Críticas

Noche en la ciudad

Night in the City. Jules Dassin. EUA, 1951.

Noche en la ciudadConfinado en casa por culpa de la crisis sanitaria del Coronavirus, es momento de recuperar del ostracismo alguna joya incunable del séptimo arte y reparo en una pieza del cineasta, Jules Dassin. Hace unos días rescaté otra muestra de su talento y estilo innovador, La ciudad desnuda (1948). Ahora toca abordar una obra formidable y vibrante. Se titula, Noche en la ciudad (1950) y constituyó su primer trabajo fuera de los Estados Unidos, huyendo de la perniciosa y flagelante Caza de Brujas. Se trata de una producción de la Fox filmada en Londres. Parece ser que existen dos versiones de este título. Una para Europa y otra para el mercado americano. Por ejemplo, en la versión yanki, el compositor de la partitura es el maestro Franz Waxman, mientras que la copia para el continente europeo pertenece a Benjamin Frankel.

Noche en la ciudad es un poderoso relato, sombrío y desalmado, sobre la inconsciencia y desfachatez de un histérico arribista, obsesionado por encontrar el pelotazo de su vida que lo saque del fango y de los cutres arrabales de la ciudad. Este personaje está interpretado con chulería y cinismo por Richard Widmark, en un momento pletórico de su carrera artística. Encarna al ruín y amoral Harry Fabian, un tipo mezquino, canalla, sinvergüenza y chanchullero. El extrovertido actor, en la piel de este bribón y avaricioso conseguidor de clientes para un amigo, propietario de un local de copas, está que se sale, componiendo todo un arsenal de expresiones de variado pelaje. Su compañera de reparto y en el rol de amiga/novia, Gene Tierney, como Mary, una cantante de cabaret, enamorada de Harry, capaz de sacrificarse por él, a pesar de saber que las ambiciones de su amante pasan por otras preferencias materialistas y al filo de la navaja. Ambos tienen una escena final formidable, en un decrépito embarcadero, a orillas del Támesis, cuando Harry es perseguido por una banda de gángsteres a los que les ha arruinado un negocio que quería gestionar él con artimañas desleales. Agazapado y rodeado por hampones, irrumpe ella, como ángel guardián, para echarle un cable y respaldarle en una situación agónica. Momento sublime, rodado con ternura, pese a lo cochambroso del decorado.

La película comienza con una voz en off, introduciendo al espectador en la espesa noche de Londres y en las pulsiones y bajezas humanas que se desatan en su perversa orografía. Este inicio se parece al de La ciudad desnuda. Pero aquí, esa voz narrativa, solo hace la introducción. No como recurso omnisciente. Y cuando su eco se apaga, da paso a los hechos del argumento, que revelan una de las historias más amargas y desgarradoras que he visto. Un descenso a los infiernos, a las cloacas más negras de los instintos perversos del hombre.

Harry Fabian trabaja de gancho para un garito. Pero su meta es ser alguien, un ser de negocios turbio y acaudalado. Su inquieta mente no para de trajinar amaños sin descanso. Una visita a una velada de lucha greco-romana y el deliberado encontronazo con dos deportistas de esta especialidad le sugiere un lucro inmediato. Aunque entre en conflicto con el hampa local, capitaneada por Kristo (Herbert Lom), hijo de uno de los luchadores. Para montar y poner en marcha su tinglado, a Harry le hace falta dinero. Comenzará a contactar con amigos y allegados, y terminará engatusando a una amargada y frustrada mujer, esposa del dueño del garito donde actúa Mary, estableciéndose una red de intereses personales que está muy bien enmarañada por el guionista, Jo Eisinger.

Toda la enredada peripecia sirve para dibujar la fullera personalidad de Harry, capaz de vender a su madre a cambio de un golpe de suerte. Pero también capacitado para arruinar a cualquiera que se cruce en su camino. Es un hombre que busca atajos y se asocia a todo aquel del que puede sacar un beneficio, aunque sea con engaños y trampas. Es un ser desquiciado, con afán de protagonismo y sumido en una inmadurez desastrosa. Un rufián sin futuro, amoral, ventajista y uno de los grandes perdedores del cine.

El filme es un trajín continuo, filmado por Dassin con aplomo y sobriedad narrativa, extrayendo de sus actores su parte más oscura y siniestra, y componiendo una atmósfera chanchullera y turbulenta, en la que casi todos se mueven por el vil metal. Como contrapeso, la bondad, cariño, serenidad, belleza y pureza entre la maleza de Gene Tierney, una mujer que pudiendo salir con el desprendido y afable vecino, está enganchada (quizás una de la partes más flojas del libreto) a Harry, sabiendo que con frecuencia tiene que acudir a su lado para sacarle de algún apuro. Y con qué ternura e incondicionalidad lo hace.

Noche en la ciudad es un áspero largometraje negro, relatado sin descanso, con buen ritmo, tanto interno como externo, que habla de la ambición y avaricia, del desencanto y desengaño, de la rudeza y crudeza en la jungla de asfalto. Para ello, Jules Dassin, retrata en escenarios naturales, que dan un juego expresivo monumental, un hervidero de pasiones soliviantadas por el descaro y la codicia.

Me ha gustado mucho esta película. Tenía un recuerdo lejano. Pero al haber visto hace poco La ciudad desnuda, veo sus semejanzas, sobre todo en la persecución final, un sello de identidad, culminado con un clímax poderoso, rasposo y fútil para Harry, que se siente amortizado y expulsado del ambiente por su mala cabeza e infantil temperamento. Decepcionado, también, porque sus colegas no han tenido principios y lo han vendido por las 1.000 libras de recompensa ofrecidas por Kristo.

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Ficha técnica:

Noche en la ciudad (Night in the City),  EUA, 1951.

Dirección: Jules Dassin
Duración: 101 minutos
Guion: Jo Eisinger (Novela: Gerald Kersh)
Producción: 20th Century Fox
Fotografía: Mutz Greenbaum (B&W)
Música: Benjamin Frankel, Franz Waxman
Reparto: Richard Widmark, Gene Tierney, Googie Withers, Hugh Marlowe, Francis L. Sullivan, Herbert Lom, Stanislaus Zbyszko, Mike Mazurki, Charles Farrell, Ada Reeve, Ken Richmond

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