espectadores se puedan identificar y sentir a través de ellos, llorar por ellos como lo harían por sí mismos, reírse con las desgracias de los otros, porque no son las nuestras, y llevarse una reflexión para poder aplicar en nuestras propias vidas.

Por eso, la crítica acerca de sus películas está generalmente muy dividida. Muchos “expertos” en la materia consideran las historias de Genovese como predecibles, aburridas, “tediosamente sentimentales” y con cara de manual de autoayuda… Mientras el público las encuentra fascinantes, encantadoras, emocionantes, imperdibles y otra larga lista de elogios. ¿Cómo una misma película puede despertar sentimientos tan encontrados? ¿Es que los críticos no pueden disfrutar de una historia cliché y bien contada? Si vieran muchas de las cosas que hacen en el cine colombiano y latinoamericano, estarían alabando a Genovese…

Y es que este director logra balancear en sus cintas el famoso “cine arte” que buscan los festivales y las películas netamente comerciales, creadas para reventar las taquillas del mundo entero sin mucho cuidado de la historia. Es un punto intermedio que funciona y, por mi parte, hacía tiempo no veía una película tan predecible y que me tuviera tan atento, hasta el punto de emocionarme, a sabiendas de lo que iba a suceder. Eso, para mí, es lo que hace una buena película.

Tráiler: